Acompañamiento

Ruth y Concha (dcha.), con Mónica.

Acompañando a Ruth


Conozco a Ruth a través de Sina. Somos  compañeras en la Asociación y hemos estado juntas en los últimos  Congresos de FEDALMA.
Cuando me dijo que estaba embarazada de nuevo y quería que fuera su Doula, aún no había entrado en su quinto mes y, en principio, me pareció un poco pronto pero ella estaba segura de que era el momento de comenzar.
Además, teníamos el verano por delante y durante un tiempo tendríamos que espaciar los encuentros.
En esos momentos, ella estaba pasando por una situación de mucho estrés, pues atendía a sus dos hijos además de su casa, todavía tenía un trabajo remunerado y debía de estudiar para presentarse a un duro examen: el de IBCLC.
Lo primero que hicimos fue una puesta en común con su pareja con el fin de intentar priorizar. Y comenzamos el acompañamiento. Por aquellas fechas estaba funcionando por encima de sus posibilidades y eso no era bueno para la criatura que albergaba en su vientre. Pidió la baja maternal y comenzamos a trabajar para rebajar ese nivel de ansiedad desde las prioridades inmediatas: ella, sus hijos y su estudio
Es curioso cómo las personas necesitamos, en ocasiones, que alguien nos recuerde lo que sabemos, que alguien nos diga que todo está dentro de nosotros, que somos nosotras mismas quienes tenemos el poder… y éste fue el inicio.
Ruth es una mujer curiosa e interesada en muchas cosas, se está trabajando a nivel personal, pero como ella misma dice “siempre quedan flecos” que afloran en momentos de vulnerabilidad. Y el embarazo es, sin duda, una época propicia para esto.
Intentamos vernos todas las semanas hasta bien entrado el verano, con un lapsus en agosto, y fue a partir de septiembre cuando nuestro trabajo se hizo más intenso.
Sus partos anteriores habían sido inducidos por pasar el tiempo máximo de su fecha prevista de parto,  y medicalizados, por lo que nos íbamos a centrar en la reafirmación de su poder como mamífera y en que, llegado el momento,  sería el bebé junto con ella quienes iban a decidir la hora de nacer sin “ayuda” externa.
En algún momento de flaqueza -cosa bien humana-  Ruth comentaba algo que me hacía entrever todavía su miedo en lo más profundo, un miedo a la inducción y a no saber ponerse de parto… y ahí es donde insistí.
Centramos el acompañamiento en hacer afirmaciones, en sacar todo aquello que podía impedir nuestro propósito.  Ruth hablaba y yo la escuchaba apuntando mi sentir cuando era necesario. Finalizábamos con unos momentos de relajación que nos hacían integrar todo lo vivido.
Durante este tiempo se hizo cargo del teléfono de atención de Sina y atendió a varias consultas, pero  el máximo de su tiempo lo dedicaba al estudio, a las puestas en común con sus compañeras, a las consultas entre ellas y a las tutorías por Internet…

