Días atrás, me llamó para quedar
a comer una mamá a la que acompañé en su segundo parto. Entre nosotras ha
quedado una relación que va más allá del acompañamiento y, de vez en cuando,
quedamos para charlar. Me dijo que le confirmara la hora por teléfono ya que se
había dado de baja del servicio de washapp. Cuando nos encontramos me contó
que, su hija pequeña que tiene casi dos años, cada vez que quería teta iba con
el teléfono en la mano… y se lo daba. Al ser ella consciente de esto, recapacitó
y pensó qué sentiría su hija cuando ella, mientras le daba de mamar, estaba distraída
washapeando… y por eso, al darse cuenta, y afligida, decidió anular este
servicio.
En uno de los grupos de trabajo en
formación psico emocional en los que participo, se ha suscitado también esta
polémica. ¿Qué sucede cuando una madre que amamanta no está “conectada” con su
bebé? ¿Qué sucede cuando una madre que amamanta está conectada a su ordenador,
al teléfono, al washapp? ¿Qué es lo que percibe su bebé? ¿Qué es lo que le transmite
ella?
Sabemos que un bebé tiene un
tiempo de vida intrauterina y al nacer, necesita otro tiempo igualmente
aproximado pegadito a su madre a modo de canguro para completar el periodo de
inmadurez con el que nace, tanto a nivel físico como cognitivo y emocional. Es
lo que llamamos exterogestación. Durante este periodo, el bebé no se reconoce
como ser individual sino que está fusionado con su madre: siente a través de
ella, son una unidad que poco a poco se irá separando hasta que a partir de los
dos años más o menos, el bebé comienza a dejar de serlo y se reconoce como ser
individual comenzando utilizar el “yo” para referirse a él mismo.
Entonces ¿Qué pasa durante este
tiempo cuando en un momento tan íntimo como es el amamantamiento, la madre está
presente en cuerpo pero ausente de espíritu?
He sido testigo de frustraciones
por parte de algunas mujeres que han amamantado a sus hijos, cuando éstos se han puesto malitos. Bronquiolitis,
estados de nerviosismo, dormir inquieto y despertares constantes, diarreas y vómitos… algo que también padecen
los niños criados a la teta con lactancia exclusiva hasta comenzar la alimentación
complementaria. Niños con lactancias continuadas y amamantados más allá de lo
que es considerado como “normal” por cierto sector de la población, que se
supone no deberían enfermar con frecuencia y sin embargo llegan a pasar por
situaciones que incluso necesitan ingresos hospitalarios.
Cuando hablamos de las ventajas
de la lactancia materna (cosa mal expresada ya que deberíamos de hablar de los
inconvenientes de la lactancia artificial) se menciona la mejor salud física
de estos bebés. La especial composición de la leche materna con sus
inmunoglubinas, entre otras muchas cosas, proporciona un estado de protección
que la mejor leche de formula es incapaz de aportar. Creo no equivocarme si
preguntamos a las mujeres por qué deciden amamantar a sus hijos: la mayoría
responden que porque es mejor para su salud al ser lo natural en la especie. Sin
embargo ¿Cuántas son conscientes de lo que a nivel emocional supone esta interrelación
única y profunda?
Y recuerdo ahora las palabras de
Laura Gutman a pesar de todas sus detractoras. ¿Cómo se puede dar una nutrición
emocional si la misma madre no está nutrida emocionalmente?
Comentábamos en este grupo de
trabajo, la necesidad de muchas mujeres de esta desconexión precisamente por lo
que tiene la lactancia materna en exclusiva, de absorbente. Como me comentaba
una mamá, llega un momento en que una se siente poco más que unas tetas
andantes. No tiene vida propia, no tiene un momento para ella, no hay más que
bebé y teta, sobre todo al principio. Quizás el fallo esté en que nadie le haya
dicho con anterioridad que esto es así. Que la lactancia materna en exclusiva
conlleva una dedicación plena que, necesariamente, pasa por la madre ya que
ella ha gestado, ella ha parido y ella es quien amamanta.
Y comprendo esa necesidad de
evasión. Y comprendo ese agotamiento y esa soledad que supone saberse
imprescindible. Y comprendo esa carga de
responsabilidad que a muchas mujeres les produce tal agobio que deciden
abandonar la lactancia de forma prematura.
Porque es cierto que amamantar va
mucho más allá de dar leche a la cría. Amamantar es entrega, es dedicación. Amamantar
es contacto, es mantener la mirada y la sonrisa a esa criatura que se agarra al
pecho como elemento de vida, es hablarle con voz suave y palabras cariñosas para
que le produzcan un efecto sedante y de confianza. Amamantar es consciencia y presencia.
Amamantar es fusión.
Utilizamos con demasiada
frecuencia aquello de conectarse con el instinto para que todo fluya, pero
¿realmente existe ese instinto? Cuando una mujer esta pre-ocupada porque el bebé
tome leche y aumente de peso; cuando una madre está ocupada en menesteres que
la desconectan de las necesidades reales, suyas y de su bebé; cuando una mujer
al poco de parir intenta retomar su vida como si no hubiera pasado nada, difícilmente
conectará con ese instinto primario que toda hembra mamífera posee, ese
instinto de protección, de loba, de dedicarse a su cría por encima de todo.
