Se acercaban las Fallas y este año no teníamos
ganas de pasarlas en Valencia. Tanto Marido como yo necesitábamos una escapada…
y decidimos marchar hacia el sur, a conocer las dos capitales de provincia que sólo
nos faltaba visitar en Andalucía: Cádiz y Jaén.
Texto de "El manuscrito carmesí" de A.Gala en una pared del Hotel en Córdoba |
Iba a ser una semana con muchas cosas para ver,
con muchos lugares donde disfrutar y desconectar de la vorágine en la que nos
sumergimos, día a día, apenas sin darnos cuenta.
Taberna Salinas |
Partimos de la ciudad prontito por la mañana con
idea de llegar a Córdoba a mediodía. Habíamos estado hacía más de 20 años y nos
apetecía volver a callejear por esa ciudad cargada de historia. Así, justo a la
hora de comer, pudimos deleitarnos con un guiso de rabo de toro y los típicos flamenquines
en un típico restaurante que nos habían recomendado.
Plaza del Potro |
Calle de las Flores |
Tras descansar unos momentos, reanudamos la visita a la ciudad, lentamente y saboreando todos y cada uno de sus rincones. Volvimos a saludar al Cristo de los Faroles; paseamos por la Plaza del Potro; cruzamos el puente romano sobre el Guadalquivir que, al otro lado, nos mostró la Puerta de la Calahorra; nos encontramos con las ruinas de un templo romano; nos fotografiamos en la calle de las Flores y nos acercamos hasta su Mezquita Catedral con la idea de enterarnos del horario de visitas para el día siguiente. Y así, lentamente, transcurrió la tarde.
Guadalquivir y Puerta de la Calahorra al fondo |
Al día siguiente y antes de partir de la ciudad, visitamos
ese monumento considerado Patrimonio de la Humanidad y que se caracteriza por
su maravillosa sala de columnas… A pesar
de que ya había estado allí, la emoción recorrió mi espalda en forma de escalofrío,
especialmente al centrar mi vista en el mihrab… la majestuosidad y la sabiduría
que contiene la historia de la dinastía omeya que allí se encierra, hicieron
que me sintiera pequeñita cual diminuta gota de agua en medio de un océano…
Interior de la Mezquita |
Mirhab |
Continuamos el camino hacia la provincia de Cádiz. Nuestro destino, donde íbamos a permanecer cinco noches y a tomar como punto de partida, se encontraba en Rota, en una zona de playa a orillas del Atlántico. El hotel, acogido a un plan para “mayores” era una preciosidad. Luminoso, muy ajardinado, con una decoración agradable y armónica, nos hizo sentir cómodos desde el momento en que dejamos las maletas.
Jardín en el hotel |
Desde allí y aprovechando cada minuto que los días
nos iban brindando, fuimos dirigiéndonos a los puntos que habíamos previsto
desde casa. San Lúcar de Barrameda, de especial interés por contar con la desembocadura
de wadi-al-Kabir (río Guadalquivir) que
bajaba caudaloso y que allí vierte sus aguas al mar. Ver cómo un inmenso caudal
de agua dulce se disipaba en las saladas corrientes oceánicas era un
espectáculo grandioso.
San Lúcar de Barrameda |
Chipiona,
Rota… pueblos marineros ahora enfocados al turismo y
que por suerte para nosotros, al ser temporada baja, estaban poco poblados y carentes
de la algarabía propia del tiempo de estío.
Detrás, el Atlántico |
Quedarnos viendo las puestas de sol en el mar es
algo que atrae a los que vamos desde el Mediterráneo, por donde solo podemos
verlo salir. Así que disfrutamos en
varias ocasiones de los atardeceres calmos frente a unas aguas atlánticas sorprendentemente
tranquilas.
