El monte se quema (y nosotros, lo lloramos)

Perfil de "El  Montrotón" 

Ayer por la mañana acudimos Marido y yo para ver una de las zonas quemadas en estos días, la zona del pueblo de nuestros antepasados.  Nos acercamos lo más que hemos podido a ver nuestro monte totémico y nos hemos quedado los dos en silencio. La pena ahogaba las palabras, el olor a quemado y la tristeza nos ha alejado en pocos minutos del lugar.

Al llegar a casa me preguntó si podía escribir unas palabras y se las publicaba en mi blog. ¡Cómo no! Él, senderista, montañero desde los 14 años sabe lo que supone el monte, sabe lo que aporta la montaña. Ahora, ambos sabemos que no volvermos a ver el verde en "El Montrotón", pues se necesitarán más de 20 años… y nosotros quizás no lo lleguemos a ver.

He aquí sus palabras.


"El monte se quema.  Por desgracia, esta frase se está convirtiendo en casi cotidiana porque raro es el día en que no se produce algún incendio forestal en esta reseca piel de toro. Portugal, Galicia, Guadalajara , Catalunya… y en este momento, Murcia, Albacete y la Comunidad Valenciana.

El Montrotón, quemado,  vista desde Yátova
Pero, ¿Por  qué? ¿Cuáles son las razones que originan estos tristes episodios que alcanzan efímeros titulares en los noticieros nacionales y que encierran, casi ocultas, auténticas tragedias? Más allá de las consabidas condiciones meteorológicas propias –nuestro clima es el que es y muy poco podemos hacer (o estamos haciendo) para cambiarlo– la falta de una adecuada planificación, de medios, de mentalidad, de ¡EDUCACIÓN!, nos están llevando por una pendiente cada vez más inclinada hacia el fondo del pozo del desastre.

¿Cuándo comprenderán las “autoridades competentes” que los incendios del verano SÍ se apagan el  INVIERNO ANTERIOR? Si sabemos que “más vale prevenir que curar”, ¿por qué no se les cae la cara de vergüenza ante la falta de previsión, de forzados recortes presupuestarios que no sólo ponen en peligro vidas y haciendas sino que el ahorro económico que pudieran suponer, equivale a una mínima parte de los costes necesarios para apagar los incendios? Y no valoramos el coste de las supuestas ayudas que se repartirán para compensar a los afectados, ni el coste de las reforestaciones (si algún día llegan a llevarse a cabo), ni la incalculable pérdida de valor medioambiental (¿Cuántas toneladas de CO2 se han vertido  a la atmósfera? ¿Cuántas toneladas de CO2 dejarán de ser absorbidas anualmente?), ni la pérdida de actividad agrícola, de turismo rural, de hostelería en general, ni de los pequeños comercios que se ven afectados por esta trágicas situaciones. ¿Cuánta vida animal se ha esfumado? Sí, esos seres que no han podido huir de las llamas por falta de velocidad, por desorientación o por estar estabulados. ¿Cuánta riqueza vegetal se ha vaporizado?

¿Y los riesgos de la integridad física de los participantes en las tareas de extinción?  En el momento de redactar estas notas hemos de lamentar la muerte del piloto del helicóptero que se estrelló en el Pantano de Forata y las heridas de dos ocupantes de otro helicóptero que se estrelló treinta minutos más tarde en la Sierra Martés. Son cientos, miles, los que se arriesgan para tratar de controlar una situación que nunca debiera haber alcanzado estas magnitudes de catástrofe: Brigadas Forestales, Bomberos, la UME, voluntarios de Protección Civil y de la Cruz Roja… y tantos y tantos otros que ofrecen su solidaridad y consuelo a los afectados.

Por la ladera izquierda teníamos el acceso fácil a la cumbre

Por mi condición de senderista he recorrido, junto a mis compañeros, múltiples caminos y senderos de las zonas valencianas que se han quemado: Senderos Locales, Senderos Botánicos, Senderos de Pequeño y Gran Recorrido, pistas forestales… Pues bien, hemos recogido latas, papeles, plásticos y cartuchos, abandonados por desaprensivos, despreocupados o , simplemente maleducados... Además hemos tenido  que romper ramas bajas y utilizar tijeras de podar para poder transitar por ¡senderos homologados! que nadie mantiene por falta de presupuesto o por pura desidia. 

Pongamos un ejemplo: acaba de quemarse completamente el Montrotón, la montaña más emblemática de la Hoya de Buñol. 
Un grupo de esforzados componentes de ATAVA, Grupo Excursionista de Yátova, abrieron caminos para llegar a su cima desde los cuatro puntos cardinales, luchando contra las coscojas, aliagas, romeros y otros matorrales que habían colonizado sus laderas después del incendio de hace unos veinte años. Pero los pimpollos  que habían brotado formaban en muchas zonas una espesa masa en la que apenas cabía un puño. Ahora ya no queda nada. Si se hubiesen diezmado los pimpollos, si se hubiesen invertido salarios en el mantenimiento del propio bosque adulto, si hubiésemos tenido rebaños de cabras y ovejas transitando por esas zonas… la situación habría podido ser muy diferente.

 Y, como tantos otros,  con profunda tristeza pienso que ya no podré llevar a mis nietos a la anual ascensión estival a la cumbre del Motrotón, ya no podré enseñarles el poste que indicaba  la distancia al Polo Norte, al Everest, a otros lugares importantes de este “Planeta Azul”  Y no podré responder con un mínimo de coherencia a su infantil pregunta: Yayo, ¿Por qué se quema el monte?"
  
Manuel Villanueva y Pérez, es profesor jubilado, senderista y padre de un brigadista forestal.


Comentarios

  1. He llorado. No quiero enseñar la foto a mis hijos.
    Gracias Papá, por poner palabras a la rabia e impotencia.

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