Se me hace duro pensar que mujeres que trabajan
con y para otras mujeres crean que algunas congéneres son tontas, que las hagan incapaces
por tomar ciertas decisiones. En concreto y por mantenerme en lo que me ocupa,
me refiero a que digan que las madres
que eligen a una doula para que las acompañen en algún proceso durante su
maternidad, no tienen criterio. O les has comido la cabeza. O están engañadas…
Por suerte, las mujeres que toman esta decisión
–al menos las que yo he conocido- la han tomado a conciencia, sabiendo lo que
hacían, y muy bien lo que querían y necesitaban.
Recuerdo ahora el primer parto hospitalario que
acompañé. Era el primer bebé de la pareja y la mujer tenía muy claro que quería a
una doula a su lado. Estuve con ella durante todo el embarazo, empezamos muy
pronto a tener encuentros en los que comenzó a fluir la confianza.
Llegada la fecha, estuve a su lado casi desde las
primeras contracciones, pues así lo quería ella. Una vez en el hospital, en la
habitación, estuve también con su pareja. Llegó el momento de bajar a la sala de
dilatación donde pariría a su bebé y prefirió que fuera yo quien estuviera
junto a ella. Los papás habían acordado que llegado justo el nacimiento, yo me
saldría para que entrara el padre de la criatura.
La comadrona entraba y salía. En ningún momento me
preguntó quien era yo. Me dijo que si necesitaba algo que la llamara. Le
pregunté si le podía dar agua y me dijo que sí, que por supuesto…
Esta fase fue muy larga pero permanecí a su
lado en todo momento, velando su sueño, acercándome cuando me llamaba, dándole
agua si pedía… escuchaba sus quejidos y los sentía en mi piel. La veía
deambular, agacharse, mover las caderas… y ella, viéndome cerca, a su lado, se sentía segura.
Cada vez que la comadrona entraba, me miraba en
silencio. Veía que todo estaba bien. Y se volvía a marchar.
Llegó el momento del nacimiento. La comadrona ya
estaba preparando todas las cosas, la mamá se había acomodado de la forma que
le apetecía en una cama articulada que esta profesional, cariñosamente, iba
acoplando a sus indicaciones.
En un momento dado me dijo “asómate y le verás la
cabecita” pues yo permanecía junto a la cabecera de la parturienta.
Y justo entonces pensé que me tenía que salir para
que entrara su marido. Pero para sorpresa mía, la comadrona me dijo que
permaneciera junto a la madre y que ella iba a salir a por el papá.
Cuando él estuvo dentro, nos quedamos mirando… en
silencio. A los pocos minutos, nació la criatura. La parió sin epidural, de
forma natural a pesar de su agotamiento.
Me alejé un poco de la pareja para que disfrutaran
de ese momento, me quedé en muy tercer plano… pero los recién estrenados padres
me llamaron para que cortara yo el cordón umbilical. Todavía tenía que contener
mis emociones, hasta que saliera del paritorio: yo era la que acompañaba, yo
era la que contenía…
Cuando la comadrona terminó de coser un pequeño
desgarro, le di las gracias por haberme permitido estar todo el tiempo. Y entonces le dije que
era SU DOULA porque era necesario que lo supiera.
Para mi sorpresa me dijo que lo había sabido desde
el primer momento, que veía entre nosotras complicidad, que veía en la mamá la
confianza y la seguridad que yo le estaba aportando, y que por todo ello, no había sido capaz de hacerme salir. Me dio las gracias por mi colaboración. Buena profesional y humilde, esta mujer.
La madre que pidió mi acompañamiento es una mujer
inteligente, informada y comprometida con la Vida. Su marido siempre estuvo de acuerdo
con las decisiones que ella había tomado.
Como esta mujer, ha habido otras a las que he
acompañado, hay otras a las que estoy acompañando... Y aseguro que no son para
nada tontas, ni influenciables, ni han sido engañadas, ni por mi ni por nadie.
Reivindico el derecho a que cada mujer
elija por quien quiere estar acompañada durante su maternidad, sea el proceso
que sea. Y por ello voy a seguir trabajando.
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