El pasado fin de semana hicimos un encuentro de
mujeres, un Círculo formado por las DOCE mujeres que pertenecemos al mismo
linaje familiar.
Encabezado por mi madre, la mayor de todas quien
con sus 86 años estuvo feliz y emocionada al encontrarse unas horas exclusivas entre sus hijas (61,58,48), nietas
(37,36,31,11), biznieta (4), sobrinas (51,43), resobrina (hija de sobrina, 10).
La feliz idea partió de la mayor de mis primas
hermanas, hija de nuestra amada Alegre y hermana menor de mi madre, quien marchó hacia un viaje sin retorno hace poco más de tres años.
Nos reunimos en un pueblecito cerca de Valencia,
en un hotelito familiar donde compartimos cena, alojamiento y desayuno.
Posteriormente, el domingo, se unieron los miembros varones y el resto de la
familia para celebrar el santo de mi madre… y mío.
Conforme pasan los años cada vez soy más
consciente de vivir el momento presente, y como -por ley natural- mi final se
va acercando, tengo la intención de disfrutar del aquí y ahora. Y ésta era la mejor de las ocasiones para
retomar esos lazos familiares que, sin saber por qué… o a sabiendas de que a
causa del quehacer diario con sus prisas y “obligaciones”, lo urgente no nos
deja hacer lo necesario.
Así, nuestra intención era reunirnos después de
cenar en una de las habitaciones y estar atentas a lo que fuera surgiendo…
En un pequeño altar, con dos velas encendidas y un
ramo de flores, no faltaron las fotografías de mi abuela, madre de mi madre, y de
esa hermana-madre-tía-abuela que todavía permanece en nuestros corazones. E hicimos
un círculo sentadas en las camas. Las tres
niñas de estaban sorprendidas y expectantes.
Quiero señalar un curioso comentario que hicieron
dos de los hombres de la familia (sin saberlo entre ellos) “hace años, os hubieran quemado por brujas” ¡ja, ja, ja!
Por juntarnos a charlar, a reírnos, a abrazarnos…
Y la situación comenzó a fluir. Cada una desde su
ser más íntimo expresó, compartió aquello que el corazón le dictaba:
descubrimiento, agradecimiento, reconocimiento… amor. Hacia las mujeres que
habían compuesto y aún, a día de hoy, forman nuestro linaje. Pronto las lágrimas
hicieron su aparición, se palpaba en el ambiente la emoción más pura. Mis hermanas,
mis sobrinas, mis primas, mi madre, yo… todas tuvimos unas palabras que no
deseaban ser contenidas, que expresaban distintos y particulares sentimientos.
Fue curioso como las niñas en un momento
determinado y casi de forma imperceptible, se acurrucaron en los regazos de sus
respectivas madres, abrazadas, calladas… hasta que integraron lo que estaba
sucediendo y se fueron a su habitación a jugar, a dormir cuando se cansaron.
Nosotras, las mujeres adultas, nos quedamos
regocijándonos con este encuentro y haciendo el propósito de instaurarlo como
algo periódico.
He necesitado de una semana para integrar lo vivido. Los primeros
días al comenzar la semana, no fueron fáciles. Recuerdos cercanos y
algunos más lejanos, acudían y pretendían quedarse conmigo a pesar de yo no
permitírselo. Poco a poco he ido recobrado la normalidad y mis emociones han
vuelto a su equilibrio.
Soy consciente desde hace bastante tiempo de lo
importante que es la relación entre las mujeres de la familia, entre esa línea
de mujeres
que una tras otra forman nuestro linaje. Lamentablemente, y a través de mi experiencia
con mujeres, veo que no siempre es así y que permanecen heridas más allá del
tiempo.
En breve, acudiré a un seminario respecto a un
tema que tratará el nacimiento de una mujer como madre tras el parto de su hijo
o hija. Es mi deseo, mi anhelo, que las mujeres asistentes sean conscientes de
esta situación y por su bien y por el de sus hijxs, estén dispuestas a sanar
sus heridas desde el amor más incondicional. Porque haberlas… haylas.
Me alegra mucho que hayáis disfrutado de esa experiencia. Hay veces en las que el trabajo que hay que hacer es justamente el contrario, desligarse de la familia consanguinea y aprender a ser la propia madre, la propia hermana. En ambos casos... son encuentros y procesos que sólo puede describir quien los vive.
ResponderEliminarBesos.
Son procesos personales pero aprender a ser la propia madre, la propia hermana o la propia tía, no anda reñido con sertir-se parte de un grupo familiar y, además reconocerlo y darle el lugar que le corresponde. Cada cual desde su propia necesidad.
ResponderEliminarGracias, corazón y me alegra reencontrarme con este nick...
Besazos.
Hola Concha, qué bonito y hermoso o que habéis conseguido. Me figuro a tu querida madre cómo se encontraría, tan arropada, rodeada de su mujeres queridas. Deberíamos aprender todos con ese ejemplo, pues vemos que van pasando los días, los meses, los años, y luego te arrepientes de no haberlo hecho. Entre todas las cosas que he leído, hay una, solo una, que no estoy nada de acuerdo, y es cuando dices: "mi final se va acercando"...Concha, por favor, que SOMO JÓVENES todavía, y tenemos mucha guerra que dar y, sobre todo, mucho, muchísimo que disfrutar: con la familia y, por supuesto, con los amigos. Perdona por la disconformidad expresada, pero creo que tienes que ser más optimisma (cosa que sé que lo eres).
ResponderEliminarUn cariñoso abrazo.
Ricardo Vivó