No siempre comento aquí cuando salgo al monte a caminar, solamente
lo hago de forma esporádica, pero podría hacerlo cada dos semanas
o, al menos, una vez al mes, que es con
la frecuencia con la que procuro salir.
Lo bien es cierto que, cuando hace 15 años comencé a
levantarme los domingos a las siete de la mañana (o antes) para irme a pasar el
día al monte, caminando bajo la lluvia o el sol, con frío y con calor, comiendo un bocadillo sentada en los riscos o en los ribazos, andando todo el día y llegando a casa
con las botas reventadas -figuradamente hablando- la gente con la que lo comentaba
me decía “¡pero estás loca!” y es que claro, o las cosas se viven y se sienten…
o no se comprenden.
Confieso que siempre he sido poco activa deportivamente
hablando. Cuando estudiaba, en más de una ocasión me amonestaron por “pelarme”
la clase de gimnasia ¡era un torro! Tampoco me impliqué en las actividades
deportivas que había en mi colegio: balonmano y baloncesto. Era absolutamente
nula para correr y darle a un balón.
Así, pasaron mis años jóvenes y nunca hice deporte, siquiera
me atraía lo más mínimo. Cierto es que, cuando mis hijos eran pequeños, y con
una terrible vergüenza… aprendí a nadar ¡algo es algo! Y posteriormente estuve
acudiendo a natación por “recomendación médica”.
Pero lo del senderismo, para mí, va más allá de cualquier
deporte, sobre todo porque no se trata de competir ni de demostrar nada a
nadie. Quizás sea esto lo que me
enganchó…
Y fue hace muchos años cuando comenzó a despertar este interés. Marido es montañero –más que senderista- de siempre, desde que apenas era un adolescente. Cuando nuestros
hijos eran pequeños, él se subía a las cumbres de Pirineos y yo me quedaba con
ellos en el camping...
El año que el menor de mis hijos fue a la guardería, el día de
final de curso y tras la fiesta, nos quedamos varias mamás charlando sobre qué
haríamos en verano… y yo les comenté mi subida a la gran cordillera. Varias de
ellas comentaron que a sus maridos también les gustaba la montaña pero que no
solían ir. Y cosa de mujeres, organizamos una “kedada” para conocernos todos e
irnos juntos a los Pirineos.
Y así fue. Nos marchamos
varias familias y eso dio lugar a la incipiente gestación de lo que luego sería
mi club de senderismo.
Salimos en más ocasiones, varios veranos, se añadieron más
familias amigas y así llegó el momento en que se pensó que, este grupo, debía ser consolidado. Se crearon unos
estatutos y en febrero de 1997 se le dio forma legal a Ardillas Club de Senderismo. Y Marido, como socio fundador, tiene el número UNO en la lista de socios. Se lo merece.
Han sido domingos, fines de semana, vacaciones de Pascua y de
verano, han sido horas… kilómetros recorridos por nuestra geografía.
Desde entonces he aprendido mucho de montañas y de valles, de ríos,
de comarcas y de aldeas, de árboles, de plantas y de insectos, de mi comunidad y de
comunidades vecinas… porque lo que se ve, se toca, se siente, se vive y se integra, eso… no se olvida.
Pero algo muy importante es que he conocido a muchas personas
y que, algunas de ellas, hoy forman parte de ese grupo de “elegidos” que todos
tenemos entre los amigos.
Porque como dicen los más mayores, “hasta que no se comen las sopas juntos, no se conocen a las personas”.
Porque han sido horas compartidas, noches en saco de dormir junto a alguien que
no concilia el sueño, senderos caminando en compañía, subidas a cimas en las
que se necesita una mano amiga, cruces de ríos en los que te apoyas en los
que tienes más cerca… y así, de esta forma y tras muchos kilómetros, es fácil
encontrar una voz amiga y fiel.
Y no sé por qué razón, hoy me he acordado de aquello que me
decían al principio y que ahora nadie osa decirme, aquello de si estaba loca…
Porque, definitivamente, la riqueza que he atesorado estos
años es un bagaje que de otra manera, sentada los domingos cara a la caja tonta
–por ejemplo- no hubiera adquirido.
