Este es el relato del parto de Charo, del
nacimiento de su hija Lucía y como bien se define ella, ciertamente es una
mujer poderosa. Me lo ha regalado para que lo inserte en
este blog con motivo de la 18 Semana Mundial por un Parto Respetado.
De nuevo, he tenido el privilegio de
acompañar a una mujer a la hora de dar vida a la Vida y por ello, me
siento agradecida y animada a seguir en este camino del acompañamiento por el
que soy doula.
"Y aquí me encuentro al fin, sentada
en mi rincón favorito, dispuesta a contarte mi experiencia, mi intensa e
irrepetible experiencia.
Soy madre de tres hijos:
- Ángel, que vino al mundo tras una
inducción fallida (demasiado corta) que terminó en una cesárea innecesaria (al
menos en aquel caso), ni siquiera me había puesto de parto, tampoco había
cumplido la semana 40 de gestación, pero se aproximaba un puente y sucedió lo
que tantas veces ocurre en la sanidad privada, demasiada prisa.
- Mi bebé estrella que anidó en mi
vientre durante diez semanas, una experiencia que fue determinante para todo lo
que pasó después.
- Y Lucia, un nacimiento respetado, acompañado por una Doula y diferente a todo cuanto habíamos vivido hasta
entonces.
Decidí mucho antes de quedarme embarazada
que tendría una Doula a mi lado si volvía a ser madre, me gustaba pensar en la sensación de sentirme acompañada y sostenida por una mujer con
experiencia y respeto, en este mundo donde todos tienen prisa porque nazca el
bebé y poco respeto en un momento tan crucial.
Mis dificultades con la lactancia tras la
cesárea me llevaron a conocer en una Fiesta de la Lactancia a Concha. Ya la
había leído, bueno, había devorado su blog, en el que narra sus experiencias
en la vida y con las mujeres a quienes acompaña. Me llegó desde el primer
momento, con apariencia serena, con una luz que pocas personas irradian, clara y
firme en sus palabras y con unos principios muy definidos. Tiempo después
concretamos una cita, me interesaba mucho el acompañamiento, no sabía por qué,
pero algo me hacía caminar con los ojos cerrados hacia un destino que apenas
imaginaba en aquellos momentos.
Mi marido y yo habíamos hablado de ampliar
la familia, pero entre unas cosas y otras iban pasando los años y nos
habíamos olvidado un poco. Tiempo después llegaba la noticia:
embarazada. La alegría duró apenas diez semanas, algo no andaba bien y el
embarazo se interrumpió por sí solo. Tras el legrado y la nefasta
experiencia que supuso la falta de empatía y respeto por parte del personal de
aquel hospital, decidimos que si volvíamos a ser
padres, no sería allí ni mucho menos. Y así cada una de las cosas que iban
sucediendo, ponían un punto y una coma en esta historia que ahora paso a
contaros.
Doce semanas, ese fue el tiempo que
esperamos para dar de nuevo la noticia. Todavía había quien se acercaba a ver
si mi barriga ya asomaba (de mi anterior embarazo) y se encontraba con la
noticia de que ya no estaba. Fue duro, complicado, tuve que esconderme para
llorar en más de una ocasión, y aunque todavía no lo sabía nadie, estaba
embarazada de nuevo.
Y entonces llegó el momento, quedé con
Concha… empezó este camino de bendiciones que he recorrido por
iniciativa propia, con el apoyo incondicional de mi marido y acompañados
por ella, nuestra Doula. Digo nuestra porque nos ha acompañado a ambos,
formamos un equipo inigualable, con una confianza y complicidad cuyo recuerdo
nos acompañará siempre.
Concretamos la primera de las citas. Concha me había acompañado durante la pérdida y tras varios Círculos de
Maternidad y alguna formación compartida, conocía mi historia en profundidad.
Hablamos de lo que sentía, de lo que esperaba, de cómo quería vivir y
“prepararme” para aquel momento.
Surgió entonces la idea de practicar yoga,
creo que esa ha sido una de las mejores decisiones que he tomado, no solo en mi
embarazo, si no en mi vida en general, y conocí a Ana y a Ainara, ¡qué
importantes fueron y siguen siendo en mi vida!, no hay palabras para agradecer
tanto cariño recibido.
Llegó el momento de entrevistarnos con
Concha los dos, fue muy importante ver que mi marido conectaba con
ella y confirmar lo que yo llevaba tiempo sintiendo, era nuestra
aliada perfecta, nos hablaba con claridad de cada uno de los temas que le
íbamos planteando, resolvía nuestras dudas como nadie lo había hecho hasta
entonces, fue reconfortante sentir que tanto mi marido como yo teníamos la
misma confianza con ella y podíamos hablar de cada cosa de una forma como no
habíamos hecho con nadie.
Y así llegamos hasta nuestro Blessingway,
organizado por ella y con la compañía de mis mujeres montaña, para mí
fue uno de los días más mágicos y emocionantes que he vivido en toda
mi vida.
