Sometida a la vorágine de lo cotidiano, me doy
cuenta de que apenas sé, puedo o quiero parar… y a pesar de que una vocecita
interior, de manera queda me repite incesantemente que baje el ritmo, en
algunas ocasiones no lo consigo por aquello de que lo urgente no permite hacer
lo necesario. O es lo que quiero creer yo.
Menos mal que mi proveedora habitual de
soluciones, la Vida misma, llega oportuna y me concede la clave, aquella que
viene de forma externa y además, no
tengo valor para rechazar.
Esta ha sido mi semana de desconexión, de
reencuentros. Con la Naturaleza, conmigo… con mi marido. He pasado una semana en la Costa Brava y
aunque a priori no era un destino del que esperaba demasiado (si, lo reconozco,
todavía me creo expectativas…) han sido unos días realmente gratificantes.
Aprovechando la oportunidad que los Servicios
Sociales nos brinda a los jubilados (marido ya lo está) en sus actividades para
mayores (IMSERSO) tomamos como punto de partida para nuestras excursiones un
hotel en Lloret de Mar, pueblo turístico en la costa de Girona (para extranjeros
de medio mundo) y sin otros atractivos aparentes más que sus playas. Pero como
nuestro fin era utilizarlo como base, aceptamos la semana a pensión completa.
Tras la primera visita a la población, nos dimos
cuenta de que aquello era tal y como nos habían dicho: “Guirilandia”, y aunque
sea una expresión poco acertada, lo cierto es que por un momento en medio de
aquel paseo marítimo tuve que pararme para pensar dónde me encontraba pues mi
sentimiento era estar como en una torre de Babel por tantos idiomas
desconocidos que llegaban a mis oídos. Excepto el francés y el inglés
claramente reconocibles, el resto fueron imposibles de identificar. De
castellano y catalán… apenas escuchamos palabras.
Marido y yo tenemos la costumbre de ir siempre a
nuestro ritmo, sin depender de excursiones organizadas y huyendo de las
llamadas “rutas turísticas”, seguros de que nuestros intereses no son los mismos
que los de la mayoría y por tanto acudimos a la Oficina de Información para hacer
acopio de todos los datos posibles respecto a los lugares para visitar por la
zona.
LLoret de Mar me pareció un pueblo poco atractivo
urbanísticamente hablando, pero para sorpresa mía –y muy agradable por cierto-
encontramos una preciosa iglesia, una joya de la arquitectura catalana
modernista de principios del siglo XX con claros tintes gaudinianos. La Capilla
del Santísimo de 1916 cuyo exterior visitamos cada vez que dábamos nuestro
paseo vespertino tras la cena.
También el Cementerio con hipogeos modernistas
es algo para visitar. Realmente interesantes en un ambiente rodeado de tiendas
de recuerdos, de bares, cafeterías y discotecas.
En la información de las zonas cercanas mencionaban
algo así como la ruta de los jardines y obviamente, es algo que no me podía
perder.
El primero que visitamos fue el Jardín Botánico
“Marimurtra” en la lindante población de Blanes. Una auténtica preciosidad.
Bien estructurado, bien conservado, bien señalizado en todas sus especies, con
grandes ejemplares de suculentas, de cactáceas, con un colorido exuberante
debido a la inmensa variedad de plantas en plena floración. Este Jardín Botánico pertenece a una fundación
privada y es muy visitado, por lo que se nota el interés en mantenerlo vivo y
cuidado.
Su entorno privilegiado, cara a un acantilado en
el Mar Meditérraneo le confiere unas vistas que relajan al espíritu más
alterado.
Fue una auténtica delicia pasear por allí. De vez
en cuando paraba mi marcha simplemente para sentir, para apreciar la belleza y
escuchar el silencio ocasionalmente interrumpido por el chocar de las olas
contra los farallones.
Marido disfrutó haciendo cientos de fotografías,
algunas de ellas realmente preciosas y que consiguió gracias a su especial
gusto y estilo fotográfico, y a la variedad infinita de formas, de colores, de
tamaños… Tantas son las imágenes que necesitaría un álbum para poder mostrarlas y
compartir, si cabe, alguna de las sensaciones que las palabras no alcanzan a
describir.
Parece
que el tiempo no avanza cuando se rompen las rutinas, cuando se utilizan las
horas… simplemente para estar. Parece
mentira cómo se pueden dilatar los momentos cuando no hay prisas, cuando no hay
apenas objetivos, cuando eliges no hacer, sino SER.
