Prevención Infantil


Al hilo de los desafortunados comentarios del Ministro de Trabajo en cuanto a la escolarización de los niños desde poco después de su nacimiento, he recordado uno de los seminarios de mi formación como Doula. El que trataba sobre la Prevención Infantil. Aunque todos me gustaron y fueron muy interesantes, éste especialmente dejó una marca en mi corazón por ver de qué manera seremos responsables de lo que suceda en posteriores generaciones. Por tratar a los niños desde su nacimiento sin tener en cuenta sus necesidades más básicas, por no escuchar lo que su instinto demanda, por no atender a la pureza de su alma…


La mayoría de las investigaciones respecto al tema, parten de los trabajos de Reich, teniendo en cuenta también las investigaciones de Bowlby y su Teoría del Apego.

Hemos de tener en cuenta que ningún otro animal nace tan inmaduro como el humano.  Son muchas las investigaciones en campos como la sicología, la antropología, la medicina, la sociología…las que nos proporcionan datos  sobre la influencia que este periodo tiene de cara a la futura vida de ser, a nivel psíquico, emocional y físico.

La vida de los bebés la rige el cerebro reptiliano y el cerebro mamífero, pues el proceso que pone las neuronas en conexión, no finaliza hasta los dos años de edad, más o menos.  Por tanto, hasta entonces no podemos hablar de defensas psíquicas y  todo lo que le ocurra al bebé durante este periodo influirá en su propio cuerpo.  Se trata de un periodo extremadamente vulnerable.

Desde los dos años hasta los seis, aproximadamente, lo que suceda de importancia dará forma a su carácter. El inicio del funcionamiento del neocórtex facilita la adquisición de las capacidades y la destreza que  se va produciendo cuando el niño está maduro para hacerlo sin presiones. 
Como seres vivos nacemos con la capacidad de saber qué es lo que nos da seguridad, lo que nos nutre, lo que necesitamos dormir. Todas estas cosas no se aprenden y cambian en función del nivel de maduración. 

Escuchamos frases como que el niño “tiene que hacerse duro” pero la fortaleza que se quiere implantar queda imposibilitada ante un ser vulnerable como es un niño,  con lo que ante la frustración, no le queda otra salida que una adaptación-resignación progresiva. Los niños que son forzados a quedarse con alguien con quien no han establecido un fuerte vínculo todavía y se “resignan”, muestran un desapego emocional y muchos síntomas no son reconocidos o no se relacionan (trastornos del sueño y/o de la alimentación, enfermendades…)

Los niños han de cubrir sus necesidades primarias: al alimento, el descanso y a una vivencia de seguridad afectiva que brinda el afecto, la atención al llanto, el contacto corporal…  Cuando éstas no se cubren, el niñ@ siente el mundo que le rodea como un lugar hostil. A menudo, padres y educadores se preocupan llegada la adolescencia, de temas como la responsabilidad, las influencias del grupo, la autoestima… sin darse cuenta de lo que ocurre en este periodo es el resultado de los conflictos generados en la infancia y que  reflejan los conflictos de nuestra sociedad.
La autoestima es el amor que yo siento por mí mismo, lo que yo me estimo. El establecimiento de la autoestima se da en el periodo de formación de nuestro carácter, que va desde el embarazo hasta aproximadamente nuestros 6/7 primeros años de vida.

Se observa que cuanto más placer, más contacto y más seguridad ha podido disfrutar un niño, más creativo se muestra, más alegre, con más capacidad para salir de situaciones negativas, para reivindicar lo positivo, para ser sociable… para lograr la independencia es necesario un largo periodo de dependencia.

No puedo dar a los demás lo que no me doy a mí mismo, porque no puedo dar lo que no tengo. Si yo  me aprecio y me cuido, apreciar y cuidar a los demás será algo natural.  Si soy exigente conmigo mismo, lo seré también con las personas de mi entorno.

Nuestras vivencias en la infancia nos condicionan en gran manera, pero no nos determinan totalmente. Tendemos a repetir nuestra historia familiar, es decir, hacemos con nuestros hij@s y nuestras parejas lo que de pequeños hicieron con nosotros.  Pero  también tenemos la gran oportunidad de utilizar estas relaciones para sanarnos y  romper de esta manera la cadena intergeneracional de transmisión de pautas familiares. 

Notas basadas en  “Autorregulación y Prevención Infantil” 
Estíbaliz Vegas González. Psicóloga. Máster en Salud y Prevención Infantil.



Comentarios

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Parece mentira que tengamnos que seguir reivindicando cosas tan evidentes, y que se sigan escribiendo libros y libros sobre la "tiranía" innata de los bebés y la necesidad de "poner límites" a estos desde que necen. Y parece mentira que se considere un adelanto que los bebés estén 8 o 10 horas separados de sus padres y que encima se le llame a eso "conciliación familiar"...

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  3. Parece mentira pero así es. Todavía se cree que cuanto antes se "socialicen" (léase llevar a la guarde) mejor para ellos. Luego... pasa lo que pasa.
    Gracias, corazón.

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  4. No puedo estar más de acuerdo con lo que expones. Todo el mundo defiende lo que ha hecho con sus hijos, si los ha llevado a guardería desde pequeños, proclama las ventajas a las cuatro vientos, aunque reconozca que le de pena dejarlos allí.
    Siempre hay soluciones intermedias, solo que a veces no las queremos ver.
    Cuantas veces se menosprecian los primeros años de vida de los nños, e incluso la infancia... "se adaptan a todo" "sobreviven" "son fuertes" " así se hacen independientes" "les estimula el aprendizaje"...

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  5. Si, Iranzu, quizás necesitemos justificar nuestra actuación... Pero lo mejor para los niños, desde luego que no es eso...
    Gracias, princesa.

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