Las Doulas somos mujeres que acompañamos a otras
mujeres durante su maternidad, a lo largo de todos o algunos de los siguientes
procesos:
Antes de la concepción: Preconcepción, concepción
y/o in-fertilidad.
Embarazo - Parto - Posparto (inmediato, extenso).
Pérdidas y duelo.
Este acompañamiento consiste en ofrecer apoyo y
soporte emocional y en aportar información cuando es requerida, siempre de modo
complementario al de el/la profesional que atienda a la mujer (preferentemente
la matrona).
Las Doulas nos situamos siempre junto a la mujer,
a su lado y de su lado, siendo conscientes de nuestras propias emociones,
capacidades y limitaciones.
Acompañar es ser testigo de momentos únicos en la
vida de una mujer y esto implica respetar sus decisiones y no emitir juicios
sobre ellas. Acompañar no es dirigir, ni guiar, ni interferir, ni asesorar, ni
buscar un final diferente para ningún proceso.
Acompañamos con honestidad y con humildad.
Honestidad sobre la propia experiencia y formación. Honestidad sobre lo que se
puede y no se puede conseguir, sobre lo que se puede o no se puede prometer y
comprometer de una misma y de su tiempo. Humildad para no convertirse en
protagonista y para no intervenir e interferir con las decisiones de la pareja
nunca, incluso cuando pensemos que podríamos mejorar el desenlace de la situación
que se plantee.
Para ser Doula se necesita tener vocación de
servicio y ayuda a los demás, y es importante tener las heridas propias
cerradas para que no se reabran frente a las heridas de las mujeres a las que
acompañamos. Para ser Doula es necesario saber escuchar sin imponer, sin
exigir, y es importante saber que nuestra profesión se basa en el
acompañamiento y la escucha desde una posición imparcial, ajena a nuestras
propias vivencias y criterios.
Reconozco que es fácil dejarse arrastrar creyendo que
una va a ser mejor Doula si acumula formaciones, talleres y cursos varios
basados en las corrientes espirituales-místico-esotéricas que, finalmente,
envuelven con un halo de irrealidad a las prestaciones de muchas de las mujeres
que se han dedicado al acompañamiento como Doulas.
No digo que a título personal una persona deba de
renunciar a aquello en lo que cree. Está bien que cada cual desarrolle su parte
religiosa o mística, de cualquier
creencia, o se mantenga en su ausencia de fe,
pero eso forma parte de su vida privada, no es algo que deba
extrapolarse a la profesión de Doula… de la misma forma que ningún otro
profesional lo hace.
¿Con qué herramientas contamos para esto? Contamos
con la escucha activa y el profundo
conocimiento de cada uno de los procesos que se acompañan, así como nuestra
propia experiencia como mujeres y como acompañantes. Sólo conociéndolos en
profundidad es posible no interferirlos, no intentar acortarlos o suavizarlos y
acompañarlos con confianza. Sólo entendiendo y comprendiendo la naturaleza de
cada proceso puede ser éste respetado.
Por esta razón es necesario que las Doulas nos
formemos sobre fisiología y anatomía de la mujer, sobre las emociones que la
embargan y las características sociológicas que la rodean. En este sentido, más
allá de la formación teórica, es necesario un continuo trabajo personal de
manera que el acompañamiento no sea sólo “un trabajo”, sino también una
actitud, una manera de comprender, respetar y estar al lado de las mujeres.
Con toda sinceridad, creo que sería honesto hacer
una introspección antes de tomar esta decisión de ser Doula, incluso si es
necesario, realizar una terapia propia y sumergirse en aquello que nos dejó
dolidas tras nuestros experiencias, aquello que, aún sin diagnosticar pudo haber
supuesto una depresión pos parto en toda regla y que, tal vez, no escuchamos y sanamos por no saber
reconocer o por no tener a dónde acudir.
Algo tan emocional como es el acompañamiento a una
mujer en un estado máximo de vulnerabilidad como es un parto, como es una
maternidad recién estrenada, no puede depender solamente de nuestra propia
experiencia, de nuestra situación laboral o económica. Sinceramente, creo que
ha de ser algo puramente vivencial y vocacional para poner el alma en ello.