Atardecer cara al Océano |
Otro día se lo dedicamos por completo a la “tacita
de plata”, donde se aprobó la primera
Constitución Española en 1812. Cádiz,
rodeada de agua casi por todas partes, supuso una agradable sorpresa pues, aún
sabiendo de su hermosa bahía, no imaginé que podría ser tan grande. La ciudad,
concretamente el casco antiguo que es lo que nosotros solemos visitar cuando
viajamos a ciudades, está estructurada en angostas callejuelas donde a cada dos
por tres un azulejo en la pared recuerda que allí nació o murió un personaje
del cante jondo, del toreo, del baile flamenco… una especie de reconocimiento a
los hijos de la tierra. No pudo faltar el “pescaito frito” y el intento de
algunos pescadores en la Plaza del Ayuntamiento para que nos tomáramos unos
erizos crudos recién sacados del océano…
Cádiz, Plaza del Ayuntamiento |
Otro de los intereses de Marido en esta escapada
era alcanzar, como buen y experto senderista, la cima más alta de la provincia
de Cádiz. Así, al día siguiente nos dirigimos hacia El Bosque, en el Parque Natural de Grazalema, para dar
una vuelta por sus pinsapares y alcanzar la cumbre de El Torreón, techo provincial con sus 1.648
m de altura.
Quiero destacar una bonita anécdota. Una compañera
sevillana, Doula en formación, me
comentó que esos días estaría también por la provincia de Cádiz. Así, desde el Centro
de Visitantes de El Bosque, se me ocurrió llamarla por ver si tenía la suerte
de poder verla… y en menos de diez minutos nos estábamos dando un abrazo. Tras
unas risas y contarnos qué estábamos haciendo, nos despedimos para que tanto
ellos como nosotros, cumpliéramos el plan que teníamos previsto. Nos volvimos a
ver al final de la excursión y aún pudimos tomar un café juntas…
Subiendo a El Torreón |
Para acceder a la zona hay que solicitar permisos
y así lo hicimos. Con las rutas bien marcadas y con un día despejado e incluso
caluroso para la época del año, comenzamos el ascenso. Pero apenas transcurrida
una hora y dado que el desnivel acumulado comenzaba a resultarme agotador,
decidí quedarme y que Marido continuara la ascensión en solitario y sin estar
pendiente de mí, con lo que adelantaría su ritmo. Así es que nos separamos y bajo
una semi umbría permanecí tres horas… a
solas, con los árboles como compañía y el azul del cielo como techo. Tres horas
para conectar con mi yo profundo, tres horas para disfrutar de la grandiosidad
de la Naturaleza… tres horas para agradecerle todo al Universo…
Cuando Marido bajó, satisfecho por tener otra
cumbre provincial en su haber, por haber disfrutado con la marcha y con el
paisaje, tomamos rumbo hacia el bosque de pinsapos del Parque, masa pinsapar de
gran importancia en Andalucía junto a la de Ronda.
A la entrada del pinsapar |
Pero estábamos en la hora de comer y el sol
comenzaba a picar, así es que a las puertas del sendero, decidimos quedarnos a
disfrutar serenamente de lo que la vista nos ofrecía y visitar después Grazalema,
precioso pueblo que forma parte de la “ruta de los pueblos blancos” y que
ofrece un aspecto limpio, fresco, cuidado. Sus casas y sus característicos
enrejados mantienen una misma estructura en cuanto a estilo lo cual les da un
aspecto armónico muy agradable. Ante
esta belleza, recordamos algunos pueblos de nuestra comunidad donde los
organismos municipales no se encargan de este punto y se construye sin
criterio, donde las casas no mantienen ninguna armonía y donde, a veces, pienso
que parece que construyan viviendas para demostrar quién puede más… pero vaya,
no voy a desviarme del tema.
En Tarifa |
Y allí, tras ser atendidos por una eficiente señorita en el punto de información, realizamos la foto de rigor junto a la placa conmemorativa.
En la costa de Tarifa, de nuevo me invadió una extraña
emoción al contemplar a lo lejos el perfil de África, sintiéndome acompasada
por el tranquilo rumor de las playas del Mar Mediterráneo con sus tonos
azulados a un lado y las claras aguas con tonos en verde del Océano Atlántico
en el otro, en el punto más al sur de la masa continental europea.