Paseando por los alrededores de Lloret de Mar,
alcanzamos el Castillo de San Juan, de principios del siglo XI. Está situado en
la cima de una colina y, cómo no, siendo senderistas, accedimos a él
caminando. Lo bien cierto es que apenas
utilizábamos el coche más que para los desplazamientos de varios kilómetros a
otras poblaciones. El camino transcurre entre el acantilado y está señalizado
como el GR-92, que parte desde Portbou y pasando por Blanes sigue por el
litoral hasta Gibraltar.
Volvimos a visitar Girona, es la tercera vez que
paseamos por esta población y cada vez me gusta más. En esta ocasión la estaban
engalanando pues a pocos días de nuestra partida se celebraría la 58 semana de Exposición
de flores en monumentos, patios y jardines.
Lástima que ya no estaríamos allí para poder disfrutarlo.
Descansando |
No voy a mencionar nada en concreto porque esta
capital es, toda ella, digna de ser
visitada especialmente para los amantes de la tranquilidad. Cada vez que allí
acudo, descubro algo nuevo a pesar de ser una población relativamente pequeña.
En memoria a unos amigos, fuimos a comer al mismo
restaurante en el que estuvimos hace unos años disfrutando de unas excelentes
viandas en su compañía. Difícil será que estas palabras lleguen hasta vosotros,
pero a pesar de la distancia,
permanecéis en nuestro corazón, queridos Alfons e Inma.
Porque
estar solos a nivel pareja, el uno por y para el otro, sintiendo cada minuto,
hablando si es preciso, compartiendo silencios, dejando pasar el tiempo sin
nada ni nadie que interrumpa esos instantes de reencuentro, conduce a una situación
de re-enamoramiento que afianzan esos lazos de unión que están más allá de
cualquier contrato. Así lo siento yo y así lo siente él. Y por eso nos
“escapamos”.
Siguiendo con la ruta de los jardines, accedimos
caminando de nuevo por el GR-98, al
“Jardín de Santa Clotilde” en el extremo sur de Lloret de Mar. Se trata de una extensión de 26.830 m2
situada de cara al Mediterráneo, donde volvimos a disfrutar de las maravillosas
vistas de sus calas y playas y de las rocas que emergen del mar donde se forman
unos remolinos de blanca espuma al romper las olas.
Está organizado en varias terrazas, con escaleras
cubiertas por hiedras, con parterres de preciosas flores de brillantes colores,
árboles majestuosos, pasadizos tapizados de verde y algunas fuentes y estatuas
que confieren el aire señorial del renacentismo italiano, quizás el que
otorgaron los propietarios originales allá por 1918.
Perfectamente cuidado, con un impecable
mantenimiento, pasear por allí al atardecer fue un momento de paz y de armonía
de esos que enaltecen la existencia.
Volvimos al hotel continuando por el GR, con el
tiempo justo para la cena (que en estos lugares suele ser a hora “europea”, o
sea desde las 18:45 hasta las 20:45 horas).
Durante
estos viajes, puedo darme cuenta de que hay otras realidades, darme cuenta de
las diferencias culturales y de lo variopinta que es la raza humana. Y
curiosamente, en esta ocasión he observado gran cantidad de personas obesas. No
es un juicio, pues como seres humanos tienen todo mi respeto, pero hay que
reconocer que en algunos países –y tristemente ya en el nuestro- hay una mala
cultura de la alimentación que, unida a las prisas y el “fast food”, están
dando situaciones alarmantes de obesidad, con el consiguiente deterioro para la
salud integral. Pero bueno, allá cada cual con su vida.
Tossa cuenta con un recinto amurallado, el de la
Vila Vella, y su torre del Homenaje. Su orientación norte-sur le concede una
situación privilegiada y sus vistas, desde lo más alto, vuelven a manifestar la
belleza de mi amado Mar Mediterráneo.
No voy a relatar todo lo que hemos hecho durante
la semana, no quiero aburrirte con historias demasiado personales, pero antes
de terminar sí quiero contar la visita al último de los jardines que visitamos,
el Botánico de Pinya de Rosa, entre Lloret de Mar y Blanes.
Tenía conocimiento de él a través de mis compañeros
de afición, los cactófilos con los que
tantos años he compartido chácharas
espinosas. Y tenía especial interés en ver los colosales ejemplares que
muestran en las fotografías publicitarias.
Pero he de decir que vine decepcionada por la
falta de un buen mantenimiento y de un criterio coherente en cuanto a la
conservación de las especies.
El recinto cuenta con 500.000 m2 que llegan hasta
el mar con unas recónditas calas que antaño eran de acceso casi imposible.
Allí se combinan las plantas suculentas especialmente
opuntias, aloes y agaves (no hay mucha variedad pero sí son muy grandes) con
plantas y árboles de tipo mediterráneo, y otras especies de todo el mundo.
