Imagina que un día quieres
conocerme. Te pones en contacto conmigo y te invito a mi casa. Nada más llamar a la puerta te ordeno que te quites el calzado, y
que entres al salón sin tu chaqueta, sin tu bolso… Una vez dentro, iniciamos
una conversación estando de pie pues no
permito que nadie se siente en mi sofá ni en mis sillas. Durante la
conversación yo fumo un cigarrillo tras
otro, lo cual te molesta.
Te invito a tomar algo, bueno, digamos que te obligo por mi
insistencia. Un café con leche de vaca. No te gusta ninguna de las dos cosas, pero ahora estás en
mi casa. Y te
sientes obligada a beberlo. Tengo el aire acondicionado a toda pastilla, y comienzas a tener frío. Pero como te
has dejado la chaqueta fuera, no puedes ponértela y sientes malestar…
Y así, sucesivamente, una serie de “protocolos” absurdos. Sin
embargo no tienes más que dos opciones: o
acatas lo que se hace en esta casa, o
te marchas. Porque
esta es mi casa y en ella hago lo que quiero. Y porque nadie de fuera va a
venir a decirme cómo hacer las cosas.
Bien. Esto no deja de ser un
cuento chino (lamento si alguien tiene estas normas en sus hogares, no ha sido
mi intención molestar a nadie). Sin embargo, podría ponerlo como ejemplo para lo que pasa en algunos hospitales, especialmente
los privados.
Porque hemos de tener en cuenta
que en los hospitales privados su finalidad básica es la rentabilidad económica y para ello, ponen sus normas. Así es que ya sabes lo que te puede esperar
cuando vayas a parir a un hospital (privado o público, que también los hay
bastante obsoletos…) donde tiene un alto
índice de cesáreas, donde cortan el cordón umbilical enseguida, donde no
respetan el piel con piel de un bebé recién nacido y su madre, donde las mujeres no son
escuchadas en sus peticiones ¡ni aunque lleven un plan de parto!, donde algunos
bebes sin motivo suficiente son llevados al nido hasta que a ellos les parece…
Les llaman protocolos, pero son unas normas
para controlar que todo está bajo su control, y valga la redundancia. Y
además no van a permitir que ninguna mujer que pida algo que no esté dentro de
lo que ellos están acostumbrados a hacer, se salga con la suya.
Estamos en un momento en el que
la información se transmite rápidamente y si se piden experiencias a mujeres
que hayan pasado por determinados centros hospitalarios, podemos saber de qué
manera funcionan. Es sencillo.
Ayer, una mujer que aprecio mucho
y me sigue por Facebook, me comentó que me notaba quemada. Y le di la razón.
Porque no puedo evitar la sensación de pelear contra molinos de viento en
algunos temas. Y la realidad es que, además de quemada me siento muy sola en
este caminar.
Las cosas están como están en el
mundo maternal, en el tema hospitalario.
Sigue habiendo mucha violencia obstétrica a pesar del empeño de
asociaciones, grupos de mujeres, incluso grupos de profesionales que quieren
cambiar las cosas. Y la sigue habiendo por varias razones que YO he observado.
Una de ellas porque el personal
sanitario (ginecólogos-obstetras, matrona, enfermeras, auxiliares y pediatras)
que intervienen en el parto/nacimiento no se recicla. Y vuelvo a insistir en que, si yo que sólo
soy Doula estoy en continua formación asistiendo a cursos de actualización, a
seminarios, a congresos… cómo hay quien
desde que terminó su carrera universitaria no se ha actualizado en cuanto a
lo que la evidencia científica ofrece como estudios, como avances. Pereza,
pocas ganas, poca implicación… cada cual tendrá sus motivos, lo bien cierto es
que a veces me quedo a cuadros cuando me entero de algo que ha pasado porque la
madre o un familiar me lo cuenta directamente.
Otra circunstancia por la que se
siguen dando situaciones de violencia obstétrica es porque, inevitablemente,
son las mujeres las que eligen donde parir a pesar de la información que tienen
a su disposición. E incluso hay quien,
sabiendo a qué se arriesga sigue eligiendo ese hospital, con lo que podríamos
decir que los resultados deberían ser de su responsabilidad… como en cualquier
otra decisión tomada en la vida.
