Montaña Palentina... un descubrimiento.





Cuando Marido me dijo dónde tendría lugar este año la salida estival que organiza Ardillas Club de Senderismo, pensé en qué narices se me había perdido a mí en la Montaña Palentina… y ahora, me retracto de mis palabras.

Partimos hacia Cervera de Pisuerga, en la provincia de Palencia.  Este sería nuestro puesto base durante la semana.  Desde Valencia hay bastantes kilómetros y nuestra costumbre es pernoctar más o menos a mitad de camino...

El río Duero a mis espaladas
Nos quedamos en Soria pues hacía más de 30 años que habíamos estado con mis dos hijos mayores y con mi suegra, el año que falleció su marido.  Recordábamos algunos lugares y volvimos a ellos mirándolos con otros ojos.  Ahora, en esta ocasión, todo me pareció mucho más bonito. Disfruté de la ciudad, de su sobriedad, de la amabilidad de sus gentes y de sus pinchos deliciosos.


A un olmo seco...
Volvimos a la ermita de San Saturio, al claustro de San Juan de Duero, disfrutamos observando el transcurrir del río que iba repleto de agua, de orilla a orilla. Callejeamos, visitamos iglesias,  monumentos,  leímos con emoción las citas de Machado y de Gerardo Diego que nos encontramos a lo largo del recorrido… todo ello tranquilamente y con un clima perfecto, Realmente es una delicia volver a una ciudad transcurridos unos años y captar su evolución.  En este caso, el cambio ha sido notable pues la Soria que yo recordaba, pequeña y quizás algo anclada en el tiempo, ahora se me ha mostrado como una ciudad de más contrastes, con su zona antigua restaurada y una parte amplia y moderna que se extiende ciudad afuera.
Estupendo acierto haber elegido Soria para hacer un alto en el camino.

Claustro de San Juan de Duero
Retomamos el trayecto y alcanzamos, a poca tarde, nuestro destino en Cervera de Pisuerga. Sabíamos que nos íbamos a alojar en un hostal a la salida del pueblo. Cuando llegamos, varios de nuestros compañeros de senda ya habían llegado.  Y tras la cena, como es habitual, preparamos la primera salida para el día siguiente.

Con las botas puestas
Confieso que en esta ocasión mi mente estaba un poco cerrada a los largos recorridos.  Por varios motivos de índole personal, este año no he salido mucho a caminar y mi estado físico no era el mejor para darme un palizón tras otro. Así es que mientras el coordinador comentaba la ruta, yo andaba expectante…


Cardo azul
Partimos sobre las 9:00 h  con el avituallamiento en las mochilas, por el camino que nos iba a conducir al nacimiento del río Pisuerga, en la Cueva del Cobre.  Para ello debíamos de caminar unos 15 km con un desnivel de 450 m. El día era caluroso y por suerte, parte del camino transcurrió entre bosques de robles y acebos, y más arriba entre frondosos hayedos.

Subiendo...
Mi paso era lento, siempre lo es, pero este es mi ritmo ya que voy mirando todo cuanto encuentro alrededor... fotografiando plantas, acercando el macro a las flores, abrazando a los árboles, escuchando a los pájaros, observando el vuelo de los buitres…  Ésta es mi forma de entender el senderismo aunque no todos los compañeros estén en mi línea, porque cuando hay con qué disfrutar, yo lo hago a tope, al margen de donde nos lleve el camino…

Alcanzamos la Cueva del Cobre cuando el sol empezaba a calentar de lo lindo, así es que íbamos muy acalorados ya que por esa zona no habían árboles que nos cobijaran con su sombra. Como cosa curiosa, de la gruta salía un chorro de aire tan frío que nos obligó a abrigarnos, incluso yo me puse un chubasquero de pvc para evitar la pérdida de calor de mi cuerpo…

Aunque no lo parezca... ¡qué frío!
Y vimos por dónde manaba el agua, nacimiento que engrosa la lista de ríos a los que he tenido el privilegio de ver manar en su origen: Ebro, Tajo, Gadalquivir, Guadiana, Turia, Mundo, Cuervo,  Júcar, Miño… y ahora, el Pisuerga.
Allí tomamos un refrigerio y comenzamos el descenso. Una vez abajo y en los coches, cambiamos ruta para ir a visitar un árbol singular.  

“El Roblón”  es un gigantesco roble catalogado con una edad de mil años. 


Reponiendo fuerzas
Espectacular, sobrecogedor, mágico.  A pesar de que yo estaba muy cansada y el camino era constante hacia arriba, valió la pena el esfuerzo… y el dolor de caderas y de piernas que no me permitió descansar bien esa primera noche.

Hay algo que quiero remarcar con especial interés.  Quiero hablar del lugar que utilizamos como vivienda durante esta semana, el Hostal Peñalabra, y aunque no es algo habitual en mí, que sirva como recomendación por si alguien tiene pensado visitar esa zona.
Se trata de un negocio familiar que atienden amablemente Marta y su cuñada Teresa. Mujeres abiertas, muy atentas y siempre dispuestas que hacen la estancia muy agradable. Conversadoras y muy profesionales, combinan el trabajo con un trato familiar que hace que te sientas como en casa.

