Confianza, seguridad… ¡ y adrenalina!





Como en años anteriores, había llegado el momento del cierre anual en Ardillas, mi Club de Senderismo, y también como en años pasados, nos íbamos a reunir para celebrarlo con unas caminatas y una cena con final de fiesta incluida, donde se entregarían los premios de reconocimiento por la participación en las diversas actividades.


En esta ocasión se eligió la villa de Alcoi,  capital de la comarca de l'Alcoià, en la provincia de Alicante. Además de que la zona es preciosa por su emplazamiento entre montañas,  la verdad es que me hizo mucha ilusión porque en el hotel elegido para celebrar el evento había estado con Marido hacía ya ¡40 años!


 La mayor parte del grupo salió de Valencia pronto por la mañana, con la idea de hacer una marcha hasta la cima del Menejador, visitada ya varias veces por el club. Pero nosotros, Marido y yo, preferimos tomarlo con calma, llegar allí a media mañana y aprovechar para recorrer de nuevo la población, callejear, disfrutar del entorno -precioso, por cierto- y comer en el hotel como antaño hicimos…  Y así pasamos el resto del sábado.

 






A media tarde regresaron los senderistas de su trayecto y conforme entraba el anochecer iban llegando el resto de compañeros que venían desde Valencia.  Los saludos y los abrazos nos fueron metiendo en materia.

La cena fue amenizada por un grupo de compañeros que, como en otras, ocasiones nos hicieron reír y también llorar… de emoción, pues como muchos de los que salieron a recoger su galardón comentaron, somos una gran familia.


Y después de la cena, irían el baile y el karaoke, pero nosotros nos retiramos pronto.

 El domingo teníamos una marcha prevista y en esta ocasión sí que me apetecía caminar por la ruta “dels Canalons”, y me uní al grupo. 
El día era precioso, luminoso y cosa extraña, nada frío a tenor de las temperaturas que suelen haber en estas fechas por esos lares. Así es que con relativa poca ropa, comenzamos el sendero que transcurrió tranquilo y con una ligera pendiente de subida desde el principio.

Conforme la mañana avanzaba, el calorcito comenzaba a notarse y se sucedieron las paradas para ir aligerándonos de ropa. Los árboles desnudos conferían ese aspecto de serenidad que tiene la montaña en esta época del año. El suelo, húmedo por la cercanía del río Polop y tapizado de hojas secas, aportaba un aroma inconfundible en parajes de estas características. Como en otras ocasiones, intenté caminar sola bastante trayecto… necesitaba reconectar conmigo misma y recargar mis baterías con todo aquello que aporta el contacto con la Naturaleza en estado puro.

Atravesamos un túnel del antiguo ferrocarril Alcoi-Alicante que está convertido ahora en una vía verde. Nos cruzamos con un montón de personas que aprovechaban también el día soleado: familias, paseantes con sus perros, ciclistas… senderistas como nosotros.  Estos tramos de vía verde suelen ser muy transitados, sobre todo si se encuentran en las proximidades de una población grande como es Alcoi.


También cruzamos un precioso puente, el de “las siete lunas” donde había un grupo bastante numeroso de gente joven haciendo puenting… ¡ufff! tuve que contener la respiración cuando vi a un chico lanzarse al vacío, pues a pesar de la sujeción… no pude evitar que me impresionara. 
E impactantes fueron sus gritos cuando se dejó caer… tuve los cabellos erizados durante unos momentos.


Tras esta visión, continuamos nuestra ruta y llegó un momento en que el coordinador comentó que debíamos poner toda nuestra atención pues íbamos a atravesar un paso en el que necesitaríamos asirnos a unas cadenas enclavadas en la pared rocosa pues de otra forma era imposible pasar. 

Así es que, poco a poco, fuimos cruzando este trayecto inicial no sin cierta precaución…

Habíamos entrado en un barranco y la dificultad cada vez era más evidente, el suelo embarrado nos hacía temer un batacazo al andar sobre las piedras pulidas por el desgaste del agua y del paso del tiempo. Y el camino, ascendente en progresión, se tornó más dificultoso. 

 Casi al final de este trayecto, volvimos a encontrarnos con unas cadenas ancladas en la pared sin las cuales hubiera sido imposible cruzar este tramo.

 

Los coordinadores habían ofrecido la posibilidad de marchar por una variante a aquellos que no quisieran pasar este trago, y reconociendo que era un reto para mí,  me sentía capaz y segura, así es que seguí adelante con este grupo más intrépido.

 Asida fuertemente a las cadenas y con toda mi atención puesta en dónde iba colocando los pies, bajo la atenta mirada de Marido y de varios compañeros dispuestos a echar una mano (gracias, Pedro, Miquel y Pepe), fui atravesando este tramo con el acompasamiento del tic tac de mi corazón que latía con fuerza, e intentando conseguirlo yo sola…



Cuando finalmente terminamos el paso, las piernas me temblaban.  No de miedo, para nada… sino de la tensión, de la atención puesta con todos mis sentidos en algo que, quizás para otros fuera una nadería, pero para mí era algo muy emocionante.

Retomamos una senda amplia y en continuo ascenso hasta que llegamos a la carretera y al aparcamiento donde habíamos dejados los coches.  Solamente nos restaba, para terminar el fin de semana, la comida que los organizadores habían concertado en un restaurante de Alcoi.

Así es que degustamos la “olleta dels músics”  y dimos buena cuenta de cuanto nos pusieron en la mesa.
Pasadas un par de horas y tras los cafés, quien lo tomara, comenzamos a despedirnos.  Estábamos a poco más de una hora de Valencia y pretendíamos llegar a casa antes de que el cansancio hiciera su aparición.

He querido plasmar mis impresiones antes de acostarme, como se suele decir, aún “en caliente” aunque lo he publicado hoy lunes.  Me siento estupenda, francamente. Me he sentido segura conmigo y confiada también gracias a las personas que me rodeaban.

Y comentaba con una compañera para la que también era la primera vez que hacía algo similar: qué­­ sencillas resultan las cosas cuando nos relajamos y confiamos. Ojalá todo fuera siempre así de fácil en la Vida…




Como en anteriores ocasiones, la mayoría de las preciosas fotografías son de Marido.  Y algunas de ellas de mis apreciados compis, Ángeles Redondo y Ángel Sánchez.  Gracias.


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