Creo, también, que hay que ser realistas y valorar la situación de
disponibilidad con que se cuenta para poder atender en caso de llamada.
Cuando Michel Odent se refiere a las Doulas nos
nombra como las protectoras de la mujer de parto porque para él (y confirmo mi
acuerdo en esto también) la Doula NO
interviene en el proceso, sino que vigila de manera atenta y silenciosa a la
madre, sabiendo leer los signos y señales que ésta emite, sabiendo anticiparse
a sus deseos y necesidades. Claro que él concibe a la Doula como la MUJER
experta en partos (en los suyos propios ya que él considera que una Doula ha de
ser madre) y en los de otras mujeres a través de la experiencia adquirida…
Las Doulas nunca realizamos actuaciones de índole
sanitaria. La matrona ES la persona cualificada para atender los partos
normales. Y la Doula es la persona
preparada para acompañar EMOCIONALMENTE a la mujer de forma continua y
permanente, algo que una matrona –salvo sea un parto domiciliario- no puede
realizar debido a cómo está estructurada la sanidad, tanto a nivel de atención
primaria como en los hospitales, con sus horarios rígidos, con sus turnos
estresantes, con su falta de personal y apoyo, con las presiones que les vienen
desde “arriba”…
Un tema caballo de batalla entre las asociaciones
de Doulas, o al menos en las que
pertenezco, es conseguir una definición exacta y concisa de qué es una Doula. Y
velar por el cumplimiento de unas normas dentro de una estricta
rigurosidad. Porque desde este
batiburrillo de conceptos, y viendo algunas ofertas… temo que alguien puede
pensar que somos “chicas para todo”. De ahí que algunas madres lleguen a
confundir o no lleguen a tener claro si una Doula cubre sus necesidades reales,
esas que la desbordan y la dejan en una situación de extrema
vulnerabilidad, o anda en busca de una
Doula porque alguien se lo ha recomendado, o porque, simplemente… “se lleva”.
Cuando una mujer está informada y acompañada,
cuando habla de sus miedos y de sus dudas con otra mujer cercana que le inspira
confianza, manifiesta abiertamente sus emociones, las mira a la cara, les pone nombre… las
escucha, las acepta y las trasciende, el cambio que experimenta es total. Es
una liberación que tiene incluso efectos físicos. La mujer está pletórica,
feliz, fuerte y empoderada. Y de eso se trata para poder hacer frente a todo
cuanto vaya llegando en este periodo, alcanzando el mejor de los finales con el
nacimiento de su bebé.
Amiga, mujer, que estás leyendo estas palabras:
para un momento a escuchar tus emociones, conecta con tus necesidades… estudia
la situación desde tu realidad y mira qué es lo que necesitas. Si crees que tal
y como te sientes estás bien y no contemplas la presencia, durante una parte de
tu trayecto, de otra mujer por muy Doula que sea... sigue adelante sin ella,
porque está bien lo que tú sientes.
Si por el contrario sientes miedos, inseguridades
y/o dudas respecto a tu posible o incipiente maternidad, si necesitas alguien a
tu lado con quien compartir aquello que ronda tu mente y encoje tu alma, si
sientes que llegado el momento del parto, el acompañamiento y la contención
emocional de una mujer con experiencia en partos te puede ser de ayuda, si
prevés que cuando llegues a casa con tu bebé recién nacido te sentirías mejor
con la presencia de una mujer que puede estar a tu lado, sin juzgarte y
escuchado tu posible llanto como consecuencia del gran cambio que se ha
producido en tu vida… si por todo ello SIENTES que vas a necesitar del apoyo de
una Doula, entonces sí, busca la que mejor se adapte a ti, a tus deseos, a tus
expectativas…
Pero ten siempre presente que la Doula NO es
personal sanitario, ni es tabla salvadora de nadie… la Doula es la mujer que te
acompañará en el camino que TÚ, y solamente tú, decidas elegir.
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