Al otro lado, África |
Tarifa, punto más meridional |
Tomando un vino |
tarifeños, de su gustosa comida, de sus "finos" y serenar el alma en un día luminoso y afortunada y extrañamente carente de viento, subir al Castillo donde se cuenta que Guzmán el Bueno arrojó el cuchillo para que sus enemigos ajusticiaran a su hijo raptado antes que aceptar entregar la ciudad… Visitar Tarifa fue uno de los placeres de este viaje.
Detrás, el Mediterráneo |
A mi espalda, el Atlántico |
Por la tarde nos dirigimos hacia otra zona de la
costa donde estaban las ruinas de una ciudad romana, Baelo Claudia, que en su día
fue de gran importancia por la pesca y la manufactura de conservas. Allí trabajaban colocando en vasijas de barro, a
capas, grandes cantidades de sal, de plantas aromáticas que se daban en la zona
y de los despojos (vísceras, cabezas e incluso la sangre) de los atunes y otros
pescados que capturaban. Pasado el debido tiempo de maceración, la salsa
obtenida, el garum, se utilizaba
como condimento e incluso como medicina. Todavía se podían observar las
estructuras de esta ciudad importante en su día.
Paseamos bajo un sol espléndido evocando cómo
sería vivir en aquella época y con la impasible compañía de unos burros, preciosos
peluches de cuatro patas, que pastaban tranquilamente por los campos aledaños,
Catedral de Jaén |
Nuestro periplo finalizaría en Jaén, pues aunque sí
habíamos recorrido algunos parajes de su provincia, desconocíamos la capital. En
esta ocasión la búsqueda por Internet nos llevó a un pequeño hotel privado en
el centro histórico. Con un diseño de vanguardia, colores fuertes y vivos,
materiales y decoración atractivos, terminamos la semana de forma muy
agradable.
Interior Catedral |
Como llegamos justo a la hora de comer, lo primero fue buscan un lugar donde reponer energías y así, callejeando, fuimos a dar con una bodeguita donde servían comidas. Fue tal la abundancia y la calidad del único plato que pedimos, que por la noche no cenaríamos.
Después de descansar un poco en el hotel, con los
planos y la cámara en mano, salimos a recorrer el casco antiguo y llegamos,
directamente a la Catedral,
impresionante edificio de estilo neoclásico que ha sido propuesto para su
declaración como Patrimonio de la
Humanidad.
Callejuela |
Las calles en esta zona son increíblemente empinadas,
algunas muy estrechas y conservando los rasgos característicos del urbanismo
medieval en Andalucía.
Castillo de Santa Catalina |
Al anochecer, subimos al Castillo de Santa Catalina que está situado en lo alto de una colina desde donde se divisa toda la ciudad. Magnífica construcción en un enclave del tiempo de los romanos y tomado posteriormente por árabes y cristianos, que hoy reconstruido y conservado con el estilo propio de la época, es un espléndido Parador Nacional. Y tras tomar una infusión calentita pues la temperatura había descendido considerablemente, regresamos al hotel.
Interior Parador Nacional |
Evidentemente no se trata de dar pelos y señales
de un viaje personal realizado con el ánimo de descansar y de reencontrar nuestro
espíritu de pareja alterado por situaciones externas que nos desbordan. Se trata
de mencionar esos bellos lugares que son, en su mayoría, desconocidos por la
propia gente de nuestra tierra.
Yo misma... |
Con estas dos capitales ya hemos recorrido toda
Andalucía, Comunidad caracterizada por las grandes variaciones en sus paisajes,
desde las altas cumbres de Sierra Nevada hasta las tranquilas costas que hemos
visitado estos días.
Y como suelo comentar, no digo que no me apetezca
realizar un viaje a Australia, pero por aquí todavía me queda mucho que
ver. Si no hay nada que lo impida, el
próximo quizás sea hacía tierras del norte, hacia el País Vasco… pero eso es
algo que ya se verá.
Cómo no, las preciosas fotografías están hechas con mucho cariño por Marido, como en anteriores ocasiones.
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