Porque los condicionamientos
sociales, la exigencias externas e incluso el querer ser la mejor de las
madres, colocan un listón tan alto que no es posible superar tras un parto,
tras la revolución hormonal, física y psico emocional que supone parir.
Si en el parto han
influido factores externos como la medicalización, la anestesia y otros que no
han permitido a la hembra mamífera conectarse con su parte primitiva e instaurar
satisfactoriamente el vínculo, el apego, ese instinto del que se habla, está adormecido,
con lo que no es sencillo conectar con él y comenzar el amamantamiento desde
ese lado “instintivo”.
Y si además la lactancia es
vivida en solitario donde no se tienen patrones de conducta, donde no se
visualiza a otras mujeres dando teta, donde una cree que todo lo que le pasa…
solamente le sucede a ella, ese “instinto” entra en lucha con la mente
racional. Porque la lactancia también es un acto familiar, cultural y social
que se transmite entre mujeres.
Siempre pienso que la información
es poder y por ello animo a las mujeres a que se informen, tanto de los
procesos de embarazo y parto como lo que corresponde a la lactancia. Sin embargo,
en ocasiones es tanta y tan diversa la información que se puede llegar a tener, que se entra en un estado de confusión. Hay quien dice una cosa y hay
corrientes que dicen lo contrario ¿Cómo tomar partido? Pues sencillamente desde
el sentido común y arreglo a lo que cada mujer vive en su día a día, a lo que
cada una prioriza y según sus costumbres personales y familiares.
Empeñarse en amamantar en tándem,
por ejemplo, cuando a la madre le va la vida en ello, es un contrasentido. Porque
la madre no es feliz y sus hijos, lo perciben.
En fin, es un tema que me ronda
por la cabeza cada vez que surge alguna cuestión sobre la lactancia. Cada vez
hay más personas formadas, cada vez son más los profesionales sanitarios que se
implican en ello aunque ni en grupos de apoyo a la lactancia ni en ámbitos
sanitarios se contempla esta parte emocional, al menos mientras yo he estado inmersa
en este ambiente. Es más, he vivido en
primera persona, por parte de más de una asesora, denostar esta realidad y pretender que el
amamantamiento es puramente un acto físico.
Hace bastantes años cuando yo
amamantaba a mis hijos, no tenía información pues apenas se sabía sobre este
tema. Pero recuerdo que cuando iba a amamantar a mis pequeños, solía retirarme
del bullicio familiar y me iba a mi habitación o a un espacio tranquilo. Recuerdo
tomar sus manitas y mirarles a los ojos, recuerdo llorar de emoción al ver cómo
me miraban… y no me ocultaba por pudor, sino por intimidad. Yo no tenía ni idea
de nutrición emocional, ni de composición de la leche ni de los beneficios que
ello suponía para mis hijos. Simplemente amamantaba porque mi abuela y mi madre
lo habían hecho, porque como hembra mamífera consideraba que era lo normal. Por
desgracia las pautas eran otras y dejé de amamantar demasiado pronto, no sin
constarme unas buenas lágrimas por ver que me estaba quedando sin leche y no
sabía qué hacer…
Por eso, ahora que soy afortunada
testigo de esta maravilla que la Naturaleza nos ha proporcionado a las hembras,
a veces siento lo poco valorada que está la lactancia en su totalidad. Porque como
he dicho antes, la lactancia materna es alimento físico y también es
nutrición emocional, es un auténtico regalo para el alma de las criaturas que son
capaces de conectar con un más allá de lo que supone el oro blanco como puro
líquido bebible.
Me ha sobrecogido un poco lo que cuentas de la niña y el móvil. Está claro que abusamos de las tecnologías y que evadirse está a la orden del día. Pero afrontar la maternidad solas, sin sostén logístico y emocional, no ayuda, ya lo sabes. Si encima tienes uno de esos bebés que no sueltan la teta, literalmente, durante meses, ¿cómo gestionas el puerperio sin volverte loca? Conversar con tu hijo en una toma de media hora cada dos horas puede ser perfectamente viable, bajo mi punto de vista, pero ¿qué pasa con las que seguimos yendo al baño con el niño en la teta? Es históricamente lamentable que estemos viviendo la maternidad tan solas y encerradas, sin apoyo ninguno. Es un problema sociocultural complejo. A mí, sinceramente, lo que me sobra es intimidad.
ResponderEliminarUn abrazo.
Comprendo lo que dices y sé que hay que buscar recursos para no volverse loca. De ahí la necesidad de tribu, de compartir con otras mujeres.
EliminarPero ello no quita lo que comento. Quizás debería de haber aclarado que también está un poco en función de la edad de la criatura.
Mi nieta, con 12 meses, mama haciendo el "tetasutra", con lo que es imposible mantener la mirada con ella. En cambio, un bebé de 3 meses necesita esa visión protectora de su madre.
Creo que no es necesario detallar situaciones, al fin y al cabo cada madre se las apaña como puede. Pero lo que comento sobre esa comunicación afectiva que se establece durante la lactancia tiene su efectos, los últimos estudios ya demuestras que es incuestionable.
Por supuesto que no es mi intención juzgar lo que cada una haga, estará bien sin más.
Como suelo hacer en mis entradas, expreso mi sentir y lo que buenamente, conozco.
Gracias por tu aportación.
Un abrazo.