Comentaba el otro día con una
sobrina mía que, cuando una está en su mundo
cree que todo fuera de él sucede de la misma forma. Y nada más alejado de
la realidad.
De nuevo me centro y me baso en
lo que conozco un poco y ocupa parte de mi tiempo. La maternidad.
Es verdad que para algunas
mujeres es la mejor etapa de su vida, que la viven intensa y gratificantemente,
que se sienten diosas, que están empoderadas y son poderosas, que abogan hasta
el infinito por defender aquello que tan intensamente las hace felices… y me parece a mi que, desde esta postura privilegiada creen que el resto de mujeres sienten y viven
la maternidad y crianza de la misma manera.
Lamentablemente he de decir que
esto no es para nada cierto. Porque las circunstancias en que una mujer llega a
ser madre son distintas, muy diversas… y no siempre felices.
Cuando una chica queda embarazada y pasa la mitad del tiempo de gestación
ingresada en un hospital por una hiperemeses gravídica, sin ganas de nada,
sin fuerzas para apenas respirar… no vayas a
decirle que es una diosa y que su cuerpo sabe qué tiene que hacer, porque
ella se siente realmente enferma, porque siente que su cuerpo le está fallando,
porque vive el embarazo desde el malestar. Seguramente estás pensando que hay
algo que le produce esas continuas ganas de vomitar, y tal vez lo haya, sin embargo no nos corresponde a nosotras
averiguar qué hay tras esos constantes vómitos. Tal solo aceptar que para ella
no existe la felicidad en ese estado.
Cuando una mujer es abandonada por el padre de su bebé al poco de quedar
embarazada y vive con amargura, miedo y soledad el paso de los meses, de poco va a servirle que vaya alguien a
decirle que es una diosa y que su cuerpo es sabio. Porque el dolor, la tristeza e incluso la rabia son las emociones que la acompañan y flaco favor se
le hace si le hablamos de algo que le suena a cuento de hadas.
Y es que, en cierto ambiente de maternidad respetuosa parece que no tiene cabida algo distinto a lo maravillosamente que una está
viviendo.
"Conocí a una mujer X, en apariencia muy inteligente, profesora universitaria, con varias carreras a sus espaldas, con muy buena posición económica, muy “exitosa” socialmente. Conforme más la conocía, me daba cuenta de que evitaba hablar de situaciones que le generaban malestar. Siempre llevaba los temas a su terreno y eludía conversar sobre cualquier problema que la sacara de su zona de confort. Pero las casualidades de la vida me llevaron a conocer a una compañera suya de trabajo con la que establecí una breve pero sincera relación. En un momento dado me dijo que X no era capaz de comprender que el resto del mundo no funcionaba como ella, que no todas las familias vivían en la situación privilegiada de ella, que la dicha no entraba en todas las casas. Me comentó esta mujer que, su compañera X jamás le preguntaba cómo estaba… porque su situación familiar era “problématica” y la otra no estaba dispuesta a escuchar problemas de nadie. Lo triste es que con el paso del tiempo pude comprobar que era cierto y ante una situación complicada que yo misma pasé, la supuesta amiga X mostró un total desinterés… lo que me llevó a tomar una determinación: una relación menos".
Y
es que en ocasiones cuesta empatizar cuando la zona de confort es tal que no se
ve más allá de ella…
Creo que sería inteligente salir un poco de la zona cómoda y ver
qué hay en el mundo de afuera, qué hay en las calles… qué tipos de
maternidades hay o mejor dicho, que
circunstancias llevan a las mujeres a no ser dichosas en sus embarazos, a estar
totalmente desconectadas de sus cuerpos y de los bebés que albergan cuando
están embarazadas… incluso a no gestionar la crianza y la educación de su prole
de la misma manera que nosotras la entendemos.
Parece que, en ocasiones, una
está en absoluta posesión de la verdad y se ignora -o se elude - el hecho de
que haya mujeres que hagan las cosas de distinta forma.
¿A santo de qué digo esto? Pues posiblemente
porque yo sí he visto y he acompañado otras maternidades y cuando escucho, veo,
leo ciertas cosas, siento que con esas palabras se borra de un plumazo la existencia de tantas y tantas mujeres que
quedan fuera del tiesto. Tal vez porque nadie les ha enseñado cómo entrar. Tal
vez porque sus momentos personales no se lo ha permitido. Tal vez porque
ellas mismas han tomado la determinación de que así es cómo quieren hacer
las cosas…
En cualquier caso, son mujeres y
maternidades que también tienen su derecho a ser visibles. Que estén equivocadas o no, no seré yo quien las juzgue.
Escuché decir a una persona muy
querida que “se ha magnificado la maternidad y se ha institucionalizado la soledad
“(de las madres). Yo añado que no permitamos que esto suceda, que en nosotras está dejar de magnificar la
maternidad en grado superlativo y evitar que otras mujeres la vivan desde la
soledad, ya de cuerpo, ya de espíritu. Porque la maternidad es un estado más
en el tránsito de vida de algunas mujeres y porque, en ocasiones, son las
circunstancias las que mandan.
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