Parajes del recuerdo




Normalmente, cuando salgo al monte a caminar, lo hago en domingo y con Ardillas,  mi club de senderismo. En esta ocasión, ha sido en sábado y organizada por unos amigos. Ha sido una ruta circular, de casi 16 km que hemos recorrido, tranquilamente,  en poco más de 5 horas, comenzando a las 9 h de la mañana y finalizando a la hora de comer. 
Este recorrido tenía  dos características que lo ha hecho especial. La primera es que todo el camino transcurre cerca del agua. La segunda, que en él se acumulan recuerdos de mi infancia y de mi juventud, pues el sendero está enmarcado en el pueblo de mi abuelo,  donde he pasado –y paso- parte de mi tiempo libre.  Y aunque no soy muy dada a evocar el pasado… sí han aflorado emociones.

Partimos del centro del pueblo, desde la Fuente de San Jaime hasta la Fuente de la Agricultura. De ahí a través de un camino por detrás de las últimas casas, accedemos a la Ruta de los Molinos que transcurre dejando a nuestra derecha las limpias aguas del río Buñol.

Al poco, dejamos a nuestra izquierda el Molino Guarro y el Molino de la Luz, , en estos momentos ambos abandonados y en ruinas, y donde iba a comer "la mona" con mis abuelos y con mis padres en las Pascuas. Cruzamos un pequeño puente y el río, que ahora queda a la izquierda, nos deleita con dos azudes y sus cascadas.
Tomamos un desvío que nos lleva al lugar donde acudía con mi pandilla para darnos un chapuzón, el Charco Azul con sus aguas cristalinas y azuladas que dan origen al nombre, para volver de nuevo al camino y siguiendo con el agua a nuestra derecha, llegamos al Molino Galán, caserón que fue un antiguo molino harinero a principios del siglo XIX y ahora rehabilitado como Masía Rural tras haber sido un criadero de anguilas que abastecía a toda la Comunidad Valencia.

Teniendo al río como compañero de camino, seguimos nuestra ruta para desembocar en la Fuente de la Mezquita donde perdemos de vista al río Buñol y, cruzando la carretera, nos adentramos en un camino que nos lleva a la Cueva del Turche (siguen, serenamente,  aflorando recuerdos...) con un pequeño lago natural bajo una enorme cueva abierta y originado por las aguas del río Turche. Allí paramos para tomar un refrigerio y seguir caminando.

Deshacemos el camino y comenzamos a subir por uno semi asfaltado. En el fondo del barranco, a nuestra derecha,  podemos ver el Charco Mañán, de gran profundidad y con cristalinas aguas de color verde esmeralda. ¡Precioso!

La ruta sigue ascendiendo hasta llegar al Valle Feliz, que nos conducirá hasta la Cueva de las Palomas, cuya entrada ya se hace dificultosa por lo desgastadas y resbaladizas que están las rocas de acceso.
La cascada que vierte sus aguas a la poza principal es alimentada por las aguas del Río Juanes, y aunque ahora apenas suelta agua,  yo he podido contemplarla como una gran cola de caballo.  La poza, muestra unas aguas limpias, transparentes y aún a pesar del frescor de la mañana, invitan a darse un chapuzón.
Este fue un momento muy especial para mí… en esta cueva he estado muchísimas veces anteriores con personas amadas que ya no están en este mundo pero que permanecen en mi corazón y fue, por un momento, como si todavía las estuviera viendo en el agua, con sus risas, con sus bromas…  Y por ese motivo, la congoja  y las lágrimas pidieron paso… y les permití manifestarse. Mi marido, que estaba a mi lado, se percató y aunque enseguida intuyó qué me pasaba… me preguntó y me abrazó. (Gracias, cariño).

Tras las fotos de rigor y una vez restablecida –cosa que ocurrió en breves minutos- seguimos ascendiendo hasta llegar al paraje del Río Juanes con las ruinas de un antiguo balneario que hace bastante tiempo tuvo sus años de esplendor, gracias a sus aguas termales y sulfurosas. Todavía recuerdo las habitaciones, las bañeras de mármol y el fuerte olor de las aguas… 
Una lástima, pues allí había, también, un merendero donde quedaron muchos recuerdos de infancia junto a mis padres y hermanas.

Llegado al punto más alto del trayecto, comenzamos el descenso, cruzando de nuevo el Valle Feliz y llegando finalmente, al pueblo donde teníamos la comida concertada en un restaurante del mismo.

Como he comentado al principio, todos estos lugares forman parte de mi vida, de mi infancia y adolescencia, pero viéndolos ahora desde otra perspectiva, adquieren tintes de novedad… si no fuera por lo que la memoria  ¡puñetera! se empeña en evocar.
Ahora, el testigo ha pasado a mis hijos quienes también gozan con lo que la Naturaleza nos obsequia tan cerca de la ciudad, y estos parajes, especialmente los comparto y los disfruto con mis nietos, quienes lo pasan en grande con tanta agua especialmente en verano cuando se pueden dar un remojón.

Sábado distinto y especial, día soleado y magnífico para hacer senderismo. Buena ruta y buena compañía (gracias a Ricardo y a Emilio). Comida casera y con agradables contertulios… ¿se puede pedir más?
De nuevo… gracias a la Vida.

Comentarios

  1. Hola Concha, bonita, emotiva en parte y precisa crónica de la caminata realizada el pasado sábado en compañía de personas a las que aprecias de vedad, en la que, como a tí, me invadieron bonitos recuerdo de juventud. Gracias por las alusiones hacia mi persona y espero volver a compartir muchas más rutas en tu compañía y la de mi amigo Manolo, tu querido espso. Un abrazo. Ricardo Vivó Ramos

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    1. Claro que compartiremos más, pero esta ha sido especial. Las veces que fuimos al Charco Azul, y a la Cueva del Turche siendo adolescentes... eso queda ahí, en el recuerdo y en el corazón.
      Abrazos.

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  2. Hola Concha
    Que rutas tan bonitas,que paisaje y como me gusta como explicas tus salidas, se nota que disfrutas lo que te gusta.
    Besos,Rosana

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    1. Me gusta que te gusten... lo bueno hay que compartirlo.
      Besos, preciosa.

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  3. Me gustan estas entradas tuyas , tus paseos y tus fotos. Es casi como hacer turismo desde casa. Un beso.

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    1. Pues me alegro, linda. Paseemos juntas...
      Abrazos desde el Sendero.

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