Los días transcurrían entre clases de yoga
y la tranquilidad del hogar, se acercaba la fecha y llegó la Navidad, salía de
cuentas el 1 de enero y solamente le pedía al Universo que sucediera un día en
que nadie estuviera presente, no quería a la familia dando vueltas y sin
querer, despistándome de mi objetivo. Hubo quien lo entendió sin problemas y
aún a pesar de no compartir nuestro sentir, respetó hasta el último momento
nuestros deseos; hubo quien no fue capaz de contenerse y nos puso en algún
aprieto… tampoco voy a detenerme mucho en este tema.
Nochevieja: yo estaba a punto de salir de
cuentas así que decidimos hacer la cena familiar que había prevista en nuestra
casa y de la forma más sencilla posible, ya que yo lo había pedido así. Mi
cuñada y yo pasamos la tarde en casa, “jugando” con mis potingues y poniéndonos
guapas para la ocasión, el resto de la familia fue llegando, faltaba solo mi
cuñado, que venía de trabajar y llegó sobre las 22:30 h. Recuerdo perfectamente
cuando le saludé al llegar como una sensación absolutamente nueva recorría mi
cuerpo: ya esta, pensé, ya estamos todos y me invadió una sensación de paz
infinita.
Entonces sucedió, habíamos ido al servicio mi cuñada y
yo, y lo sentí… un instante después me di cuenta de que acababa de hacer pis en
el baño y que aquello era “otra” cosa. Le pedí por favor que no dijera
nada, yo sabía que aquello no era motivo de alarma y no quería que los demás
armasen revuelo pensando en que había que salir corriendo para el hospital o
algo así, ni tampoco quería que se pasaran el rato cuestionándome u
observándome por si sucedía algo más.
En cuanto me fue posible hablé con Concha
y seguimos a la expectativa de lo que iba a suceder, me encerraba en el baño y
le hablaba a mi pequeña diciéndole que estaba preparada y que tenía muchísimas
ganas de tenerla en mis brazos.
Terminé la cena sentada en la pelota y en
cuanto nos tomamos las uvas todos se marcharon para dejarnos descansar. El
proceso había comenzado y de forma espontanea, me sentía feliz como en
pocas ocasiones, ¡lo íbamos a conseguir!. Nos despedimos de nuestro hijo,
que marchó con sus abuelos y le dijimos que ya faltaba muy poco para
conocer a su hermana.
Hacia las 00:45 h empecé a notar las
contracciones, felicidad de nuevo y un poco de miedo, pues habían empezado muy
rítmicas y mi desconocimiento del proceso me asustó. Llamé a Concha sobre las
2:30 h de la madrugada y a las 3:00 h estaba con nosotros en casa. Pasamos la
noche entre la pelota y el sofá, con luces tenues, dejando fluir las
contracciones y la oxitocina por mi cuerpo… ¡maravilloso!
Durante la noche se fueron deteniendo mis
contracciones y al alba, definitivamente habían desaparecido, no recuerdo la
hora, solo sé que había salido el sol. Hablamos con Concha y decidimos que lo
mejor para todos era irnos a descansar, nosotros nos metimos en la cama y ella
se fue a casa. Al mediodía comimos los dos, tranquilos, emocionados por
lo que estábamos viviendo. Hacia las 16 h empecé a tirar el tapón, me sentí
entonces algo abrumada, pues éste era sanguinolento y a pesar de que mi Doula
me dijo que era normal, que no había que alarmarse, me poseyó el miedo y decidí
ir al hospital.
Me precipité, lo reconozco, apenas había
estado una noche de preparto y sabía que todo estaba bien, pero los fantasmas
de mi perdida anterior revolotearon sobre mí y me poseyeron inesperadamente.
Al llegar al hospital no encontré empatía
en el personal, incluso me ofrecieron acelerar el proceso de forma artificial,
pero yo me negué, sabía a qué tenía derecho y también sabía que aún era pronto
y que existía la posibilidad de que aquello siguiera su curso. Tras una noche
interminable de contracciones improductivas, me rendí. Concha había hablado con
mi marido, y sabía por las molestias que yo tenía que Lucia estaba bastante
alta todavía y en posterior, por lo que aquello seria largo y un tanto complicado.
Solicitamos hablar con la ginecóloga, ya
que Concha le había comentado a mi marido los riesgos que conllevaba un parto
instrumentado frente a una posible cesárea. Nuestra idea era detener el proceso
y solicitar voluntariamente la cesárea, pues me sentía agotada ya que las
contracciones no habían cesado desde la noche anterior y eran cerca de las 8:30
h de la mañana, así que valoramos los pros y los contras para pedir la cesárea.
Y entonces sucedió lo inesperado, al
llegar la ginecóloga, al ver su cara, sus gestos, me dieron calma, me
devolvieron la confianza sobre todo sus palabras: “Tranquilos, a tiempo de
hacer una cesárea siempre vamos a estar, vamos a esperar 4 horas más…” Al momento
apareció ella, Lena, LA MATRONA, a quien le agradezco su
saber hacer y su mimo en cada gesto con nosotras.