Ruth
Puedo asegurar que fueron días muy intensos.
Hubo momentos de desaliento, pues tanto esfuerzo y tiempo invertido la abocaba a un estado de cansancio físico que necesitaba recuperar para seguir adelante.
En más de una ocasión pensé en esta dedicación, en su fuerza de voluntad para dedicar tantas horas a este empeño pues, por encima de todo, quería ser IBCLC.
Y así se lo decía para animarla: “¡Estás haciendo algo grande, princesa, gestar un bebé y gestar un título!” y juntas nos reíamos.
Llegó el momento del examen y tuvo que marchar a Madrid el 25 de julio, con sus compañeras y con su bebita en la panza.
Yo sabía que estaba muy bien preparada,  es una chica inteligente y  había dedicado muchas, muchísimas horas a preparar esta prueba. Estaba segura de que aprobaría… era importante que ella también lo tuviera presente.
La llamé la noche de antes para desearle suerte, así como al resto de compañeras. Le dije: “puedes conseguir lo que te propongas, recuérdalo”.
A partir del octavo mes comenzamos con las visualizaciones, unos preciosos trabajos en los que ella se veía comenzando el parto, llevándolo con serenidad, acompañando a su hija en la llegada a este mundo. Ella sola, con la fuerza de su cuerpo, con la sabiduría de su alma, con el apoyo y la ayuda de todas las mujeres de su linaje, con todos los úteros de la tierra
Estoy segura de que estos ejercicios son poderosos, pues reafirman aquello que sabemos pero que nuestra mente rechaza, aquello que está grabado en cada una de las células de nuestro cuerpo, aquello que nuestra memoria uterina siempre tiene presente… la sabiduría ancestral de que somos hembras mamíferas preparadas para parir y alimentar a nuestras crías.
Porque es algo que las mujeres transmitimos a través de los tiempos, es lo que hace que  sigan produciéndose embarazos y sigan naciendo niños, y que podemos conseguir de la mejor forma desde esa conexión con nuestro más primitivo instinto, con nuestro ser integral, desde la confianza en que la naturaleza es más sabia que la ciencia…
Se acercaba el momento y Ruth estaba en pleno “síndrome del nido”, estaba muy activa y en más de una ocasión fue necesario que viera de frente esta hiper-actividad para que pudiera parar y mantenerse absolutamente conectada con su niña intrauterina.
Llegaba el momento de dejar todas las cosas de fuera… para meterse dentro, para estar atenta a la llamada.
Seguíamos con las visualizaciones y con la ayuda de algunas herramientas externas que le aportarían más confianza en ella misma y en el proceso. Además, faltaban pocos días para que confirmaran su aprobado como Consultora IBCLC y el estado de nerviosismo por esta espera, podría alargar el desencadenante del parto.
Nuestro último encuentro tuvo lugar el jueves 27 de octubre, era su fecha probable de parto y la acompañé a monitores al Hospital donde tenía previsto parir.  Y después, quedamos para vernos el próximo miércoles… si no pasaba nada.
A última hora de la noche de ese mismo día, las compañeras le llamaron para decirle que habían salido las notas: ¡había aprobado!  Ella… ¡y las otras tres! Fueron momentos de mucha emoción, los teléfonos no paraban, era imposible contactar con ninguna.  Por un momento intuí que ya estaba todo hecho y que en breve Ruth se pondría de parto.
Ese viernes hablé con Ruth y mis palabras fueron algo así:  “háblale a tu hija y dile que ahora sí, que ahora ya estás preparada para cuando ella decida nacer, siéntelo e intégralo desde la confianza en ti y en el proceso”.
El domingo 30 a las 5:45 h aproximadamente, sonó el teléfono en mi casa. Era Ruth y había comenzado SU parto.
Las contracciones eran muy seguidas, apenas podía hablar… se ponía su pareja para continuar dándome datos y volvía ella acoger el auricular.
Por un segundo la transporté a ese lugar precioso y privado donde ella había estado durante las visualizaciones, a esos “ejercicios” para dejarse llevar con la contracción y no oponer resistencia, pero éstas eran muy seguidas y muy intensas.
En el rato que estuvimos hablando sentí que el momento estaba muy cerca y le dije al padre, que se fueran rápido al hospital… Tal y como estaba, tal y como yo la sentía y siendo un tercer hijo, el trayecto iba a ser muy corto…
Y efectivamente, la niña nació al poco de llegar. A las 6:55 vio la  LUZ.  Su madre fuerte y empoderada, consciente y lúcida, sabia y amorosa la había acompañado en este viaje. No necesitó a nadie más…, excepto al padre y a la respetuosa matrona que estaban con ellas. Había sido SU PARTO DESEADO.
Acompañar a Ruth ha sido la posibilidad de mirarme en su espejo.
Como Doula “mayor” tengo una gran ventaja a la hora de hacer un acompañamiento al no darse la misma implicación emocional que hay entre una madre y una hija, porque desde mi sentir sereno y maternal las sensaciones se viven de otra forma, apoyada en la propia experiencia no existen bloqueos, impera la sinceridad, no existen juicios ni acusaciones… fluye la energía y nace la confianza desde mi hacer, que cada mujer percibe como necesita, especial y particular.
Ser amorosa, firme y empática, maternal y confiada…  colabora a que, acompañando a una mujer embarazada, ésta escuche y se involucre, sea la única y auténtica responsable de su cuerpo y de su momento.
Esta experiencia es otro regalo que la Vida me hace y que quiero compartir aquí.
Han sido momentos en los que he tenido que conjugar la emoción y la serenidad, en los que he tenido que evocar a las mujeres sabias de mi linaje y a todas las que han sido antes.  Porque, aunque soy consciente de que todo está en mí,  sé que me transmiten fuerza y afianzan mi ímpetu para hacer esto que tanto me agrada, que tanto me satisface y que tanto me hace crecer como persona, como mujer: ser Doula.


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