La
primera vez que acudí a casa de Carolina, salió para hacerme un
reconocimiento. Dio unas vueltas a mi
alrededor, levantó la cabeza, me miró y se tumbó en el sofá.
A
partir de entonces y en cada encuentro, prácticamente hacía lo mismo. Yo la saludaba, le hablaba, rara era la vez
que se dejaba acariciar…
Geisa
es una gata común, con el pelaje atigrado en tonos grises claros, pero tiene
una característica que la hace especial: sus pelos son largos, no tanto como
los del gato de Angora pero mucho más que lo de un gato corriente. Y tiene unos pelillos en las orejas que,
cuando te mira fijamente, se le yerguen y parece un lince. Preciosa, la gata.
Durante
las sesiones de acompañamiento que tuve como Doula junto a su dueña, la gata
permanecía a nuestro lado, atenta. Si
hacíamos alguna relajación y/o visualización en la que Carolina se tumbaba en el
sofá, Geisa de un salto se ponía sobre su vientre. Cerraba los ojos y así se
quedaba, acompasando la respiración… y quién sabe si también la visualización,
con la de su ama.
Carolina
se puso de preparto. Era el día en que su hijo había decidido nacer. Cuando
llegué a su casa las contracciones ya eran potentes. Apagamos las luces y
encendimos unas velas, nos quedamos en penumbra. Estábamos las tres solas.
Geisa
estaba inquieta, algo barruntaba. No se
separaba de Carolina quien estaba sobre la gran pelota moviendo su cuerpo al
ritmo que éste le pedía.
Conforme
el proceso avanzaba, la gata se inquietaba. Cada vez que Carolina se levantaba
para ir al lavabo, Geisa salía corriendo detrás de ella. Al volver, se mantenía
a cuatro patas en el sofá… yo la llamaba y la gata acudía…
“Geisa, tranquila, todo
está bien. La mami va a tener un bebé y
aquí estamos, tú y yo, acompañándola” eran mis
palabras.
La gata me miraba a los ojos
¡estoy segura de que me entendía! Y acto seguido se tumbaba, se desperezaba… y
se relajaba. Pero poco le duraba, pues
el proceso de Carol iba muy rápido y la gata, de nuevo, de un salto corría tras
ella…
En
pocas horas la madre en proceso de parto decidió que era el momento de acudir
al hospital. Avisé a su marido que estaba en la habitación de al lado, la ayudé
a vestirse, cogimos las cosas. Las
contracciones no daban tregua.. y Geisa corría desesperada a lo largo del
salón, levantaba la cara y me miraba de nuevo “Tranquila
Geisa, ya nos vamos, no estés asustada, el bebé vendrá pronto” pero ella no
alcanzaba sosiego…
Al
abrir la puerta de la calle salió zumbando ¡ella no quería quedarse! La llamé, pero no me hizo caso, tuvieron que
ser sus dueños quienes le dijeron que ella se quedaba… estaba nerviosa, no creo
que asustada… más bien creo que ella, como hembra mamífera, intuía qué iba a pasar…
Ha
sido una bonita experiencia junto a un animal doméstico en un momento tan
mágico y potente como el de un preparto.
Me
maravilla la conexión que los mamíferos tienen y me entristece la poca que
conseguimos alanzar los mamíferos humanos.
Estoy
convencida de que Geisa no tenía ningún miedo, de que ella intuía lo que iba a
pasar y como hembra mamífera también, estaba alegre y se regocijaba con
nosotras. O al menos, es lo que yo percibía en su mirada, en su inquietud y en
su calma.
Gracias gatita linda, ha sido un regalo para mi poder estar a tu lado y aprender de tu actitud.
Preciosa entrada. Es uno de los muchos dones que tienes, Concha, ese de saber integrar y acoger la vida en cualquiera de sus formas. Mucha, mucha gente hubiera considerado a Geisa un estorbo o una distracción. Besos.
ResponderEliminar¡Ay, Carmen! Esto de la conexión más allá de lo razonable es tan grande... estaba pensando en tus gatos, en cómo me recibieron cuando estuve en tu casa...
EliminarY es que la Vida se manifiesta en su totalidad siempre y en cada momento. Los animales son puros, igual que los niños, y me gustan. Y los respeto.
Y es curioso, porque si mi padre levantara la cabeza se asombraría ¡él odiaba a los gatos!
Gracias por tus palabras, son reconfortantes. Y sé que sinceras.
Un abrazo.
Por cierto, Geisa no es una gata común...es una "bosques de Noruega", si no totalmente con unos antepasados clarísimos... :)
ResponderEliminarVaya, no sé si sus dueños lo sabrán... se lo diré. Aunque ella no tiene el pelo tan largo, si que tiene los pelillos de las orejas... igual es una mezcla.
EliminarGracias Carmen.
Precioso!!!!
ResponderEliminarGeisa es una mas de la familia y nos tiene a todos ojeados sin que nos demos.cuenta.
Ni ella misma podria explicarlo mejor lo.que vivio.jeje
un besazo
Para mi fue una buena compañía, ya te lo comenté pasados unos días del nacimiento de Noah... y por supuesto, una buena experiencia.
EliminarGracias por permitirme contarlo.
Besazos.
Qué bonito Concha!!!!!
ResponderEliminarSabes que yo adoro a los gatos, siempre he tenido una conexión especial con ellos, me parecen fascinantes y con una percepción extraordinaria, más allá incluso de lo sutil. Durante mi preparto en casa también estuvieron todo el tiempo conmigo.
Tenemos tanto que aprender!!!! O desaprender....
Recuerdo perfectamente a tus gatos, Ruth, el negro con esos ojos profundos... solo que ellos, cuando yo llegaba, se escondían ¡ja, ja! no eran tan "curiosos".
EliminarY si, tenemos tanto que aprender...