Tomando un agua tónica
También el Sr. Santos, el patriarca, nos atendía con amabilidad cuando ellas no estaban, en la entrega y recogida de las llaves en nuestras partidas y llegadas.
Especialmente quiero señalar la buena mesa. Hemos comido de forma excelente, los alimentos de primera calidad bien cocinados, con buenos ingredientes, con buen gusto y con esmero, con una agradable presentación, platos copiosos y un magnifico paladar.  En la cocina, madre e hijo, dan lo mejor de sí, con una muestra de recetas variadas y apetitosas.
Incluso el personal contratado para atender el comedor ha dado muestras de buena educación y profesionalidad.
Así es que ya sabéis donde ir, aunque sea ex-profeso  porque vale la pena. Recordad: Hostal Peñalabra en Cervera de Pisuerga, Palencia.

Aquí se inicia la Senda del Oso
Y volviendo al senderismo, hubo una marcha que me mantuvo especialmente alerta: la que hicimos por la Senda del Oso.  Un sendero que transcurre en su inicio por el margen del río, separándose y elevándose más tarde, cruzando espesos bosques por estrechos caminos para ir a parar a un embalse y retomando el sendero circular hasta llegar al pueblo, desde donde parte. Y digo que me mantuvo en vilo porque por esa zona hay censados unos 30 ejemplares de oso ibérico, y aunque nos habían recomendado que no sonriéramos (por no mostrar los dientes)… y que un oso camina peor ladera abajo, no pude dejar de pensar que si me encontraba a un cachalote de esos, con más de dos metros de altura, lo mejor que podría hacer era recordar alguna de aquellas oraciones que me enseñaron de niña…

Iglesia románica
No voy a relatar todas y cada una de las salidas. Sería una entrada de un montón de páginas y pretendo compartir de forma agradable, no daros un tostón.

Pero sí diré que la zona donde estábamos cuenta con más de 450 iglesias y ermitas románicas, algunas de ella en buen estado de conservación y otras muchas, magníficamente restauradas.


Pantano de Aguilar
Que visitamos tranquilamente la población de Aguilar de Campóo, quizás más conocida por sus galletas  La callejeamos, paseamos por los soportales de la Plaza de España, por la judería (lo que queda de ella), por la orilla del Pisuerga que transcurre ancho y veloz bordeando las construcciones del extrarradio. Visitamos en lo alto de una pequeña colina la Iglesia de Santa Cecilia donde una señora  muy ilustrada nos mostró cada uno de sus rincones contándonos la historia cincelada en los capiteles de las columnas, mostrándonos unas enormes figuras talladas por un escultor de la zona,  Ursi, en madera de roble que representan a los doce apóstoles y a Jesús… hablándonos con pasión de la historia que encierra el arte.

Ommmmmm.....
Algún día también me he quedado sola, era algo que me apetecía mucho quizás porque necesitaba relajarme, sentir, reconectar conmigo, reconciliarme con la Naturaleza.
Me quedé a la vera del río Pisuerga que pasaba justo por allí, sentada en el suelo, bajo los árboles.  Escuchando música, escribiendo, leyendo… observando los bichillos… sin hacer nada, simplemente estando. Reconfortante. Reconciliador.

Ranitas en el río
Bosques, ermitas, paisajes, iglesias rupestres… la Iglesia-hospedería de Santa María de Mave, hoy reconvertida en hotel;  la Cueva de los Franceses, la colegiata de Santa María la Real en cuyo edificio (en una parte) hay instalado un Instituto de Educación Secundaria, la antiquísima iglesia rupestre en Olleros de Pisuerga…   Tres altas cimas que han alcanzado los super-montañeros del grupo, entre ellos el más y el mejor, Marido:  el Curavacas, el Espigüete, el Peña Prieta.
Todo ello y más está por la Montaña Palentina al sur de los Picos de Europa, en la Cordillera Cantábrica.

Confesiones...
Buen clima, buena comida, buenos compañeros de camino… siete días que han transcurrido rápidos. Conversaciones, risas, algún que otro incidente (un compañero tuvo una contusión en un dedo del pie, lo que le obligó a volverse a casa…) y muchos regalos para los ojos, para la mente, para el alma…

Cardo amarillo


Especial mención las agradables conversaciones mantenidas con Daniel a quien conozco desde hace muchos años y que he re-descubierto agradablemente renovado.

También el acercamiento a Regina, una nueva socia con la que he encontrado muchos puntos en común…

Recargando...

Y muy especialmente con Teresa. Mujer joven, madre de una hija adolescente y otra niña de diez años, tan preciosas como ella. 
Con Teresa he hablado sobre esa otra parte que solo se muestra a quien está en tu camino, pero no el que se anda con las piernas, sino aquel que parte desde el corazón… aquel que te conduce hacía una búsqueda personal a través del amor hacia todo el Universo.  
Gracias por esos huecos solitarios que has llenado, Teresa, gracias por el café con leche personalizado, por las tostadas de pan recién cortado; gracias por preguntar, por atender… por confiar. Seguro que nos volveremos a encontrar, de alguna  u otra forma. Ya sabes, has comenzado un camino que no tiene fin… sigue tu sendero, aquel que sea guiado desde el dictado de tu corazón…  

Y cómo no, una mariposa...

Y como en anteriores ocasiones, gracias a Marido por sus preciosas fotografías.





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