Sin embargo, y aquí entro en tema
arduo, estoy hasta el gorro y más allá
de leer que todo es culpa del patriarcado. Es como que se exime a las personas
de la toma de decisiones y las consecuencias, y recae todo el peso de los resultados sobre una
tradición cultural muy machista. Y no digo
que no sea, en parte, por ello, sin embargo creo que mientras el Estado y las
instituciones van realizando esos tan necesarios cambios, el trabajo ha de ser
individual y desde dentro en primer lugar. Y luego desde los colectivos, y las
leyes. Creo que hemos de ser las usuarias quienes desde la información hagamos
valer nuestros derechos, pero no a la fuerza, sino desde el convencimiento, la
firmeza y la seguridad.
Hay situaciones en las que, por
citar un ejemplo, una mujer –supuestamente- informada decide ir a parir a determinado
hospital donde apenas llega, comienza a ser infantilizada, a no ser escuchada
en sus deseos, a no cumplir sus peticiones fijadas en el plan de parto… y así
una serie de despropósitos que, finalmente, consiguen que la mujer se abandone
y vaya cediendo a todos sus protocolos, por muy absurdos y en su
contra que sean.
Y es que aquí, desde esa lucha se olvida de algo muy
importante, de hecho y desde mi
experiencia, lo que más influye. Y es el estado personal y emocional de esa
mujer. Si todo lo que ha leído,
aprendido, escuchado NO lo tiene integrado y realmente se siente fuerte y
poderosa, va a ser fácilmente derrocada de su posición. Y será presa de su
vulnerabilidad. Y harán con ella lo que quieran. ¿Esto es culpa también del
patriarcado? Puede que sí, porque tal vez la hayan educado para ser una chica
buena y quedarse callada, pero con 42 años que tiene cuando va a ser madre, ha
tenido tiempo para cambiar su actitud, para formarse y para informarse. E insisto, tal vez lo haya hecho pero si
sigue acudiendo a un hospital donde las estadísticas hablan de mucha
intervención ¿dónde ha quedado su poder
de decisión? ¿Dónde están los cambios?
Muchas son las voces que reclaman
toda la responsabilidad para los profesionales, que dicen que corresponde a los
sanitarios informar a las usuarias y que ellas, a pesar de que no tengan ningún
tipo de información deben de ser tratadas con respeto y sin violencia obstétrica porque estamos en una sociedad patriarcal y capitalista. Y yo estoy de acuerdo con eso,
totalmente. Sin embargo, mientras eso ocurre, mientras las cosas cambian ¿qué hacemos? ¿Dejarnos hacer?
Yo creo que, es importante asumir nuestra parte de
responsabilidad cuidando nuestras emociones, sanando esas heridas que
aparecen en el momento menos esperando truncando la buena marcha de un parto,
de manera que seamos realmente fuertes para desechar la oferta de un hospital
por muy bonito que nos lo vendan, y elegir aquel en el que sabemos que tenemos
más posibilidad de ser escuchadas y mejor tratadas, aún teniendo un tanto por
cien en contra pues nunca sabemos qué tipo de persona nos va a atender…
Porque las cosas van a seguir
siendo igual si los cambios, como he dicho antes, no se dan desde la
individualidad y de dentro hacia fuera. No podemos cambiar el mundo si no
cambiamos nuestra forma de sentir y de hacer, así es que comencemos por
nosotras mismas. Escuchando, aprendiendo, integrando y desde ahí, cambiando. Y
luego uniéndonos a colectivos con el mismo sentir y con las mismas ganas.
Ahora llamadme condescendiente o
patriarcal, no me importa. Yo acompaño en los paritorios y veo qué pasa. Yo recibo testimonios de primera mano y sé qué ocurre. Porque, como decía mi
padre, "los toros se ven muy bien desde la barrera” (y soy anti taurina).
Totalmente de acuerdo contigo, Concha. Bravo por animarte a escribir sobre esto!!
ResponderEliminar¡Jajaja! Gracias Vanesa. A cierta edad se pierde la vergüenza y no importa el qué dirán...
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