Lo primero que me dijo, jamás lo olvidare:
“Hola, soy Lena, tu matrona y vengo de leerme tu plan de parto”. Al fin
recobraba el control, estuvimos hablando de lo que sucedía y entonces me
sugirió que la epidural en mi caso, llegados a este punto, era una buena
opción. Para mi sorpresa utilizaron una modalidad que llaman “walking epidural”
que no te permite caminar pero sí relativa libertad de movimientos y sobre
todo, sentir y dirigir el proceso. A continuación me sugirió que un poco de
oxitocina y una postura determinada me ayudarían y por supuesto seguí sus
indicaciones, me sentía muy confiada de nuevo y entonces tras un buen rato de
sueño más que reparador y alguna posición más, llegaba la buena noticia… Estaba
en dilatación completa. Lloré, agradecida, feliz, lo íbamos a conseguir, mi
marido se mantenía a mi lado en todo momento, y a Concha no la dejaron
pasar por los dichosos protocolos, pero sabía que estaba en la puerta de
paritorios atenta a cada paso que dábamos.
En un momento determinado nuestra matrona
nos indicó que en el momento de la comida, el papá podía ser relevado por
nuestra Doula, por supuesto así lo hicimos… Yo llevaba un rato sintiendo las
contracciones poderosas, Lena entraba casi a cada momento, pendiente de todo,
con una dulzura y una maestría en sus cuidados infinita.
Y entonces llegó Concha, y lloré de
nuevo, lo íbamos a conseguir, ella me animaba, me decía lo
guapa que estaba, me iluminaba con su luz, me cogió la mano y nos miramos a los
ojos, nadie nos iba a detener en nuestro objetivo.
¡Tan solo unos instantes con mi Doula al lado y ya comenzaba a pujar! Concha salió a avisar a Lena, comenzaba el
expulsivo: eres una campeona, me decía mi Doula querida y se marchó, respetando todas y cada una de nuestras decisiones, para dejar que mi marido volviera a entrar.
Todo iba muy deprisa… llegó mi marido, la
matrona, auxiliares… Lena sugirió pasar al paritorio,
pues allí en la sala de dilatación, no tenía todo su material… accedí de nuevo
con la condición de que mi marido estuviera a mi lado en todo momento. En
apenas unos minutos estaba en paritorio, agarrándome con fuerza a unas asas que
tenia aquella cama-potro en el que me encontraba semi-incorporada. Recuerdo que
alguien, muy sutilmente colocó unas esponjas entre mis manos y las asas.
Recuerdo la luz que entraba por la ventana, era como magia, tras todo el
trabajo realizado, tras las incontables horas de espera, había llegado el
momento, mi momento, nuestro momento, ¡iba a parir! y nada ni nadie
me lo iba a impedir. Mi marido parecía dar saltitos, su preciosa sonrisa
brillaba como pocas veces había brillado y me animaba, se deshacía en halagos y
ánimos. Lena seguía muy cerca, controlando el proceso con un respeto y
un cariño que jamás olvidaré, sus escasas palabras, su cara de
felicidad animándome en cada contracción: “ya asoma la cabecita, dame
la mano que la vas a sentir…” ¡jamás olvidare esos momentos, jamás!.
Las poderosas contracciones no daban
tregua, entre una y otra debía apresurarme y oxigenarme para seguir en aquella
maratón que estaba a punto de terminar.
2 de enero de 2017, 15:08 h. Lena dice: “Dame
las manos que ya está aquí, la vas a coger” y con mis propias manos
sujeté a mi hija, dándole la bienvenida al mundo exterior y colocándola sobre
mi cuerpo, tal y como tantas y tantas veces había soñado: ¡Qué bonita es,
Lucía ya estás aquí, ya estás con mamá, qué bonita eres mi amor! …
ella me mira con sus ojos bien abiertos, siento su cuerpecito húmedo y
caliente, sobre mí, entre mis brazos ¡lo había logrado!
Lo que a continuación sucedió se queda
para mí. Intimidad y respeto por parte del personal del hospital y por supuesto
de nuestra Doula, que nos dejó con la condición de volver al día siguiente.
Y aquí termina mi historia, nuestra
historia, la de una mujer poderosa que decidió tener a su lado
una Doula porque así lo sintió, porque con su luz iluminó cada uno de nuestros
pasos y nos acompañó en el nacimiento de nuestra hija con respeto, cariño y
mucho saber hacer.
Gracias, Amama, por cruzarte en mi camino,
gracias por tus sinceras y necesarias palabras en cada momento, gracias por
permanecer a mi lado y no dejar que me rindiese, gracias infinitas por tu
cariño hacia nosotras, siempre formaras parte de nuestras vidas de un modo muy
especial.
Gracias a Lena la matrona, a quien no he
tenido aun la oportunidad de agradecerle tanto en un momento tan importante.
Gracias a las mujeres que han formado
parte de mi camino, que me han acompañado en todo el proceso y han contribuido
en mi trabajo personal, con su apoyo, con sus abrazos, con sus velas y su
energía transmitida, a las que cada día siguen luchando por que el parto no
sea respetado sino normal".
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