Me
he encontrado con una amiga que ha sido abuela por segunda vez. La hermanita
del bebé tiene tres años y medio y está
mostrando con cambios en el
comportamiento su manera de sentirse… relegada. La abuela en cuestión me
preguntaba si mi nieto también había tenido “celos” de su hermana.
Y
lo cierto es que me ha dado que pensar. Me he ido muy atrás en el tiempo, a
cuando mis hijos fueron recibiendo a sus hermanos…
Cuando
el segundo de mis hijos nació, su hermana tenía tres años y medio, y si bien no
hizo ninguna manifestación evidente… comenzó a morderse las uñas, lo que me
demostró que, de alguna forma, estaba sintiendo algo fuera de lo habitual. Desde la observación, la normalidad y el
respeto hacia este gesto, en pocos meses dejó de hacerlo. Y la relación con su hermano siempre fue
cordial y “amistosa”, aún siendo muy niños.
Cuando
nació el tercero de mis hijos, la niña ya tenía diez años y para ella fue una
experiencia, pues ella misma era la que se sentía “mayor”. El segundo, tenía siete años y a pesar de la
alegría con que él mismo lo acogió, no pudo evitar de vez en cuando darle algún
que otro empujón cuando el pequeño ya caminaba. También entendimos que era su
manera de decirnos que le estaba costando dejar de ser el hijo “pequeño”...
Entiendo
que denominar con el nombre de celos a los sentimientos que los niños intentan
manifestar cuando ha llegado un hermanito a casa, no es lo más apropiado. Y
lejos de ser patológico, considero que
se trata de algo normal, e incluso diría que “bueno”.
¿Hemos
oído hablar del síndrome del príncipe
destronado? Pues así debe de
sentirse una criatura cuando, después de ser el centro de atención de sus
padres y demás familiares, pasa a un segundo plano de la noche a la mañana. El niño puede percibir que el nuevo ser se
convierte en su rival acaparando la atención de sus padres y se siente
desplazado y temeroso hacia la consecución de sus necesidades.
Se
tiende a creer que haciendo al hermano “mayor” participe del acontecimiento que
se avecina, hablándole de su hermanito o hermanita hasta la saciedad... de que lo tendrá que cuidar…
de que el otro será un pequeñajo/a, de que él o ella YA ES MAYOR… se le ayudará
a comprender la situación.
Y
nada más lejos de la realidad. Porque tener un hijo es cosa de los padres y son
ellos los que han de asumir la
responsabilidad, porque el que nació primero no es responsable del cuidado ni
de las atenciones del que va a nacer, porque no tiene sentido descalificar a
uno para ensalzar a otro, porque el que nació primero todavía NO ES MAYOR…
Durante
la formación de Doulas, en el seminario que hablábamos de la vuelta a casa
luego del parto, se comentó que quien sería el que en esos momentos necesitaba
mayor atención en una familia de cuatro miembros, por ejemplo: madre, padre, primer hijo y
recién nacido. Y “curiosamente” llegamos a la conclusión de que era de vital
importancia el cuidado y la atención al hijo que nació primero, al que estaba
en casa esperando el regreso de los papás y el bebé del que tanto le han
hablado, evitando lo más posible que
cambiaran sus hábitos, continuando las manifestaciones de cariño y atención que
se le prodigaban antes del nacimiento del bebé. Porque por mucho que se le
intente preparar para el acontecimiento… la criatura no sabe cómo se comportará
cuando llegue el momento. Y nosotrxs tampoco.
Cuando
más pequeño es el niño, mayor es la dependencia de sus padres y más lo va a
notar, ya que posee menos herramientas para manejarse en esta nueva y
desconocida emoción. Personalmente, también creo que el ambiente familiar
influye en la forma de adaptarse a la nueva situación. También considero
importante no comenzar a dejar al hermanitx más mayor al cuidado de otras
personas –si antes no se hacía con regularidad- pues sentirá que se lo quieren
quitar de encima para estar con el bebé.
Cada hijo tiene una demanda arreglo a su
personalidad y como tal hay que seguir satisfaciéndola. De nada sirve decirle
lo bien que lo pasarán jugando los hermanitos porque, los niños pequeños, viven en el momento presente y no pueden
hacerse una composición de lugar de lo que los adultos les quieren hacer…
creer. Hacer caso a sus llamadas de atención sin incidir en comentarios negativos
al respecto es darles la comprensión y el apoyo que necesitan en estos
momentos. Y por supuesto, evitar preferencias, comparaciones y castigos ante
conductas consideradas fuera de lo “normal”. No conducen a nada bueno.
Podemos utilizar cuentos, historias, juegos en los
que se introduzcan otras familias en las que también haya hermanos o hermanas
menores. Pero hemos de tener presente que cada niño,
cada niña necesitará de su tiempo y hemos de concederles desde nuestro apoyo y
con nuestro Amor sin condiciones, todo el que precisen. Abrazarles y decirles cuánto
los queremos y que nuestro amor es
inmenso para todos y cada uno de los hijos que tengamos quizás les dé un
poquito de tranquilidad.
Me encanta este post, Concha!
ResponderEliminarMe alegro, Laura.
EliminarUn abrazo. Y gracias por asomarte por aquí ¡y decirlo!
qué gran verdad! todo lo que escribes, qué cierto!
ResponderEliminarnosotros empezamos por hacerle partícipe y sí, igualmente, siguió mostrando (y sigue) actitudes que llamaríamos "celos". Y totalmente cierto que es de lo más normal
igual que los pequeños a veces sean más independientes, nacieron con la "desventaja" de compartir padres desde el principio - nunca un segundo o tercer embarazo son iguales que el primero, así que la crianza ya para qué
Es difícil encontrar el equilibrio, pero como bien comentas, es cuestión de amor. Paciencia, trabajo y cariño
No creas que he escrito esta entrada al azar, querida Esther, ha sido fruto de mucha observación...
Eliminar"Venderles" a los niños la llegada de un hermanito, máxime si son muy pequeños, les somete a una situación de expectación que en muchos casos se agrava cuando nace el nuevo bebé.
Dejar que las cosas sucedan quizás sea lo más apropiado. Sin quitar ni poner importancia. Vivirlo y compartirlo sencillamente en el día a día, como la misma Vida.
Gracias por tu comentario.
Por la franja de edad de los niños con los que trabajo, me encuentro cada año con situaciones con las que describes. Claro que los niños tienen celos de sus hermanos. Claro que entre hermanos siempre hay rivalidad. Los celos y la rivalidad fraternal son sanos, forman parte de la convivencia, de aprender a ceder, a reclamar lo que es nuestro. Mi manera de asumirlo y de orientar a los padres es...empatiza, permite a tu hijo expresarlos, dale lo que te pide...recuérdale cuánto le cuidaste cuando era un bebé...y que los límites de esos celos sólo sean el respeto al otro.
ResponderEliminarEstamos de acuerdo, Amiga Carmen. Lo que para nosotras es normal muchas personas lo ven como patológico.
EliminarComo bien dices empatizar,o sea, ponerse en su lugar, escucharlos, comprenderlos y no presionarlos es lo mejor que podemos hacer. Y dejar que sigan su curso, que crezca cada cual en su lugar y recibiendo lo que necesitan, básicamente AMOR.
¡Qué "suerte" tienen tus ratones!
Gracias por opinar. Abrazos.