Esta
mañana dispongo de unas horas para estar en casa. Hacia medio día vuelvo a la
clínica donde me espera Marido para permanecer junto a él hasta que llegue la
tarde cuando le practicarán un cateterismo para desatascar una arteria
coronaria.
Unos
días en el hospital dan para pensar mucho, las horas pasan muy lentas, la sensación
de inutilidad me bloquea, sentir miedo y poner buena cara me agota.
La
mente se me desbarata y se va por derroteros incontrolables y las preguntas
afloran porque, desde mi parte humana y racional, necesito respuestas ¿por qué a él?
Marido
ES una persona muy sana, física y emocionalmente. Su infancia fue feliz, su madre ha sido una matriarca amorosa, atenta
y complaciente, su padre muy buen hombre. Fue amamantado hasta los cuatro años, vivió en
tribu, con sus hermanos, sus tíos, sus primos…
Desde
sus catorce años es montañero, no ha sido de salir de farra por las noches ni
de ir de copas… sus hábitos son saludables, no ha fumado nunca, no es bebedor –excepto
alguna copa de buen vino en las comidas- no come en exceso ni toma grasas, come
verdura y fruta… su actitud frente a situaciones adversas es muy positiva, difícilmente
se enfada y se ríe mucho.
No
ha tenido una profesión en la que haya ejercido un esfuerzo físico aunque sí ha
estado en puestos de cierta responsabilidad. Y a pesar de que la vida le ha
golpeado con dureza en más de alguna ocasión, ha sabido llevar las situaciones
con templanza.
En fin, más de cuarenta
años junto a él dan para conocerlo bien y saber cuánto vale convivir a su lado.
Marido
se jubiló laboralmente, como profesor, hace tres años recién cumplidos los 63. Y a poco su salud
comenzó a mermarse… aparecieron indicios de azúcar en sangre y la tensión, que
siempre había tenido muy baja, comenzó a dar niveles demasiado elevados. Y empezó
a tomar la medicación apropiada y que lleva controlada en su medida.
Parecía
que sus hábitos, a lo largo de los años vividos, debían de ser un seguro de
vida… en cambio termina de pasar por una angina
de pecho, un síntoma cardiovascular, un aviso de que algo en su corazón no
estaba bien… y a pesar del susto, bendito sea porque nos ha puesto sobre aviso
de algo que desconocíamos.
Decía
que la mente comienza a buscar razones… y me planteo hasta qué punto la
genética influye más que los hábitos, que la voluntad…
El
padre de marido tenía una enfermedad coronaria. Murió de un infarto de
miocardio recién jubilado, con 67 años.
Su
madre, una mujer a la que adoro, tiene desde hace bastante tiempo, diabetes tipo
II e hipertensión…
Y
estos son los tres elementos que ahora, siendo consciente, están influyendo en la salud de Marido.
He
leído mucho sobre repetir patrones de los seres a los que amamos, los que nos
han dado la vida… y a través de la experiencia -propia y ajena- puedo constatar que así sucede. De
una manera inconsciente, se da aquello de amo tanto a mi madre (o a mi padre) que me
parezco a ella hasta en desarrollar esta enfermedad equis…
Pero
por otro lado está la epigenética, los cambios en las costumbres y pensamientos
que pueden influir en la salud, los
cambios de hábitos alimentarios, etc, etc… factores que me sugieren una mejora de la raza humana, que me llevan
a creer que podemos rechazar aquello que estaba en nuestros progenitores pero
que no queremos en nosotros, especialmente si se trata de enfermedades “hereditarias”
y hábitos aprendidos…
Pero
ahora, se me ha desmontado todo. Cierto que no soy experta en nada, que cuanto
más sé menos entiendo… pero, insisto en que esta parte mía racional de la que
no me quiero deshacer, busca una explicación a lo que le ha sucedido a Marido.
Recuerdo
las fases de las que habla la Dra. Kübler-Ross en sus libros, y finalmente
llego a la aceptación de que las cosas, simplemente, suceden. Porque toca,
porque están en el Plan de Vida con el que venimos a la tierra.