En origen, en 1945, fue un lugar para la conservación
de especies originales evitando la hibridación. Cuenta con unos invernaderos
que harían la delicia de cualquier coleccionista y amante de las plantas, pero
que ahora están abandonados y con un aspecto deprimente.
Recargándome... |
Hay cantidad de plantas rastreras invadiendo otras
especies y aunque son bonitas en sí, son consideradas invasivas al propagarse
con mucha facilidad, tapizando y ocultando todo lo que pillan a su paso.
También herbáceas invasoras consideradas “malas plantas” entre los aficionados
a la jardinería se están apoderando de algunas de las suculentas pequeñas. Y
las nomenclaturas de las cactáceas son antiguas, ya que cada cierto tiempo se
hace una revisión, se van actualizando y aquí no lo han hecho. Sin entrar en más detalles, se nota la ausencia de
una buena limpieza del jardín y falla el criterio de mantener a cada especie en
un entorno lo más similar posible a su hábitat. Y así se lo hice saber a la persona encargada
de la venta de entradas en información.
Lástima, pues aunque el paraje es privilegiado,
para mí no reúne ahora los requisitos para considerarse un Jardín Botánico
Como anécdota curiosa, señalaré que en sus acantilados se rodó en 2006 la película “El perfume”.
La
semana ha transcurrido sin darme cuenta apenas pero siendo consciente de que
tomar las riendas de mi tiempo sin prisas y sin agobios, me aporta esa
necesaria reconexión y reencuentro conmigo para poder conectarme y reencontrarme con mi pareja y compañero de
vida, de camino.
Volvemos
a casa felices tras haber recorrido más de mil kilómetros y dando gracias por
los momentos vividos.
Mi especial recuerdo y cariño para unos amigos con
los que me hubiera gustado realizar este viaje, Amparo/Ricardo, y Chelo/Pepe.
Las fotografías están hechas por Marido con una sencilla máquina digital.
qué viaje me acabo de dar con tu entrada, me reconozco en una de esas madres que lo hacen todo con sus hijos pequeños y a veces hasta el agotamiento
ResponderEliminarSí, hay que separarse de la rutina y re-conectar y no veo la hora
Gracias por la entrada Concha, por el mail y todo, siento no estar más lúcida para expresarlo
Y gracias por esas fotos (me encanta en la que estás con los pies encima del banco, es buenísima!!! )
Me gusta que te guste, preciosa. Ya sabes, me gusta compartir especialmente lo agradable.
EliminarPues lo de los pies en el banco... estaba reventada de tanto andar y llegamos a un parque lleno de niños. Esta postura me relaja las piernas pero, principalmente, la espalda. Pues bien, no sé quien le llamó más la atención, si a los niños o a sus madres. Seguro que alguna estaría pensando "si yo me atreviera..."
Y es que siempre digo que a mi edad, se pierden las vergüenzas.
Un abrazo, amor, ya sabes donde me tienes.
Gracias por la crónica de tu escapada...ya sabes lo que más me ha resonado ¿no? La necesidad de reconectar con la pareja, de la necesidad de tiempo y espacio para los dos o para la familia nuclear. Para volver a enamorarse, para afianzar los lazos familiares, para sentir y amar. Un abrazo Concha.-
ResponderEliminarTodo tiene su tiempo, su momento, no hay que desperdiciar oportunidades porque las mismas, no vuelven.
EliminarAbrazos.
Esperaba este relato, y lo he disfrutado tanto como esperaba. Me alegro por los dos!!
ResponderEliminar¡Qué buena eres! Gracias, y me alegro de que hayas disfrutado.
EliminarUn abrazo.
Hola querida Concha:
ResponderEliminarLo primero, darte las gracias por tenernos en vuestra mente y habernos echado de menos (pluralizo, pues sé que Marido -como tú dices-, mi amigo Manolo, también lo habrá sentido así). Puedes tener la certeza que nos hubiera gustado, a Mari y a mí, compartir con vosotros esos días tan relajados que habeis pasado juntos, lejos de lo cotidiano, para, de esta manera, romper un poco la monotonía a la que nos tiene acostumbrada la vida.
Decirte que, como siempre, tu crónica es de una gran esquisitez y sensibilidad, fiel reflejo de la realidad; y las fotografías que la acompañan cada vez mejores.
Te envío dos abrazos, uno de Mari y otro mío; con el deseo de que en otra ocasión podamos compartir unos días en vuestra compañía.
Ricardo Vivó
Sabes que las circunstancias no nos permiten que podamos reunirnos más, o al menos, tanto como hace algún tiempo. Así son las cosas, pero hay momentos en que se extrañan a algunos amigos, para charlar y para compartir belleza y sensibilidad. Quizás en otro momento ¡seguro que lo habrá!
EliminarAbrazos.