Este verano, en pocos días, caminaremos varios compañer@s de Ardillas durante una semana por la Ribera Sacra, en el sur de Galicia entre los ríos Sil y Miño. Espero volver con el corazón henchido de paz y los ojos tintados de verde (si los incendios no lo impiden).
Este verano, en pocos días, caminaremos varios compañer@s de Ardillas durante una semana por la Ribera Sacra, en el sur de Galicia entre los ríos Sil y Miño. Espero volver con el corazón henchido de paz y los ojos tintados de verde (si los incendios no lo impiden).
¿Realmente creéis que esto es una forma de locura? Yo... no lo
creo.
Lo que yo siento al leer eso de los Domingos a las 7 de la mañana es admiración. Sólo de pensarlo me siento exhausta. Yo el Viernes por la tarde tengo la energía bajo mínimos...
ResponderEliminarDisfruta mucho! y quedamos a la espera de esos magníficos reportajes fotográficos que nos regalas después de cada una de tus salidas.
¡Ja, ja! te comprendo, pero todo tiene su momento.
EliminarCuando vuelva, ya sacaré mi reportaje, ¡seguro!
Abrazos.
No, no lo es. O no es más locura que cualquier otra, sea tocar el violín, o coleccionar sellos. Te entiendo perfectamente, tampoco me gustaba gimnasia pero caminar, ah.... caminar, trekking, senderismo, es otra cosa. Como bien dices, sin tener que competir ni demostrar nada a nadie, simplemente el placer de sentirse en la naturaleza y formando parte de ella, que muchas veces en el mundo de cemento y las rutinas cotidianas (con sus competiciones, prisas etc), se nos escapa. Sin sentirse ni más ni menos, sino simplemente siendo y estando ahí. Que ya es mucho!
ResponderEliminarDisfrútalo, disfruta de esa locura, que ojalá fueran todas así, de las que dan serenidad, y hacen disfrutar y no de esas tantas y tantas locuras que cada vez que ves las noticias o las lees te las encuentras sin querer y te hacen desear irte para siempre de senderismo.
Oye y si os animáis un día, con un chubasquero, aquí hay rutas preciosísimas ;D. Esta loca también lo está deseando.
Besos mil
pd no, no soy Ray...en finnnnnnnx :))
Pues sí, Esther, ojalá todas las locuras fueran así, desde luego mucho más sanas y constructivas que estar cara al TV pendiente de la vida de los demás... pero vaya, cada cual es cada cual.
EliminarY por aquí, por este país nuestro de contrastes y tan desconocido para los propios, todavía me queda mucho que recorrer y no me da vergüenza decir que sus distintos paisajes, culturas, gastronomía... no tienen nada que envidiar al resto del mundo. (Y no es que haga patria, te lo aseguro).
Aunque no descarto -algún día- visitar las High Lands...
Besos calurosos.
es que quién dijo que tenía que envidiar? si se puede, a por todo. Qué más da cuándo y qué va antes o después... lo importante es disfrutarlo ;)
EliminarClaro que sí, quien pueda y le apetezca ¡a por todo!
EliminarY lo de envidiar no lo dijo nadie, cielo, es una expresión hecha...
Un abrazo.
amor=locura
ResponderEliminarsí, efectivamente, "loca" pero amando, que es lo mismo que viviendo.
No sé cuándo vas, pero pásalo muy bien.
Me voy en agosto, querida Iranzu, y la sorpresa será el tiempo atmosférico que podamos encontrar, con lo que en la maleta irá de todo ¡ufff! eso es lo que peor llevo.
EliminarGracias por tu bonitas palabras.
Ufff dimelo a mi que voy de viaje ahora a Bilbao, La Rioja y Polonia. Llevo ropa para playa, montaña, paseo, boda (dos dias de boda en Polonia), lluvia, sol, río, piscina,...
ResponderEliminarPasalo muy bien y llénate de verde y de sol, que nos da mucha energía.
Todo mi cariño para ti, no dejes de escribir eh?
¡Madre mía, Iranzu,! Necesitarás "el baúl de la Piquer". Pásalo bien tú también, cielo. Cuando volvamos, nos re-encontraremos.
EliminarBesos para los tres.