Pido
al Universo para que Marido se recupere bien y pueda volver a salir a la
montaña, su gran afición, el motor que le mueve para disfrutar de sus días en
esta tercera edad que le aproxima a un final certero, la montaña en plena Naturaleza,
allí donde recarga su energía vital, donde se siente más cerca del Cielo…
Querida Concha:
ResponderEliminarSabias como simple tus observaciones. Sabia tu angustia pues al fin y al cabo eres humana y sin la angustia no sale a la luz la fortaleza para afrontar lo que nos “cae”, lo que nos “toca”. Me compenetro bien con tus comentarios, con tus preguntas y con tu respuesta. La única a la somos capaces de llegar los que nos llamamos seres inteligentes: las cosas simplemente suceden. Hemos inventado a los dioses, el cielo y el infierno, el paraíso de las uríes, la transición a una vida mejor, la reencarnación, etc. etc., etc. ¿Por qué? Porque no somos capaces de aceptar la muerte como algo definitivo. Pero la vida… ah la vida… ¿Crees que la entienden los filósofos? ¿O los sabios? ¿O las religiones? No lo creo. El misterio está ahí, candente como el primer día que a los cavernícolas les fue dado pensar. La aceptación es el único camino, y me parece que lo has descubierto sabiamente.
Mis mejores deseos para que Marido se recupere y vuelva a sus montañas queridas. Ellas son las más sabias.
Os quiero: Toya
¡Jope, Toya! Emoción añadida a la que ya tengo... tus palabras, las de una mujer curtida por la vida, sabia por experiencias, conocedora de luces y de sombras, luchadora en pos del anhelado bienestar personal....
EliminarRealmente es un privilegio tenerte entre mis lectorxs. Y aunque sé que siempre estás ahí -a pesar de la distancia y del charco que nos separa-
en momentos como estos me gustaría poder darte un abrazo.
Espero poder hacerlo en breve.
Yo también te quiero, Toya querida. And husband too!!
Hola, querida Concha:
ResponderEliminarQué casualidad el título de tu artículo: "¿Genética o Plan de Vida?". Justamente es lo que, hace días, comentamos tu y yo telefónicamente hablando de lo ocurrido a mi amigo Manolo. Tu eras (o sigues siéndolo) un poco escéptica sobre el tema de la genética; puede que yo también. Pero al final nunca sabremos, como reza el título, si ha sido "Genética o Plan de Vida". La cuestión es ¿por qué a él? (otra de tus preguntas incontestables).
Precisamente, cuando me enteré de lo sucedido, tuve esas mismas observaciones que tu: Pero si Manolo no es bebedor (tan solo una copita de vino en alguna comida o cena de relevancia, entre familiares o amigos); si no ha fumado en la vida; si su alimentación es de lo más sana; si desde muy joven ha sido, y lo sigue siendo, un deportista nato (¡habrá hecho kilómetros en esta vida!, y los que le quedan por recorrer). Y entonces a mí también me invadió esa misma pregunta: ¿por qué a él?, a mi amigo Manolo.
Todo lo ocurrido cobra mayor relevancia por eso, justamente por eso, por ser mi amigo. Porque, desgraciadamente, con demasiada frecuencia oyes decir: ¿Sabes que "fulanito" ha tenido un accidente de coche?, ¿Sabes que a "zutanito" le ha dado un ictus y se ha quedado medio paralítico?, ¿Sabes que a "menganito" le han detectado un cáncer?...Pero ese "fulanito", o ese "zutanito o ese "menganito" tan solo son conocidos, con los cuales no tienes, ni de lejos, relación estrecha alguna. Pero cuando "esos" tienen nombre propio a los que por tu relación (ya sea hernanos, sobrinos, tíos, padres, amigos) les tienes un gran aprecio, la cosa cambia, ya que el roce hace el cariño. De ahí, siempre la misma pregunta ¿por qué a él o élla?. Y mi respuesta (creo) es que ha pasado porque ha tenido que pasar; porque esta vez le ha tocado a él. Y punto. Ya sé que es fácil decirlo desde fuera de la "barrera". Lo siento.
Solo desear, desde aquí, que mi amigo Manolo sea consciente de lo que le ha ocurrido, y que, a la vez, sea comedido o moderado en sus salidas a la montaña, pues no hace falta esos "tres miles" (que tú, Manolo, ya has hecho un montón de éllos), tan solo una buenas rutas apreciando los paisajes que nos brinda la naturaleza y, eso sí, en buena compañía, tendría que ser suficiente para llenarnos de satisfacción.
Nada más; te envío un cariñoso beso para tí, Concha; y un fuerte abrazo para Manolo.
Ricardo Vivó
Un beso amama, siento la ausencia de estos meses, pero aquí estoy intentando enviarte toda la energía positiva que puedo, mientras guardaremos las montañas castellanas bien para que en breves podais volver a recorrerlas, un abrazo enorme
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