Cuando me
contactó buscaba una Doula que la acompañara en su próxima cesárea programada. El motivo era que ya tenía una cesárea anterior
y además, contaba con una gran herida emocional por una lactancia no conseguida. Y esto era lo que ante todo
quería alcanzar en esta ocasión: amamantar a su hija.
Al conocernos me pareció un ángel. Dulce,
risueña, serena y amable. Me contó con todo detalle qué había sucedido para que
su lactancia se fuera al traste por motivos ajenos a su voluntad. En este nuevo embarazo no le iba a pasar lo
mismo y para ello ya estaba tomando medidas.
Así es que tras hablar con ella un rato y
sentirla, le dije que sí, que estaría con ella de la forma que necesitara. Y quedamos
para que su marido me conociera. Y yo conocerlo a él.
En este segundo encuentro ultimamos los
detalles del acompañamiento. Estaba muy claro que sería cesárea pues no hubo
interés en saber más a pesar de que les insinué que había más opciones frente a
la programación de una cirugía.
Querían que
estuviera en el hospital cuando a ella la sacaran de quirófano y que no me
separara hasta que la niña estuviera bien agarrada a su pecho. Ese fue el trato.
El día 5 de agosto, poco antes de su fecha programada, me llamó su marido. Había empezado
con contracciones y estaban muy contentos pues la niña había decidido que
quería nacer. Pero en poco más de 30 minutos me volvió a llamar para decirme
que la entraban a quirófano. Y salí zumbando del pueblo donde me encontraba de
vacaciones.
Tardé en llegar 40 minutos y allí estaba el
marido, los padres de ella y su hermana, en la sala de espera. Y muy nerviosos pues
nadie les había dado información desde
que la habían entrado. Así es que me acerqué a pedirla al primer sanitario
que vi salir de quirófano. ¡Estas personas necesitaban saber algo de sus seres
queridos!
La niña ya estaba fuera del vientre y la mamá estaba
bien, fue toda la información que recibí y que ellos también escucharon.
En pocos minutos salió la mamá en la camilla y
su bebé encima de ella, con su gorrito y sus manoplas, toda vestidita. Preciosa.
Y piel
con piel, según la matrona que la acompañaba.
Salió el ginecólogo que la había operado y dijo
“menos mal que le hemos hecho cesárea
porque su útero se ha roto como yo me temía”.
Quiero añadir que transmito los hechos tal y como
ocurrieron, sin más detalle ni juicio.
Subimos todos a la habitación y tras unos
momentos, la familia se marchó quedándonos el marido y yo con ella y la niña,
tal y como habíamos acordado.
Lo primero que hice y con su permiso fue quitarle toda la ropita y poner a la
pequeñina piel con piel, desnudita, encima de los pechos de su madre también
desnudos.
Y empezó a olisquear a su madre, a cabecear, a
chuparse las manitas… hasta que encontró el pezón. Y se le agarró ¡en menos de una hora!. Recuerdo las lágrimas de la
mamá y la cara del padre. Mi emoción también estaba rondando pero era momento
de contener…
Me quedé a dormir con ellos en la habitación
del hospital, a lo largo de toda la noche iba cambiando a la niña de pecho
sucesivamente. La madre la tenía en un
abrazo continuo, cálido, amoroso y lleno
de oxitocina.
A la mañana siguiente fui a casa a cambiarme de
ropa y volví al hospital a estar con ellas. Al anochecer ya me fui a mi casa. Y
volví a verlas a los tres días pero en esta ocasión, en su hogar.
Manteníamos el contacto y supe que comenzaron
algunos problemas de lactancia e inmediatamente la derivé a una IBCLC (mi hija) quien siguió con ella
hasta conseguir una lactancia exclusiva y satisfactoria después de solucionar las dificultadas que surgieron.
Estos son, a grandes rasgos, unos momentos muy
emocionantes y ejemplares para mí por el tesón de una madre al querer amamantar
a su hija por encima de todo. Ella lo
necesitaba, no estaba dispuesta a pasar por otra depresión pos parto. Y yo la
acompañé sin condiciones.
Esta niña nació un 5 de agosto y ese día era el cumpleaños de mi nieta Naia. Su madre –mi hija- le
explicó que la yaya no podía estar en su fiesta porque estaba con otra nena que
terminaba de nacer. Así es que este es otro motivo más para tener archivado en
mi corazón este día en que Loli comenzó a cambiar su vida.
Hoy he recibido esta carta. Estaba comiendo con
unas amigas y las lágrimas me rodaban por las mejillas ¡Qué alegría saber de ella! ¡Qué felicidad por saber que mi granito
de arena sirvió para algo!
Gracias Loli, eres un ángel, al principio lo he
dicho. Gracias por permitirme estar a tu lado en esos momentos preciosos. Y
gracias por tu testimonio y por tu voluntad de que sea compartido.
Que la Vida os
bendiga, a ti y a los hijos que de tu
vientre fueron sacados.
“Querida
Concha, han pasado casi nueve meses desde que mi niña nació y como soy una
tardona no me he sentado antes para poder darte las gracias. Y son unas gracias
muy grandes, porque el escenario no podía ser peor, una cesárea con rotura de
útero, y sin embargo trajiste calma, tranquilidad y seguridad, no sólo a mí,
sino también a mi familia.
Aún no sé cómo
paraste los temblores de la anestesia, que no me dejaban abrazar a mi bebé, y
antes de una hora ya la tenía agarrada al pecho gracias a tu ayuda. No podía
creérmelo, la tan deseada lactancia iba a ser real, después del fracaso con mi
primer hijo. Pude disfrutar de mi niña de tal forma que recuerdo con cariño la
estancia en el hospital (y casi me sorprendo, teniendo en cuenta todas las
sondas, el dolor y los pinchazos continuos). Pero es que estabas allí,
apoyándome, dándome tranquilidad, orientándonos con mi niña, dándome la
seguridad de que tanto ella como yo estábamos en las mejores manos posibles...
Mil gracias
Concha por este regalo tan precioso. Ojalá te hubiera encontrado para el
nacimiento de mi primer hijo, tantísimas cosas salieron mal, y hubiera sido tan
fácil evitarlas contigo cerca..., esta vez me he vuelto a quedar sin saber lo
que es parir, pero gracias a ti he experimentado el nacimiento de mi hija como
no habría soñado. Gracias, gracias, gracias”
Hola como me alegra levantarme y encontrarme con tus escritos y experiencias y por cierto la forma de narrarlos PRECIOSA, si te animo a que sigas pues es lo que el mundo y las madres necesitamos
ResponderEliminarEstoy terminando la formacion de doula y se de que hablamos soy madre y ademas trabajo en un paritorio desde hace 10 años , un abrazo y que continues con tu gran lavor
Hola Caridad, me alegran mucho tus palabras pues a veces escribo y no sé a donde van a parar mis sentimientos...
EliminarCreo que hemos de transmitir lo que tenemos especialmente si alguien su puede beneficiar de ello y por eso cuento todo lo que me sucede, o casi todo.
Gracias por tus palabras porque me reafirman en lo que siento, en lo que hago.
Seguro que serás una buena doula y que con tu experiencia en paritorios aportarás luz y esperanza a las mamás que puedas acompañar.
Un abrazo.
Concha.