Rompo mi silencio para expresar, de nuevo, estas
emociones que me aprisionan el alma. Sin embargo, en esta ocasión van a ser experiencias positivas lo que
comparta.
Porque a pesar de las tristes y desagradables
noticias que estamos viendo a través de los cadenas de TV, de los grandes periódicos, ambos medios sensacionalistas
y carroñeros, donde nos tratan sin respeto y falta de humanidad, las muestras de afecto y de comprensión
que estoy recibiendo, compensan esta realidad amarga.
Están siendo muchas las personas que me llaman
para manifestarme apoyo, para enviarme un abrazo.
Amigas y amigos que, conociéndome bien, saben que no hay cabida en mi forma de ser para
semejantes falacias.
Personas que he conocido en alguna circunstancia y
que les he explicado qué es una Doula, se han puesto en contacto conmigo para expresar su asombro ante lo que está
sucediendo, y su apoyo.
Algunas compañeras Doulas, incondicionales y
respetuosas, esas que siempre están ahí suceda lo que suceda… con las que he
compartido momentos de angustia y con
las que me he sentido bien “douleada”.
Mujeres a las que he acompañado en algún trayecto
de su maternidad, que han llamado para decir que no haga caso, que siga en mi camino.
Amigas enfermeras que sienten vergüenza ajena por
pertenecer a ese colectivo que ha hablado por ellas y en el que no se sienten, para nada ni integradas ni
representadas.
Mujeres de mi edad que a través de mi han sabido
qué es una Doula, que me han llamado para decirme que ojalá ellas hubieran
tenido una a su lado. Y me han contado terribles historias de partos, de ellas, de sus hijas, de sus sobrinas...
Una amiga, médico internista, que conoce bien la
soledad de las personas hospitalizadas y que me anima a seguir aportando compañía a las mujeres que así lo quieran.
La farmacéutica a la que un día le conté lo que hacía…
me anima a que continúe haciéndolo “sin
hacer caso a esta sarta de estupideces", según sus palabras.
Y lo más bonito de todo esto. Una matrona
se puso en contacto conmigo, quería que habláramos en persona. Y así lo
hicimos. Quedamos a tomar un té y estuvimos hablando, con calma, con
sinceridad, con respeto. Me dio la oportunidad de contarle lo que yo hacía,
cómo yo trabajaba, y después de dos horas, nos dimos un abrazo teniendo claro
que son más las cosas que nos unen que las que nos separan.
Es posible que leas esta entrada querida matrona
amiga, como me confesaste que habías hecho en alguna otra ocasión entrando en
mi blog… si es así, vuelvo a
manifestarte mi infinito agradecimiento por esta iniciativa, por conocernos,
por mirarnos a los ojos, por escucharnos.
Las mujeres necesitan matronas como tú, porque este es el entendimiento
que necesitamos: de mujer a mujer. GRACIAS.
Por último, una matrona amiga toda la vida, recién
jubilada, me llamó para manifestarme también su apoyo. Tras un rato de estar
charlando, me dijo “Una doula bien
informada es testigo de primera mano de lo que ocurre en los paritorios, eso es
lo que realmente molesta”.
Ahí lo dejo.
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