Algo
que a menudo repiten las madres que acompaño, tras el nacimiento fisiológico y
normal de sus bebés, es que sin mí compañía
no lo habrían conseguido.
Y aunque
siempre les digo que son ellas las protagonistas, que ha sido su trabajo en
armonía con el bebé que llevaban dentro -porque estoy convencida de que así es-
cada vez me replanteo más este tema.
Hace
unos días, departiendo sobre nuestras cosas de Doulas con Liliana Lammers, yo
dije algo así como que en cada acompañamiento
sentía que recibía más de lo que daba.
Ella, reflexiva y serena, tal cual es, dijo que su sentimiento no era ese, que ella
es consciente de que recibe mucho pero también sabe que da mucho, que es algo
recíproco, y que se siente en equilibrio.
Quizás
desde el miedo inculcado al tan temido
ego, no sea capaz de reconocer lo que supone mi compañía a lo largo de todo
el proceso de parto, incluso durante el embarazo, para una madre en situación
de vulnerabilidad, ya sea su primer hijo o su cuarto.
Cuando una mujer decide
ser acompañada por una Doula, algo en su interior le dice que así ha de ser.
La
madre a la que he acompañado esta semana pasada también me dijo al poco de haber
parido, que sin mi no lo habría conseguido, porque sintió mi presencia como si
fuera su guardiana, que gracias a que estuve pendiente de que se cumplieran
sus deseos, de que su plan de parto fuera consultado y respetado, de mi diálogo
e interactuación con el personal sanitario... gracias a la afirmación con mi mirada cuando ella, en momentos de desconcierto me buscaba los
ojos, pudo llegar al feliz nacimiento de su hija,
sin ningún tipo de medicación ni de intervención, justo como ella deseaba, como
había decidido que nacería su hija.
Entiendo a todas las madres asustadas y temerosas por sentirse
solas
(aunque tengan a algún acompañante).
Entiendo el pánico si no tienes a quien te
explique que tu proceso apenas ha comenzado y que tienes todo el tiempo
necesario por delante, sin mirar relojes ni intentar acelerar nada; alguien que te diga que tus vómitos son
normales y los recoja sin ningún tipo de reparo; si no
tienes cerca quien comprenda tus rugidos sin asustarse, que vea de buen grado
tus movimientos salvajes y felinos sin juzgar ni reprimir…
Entiendo la falta de
seguridad y confianza
que, aun sabiendo racionalmente que está ti, en estos momentos recuperas y tienes presente con solo mirar a quien durante algún tiempo te
lo ha ratificado…
Entiendo y sé que es fácil
tirar la toalla y decir que hagan con una lo que los otros quieran cuando las
fuerzas flaquean y el miedo atenaza…
Y sinceramente, yo me pongo en su lugar y las comprendo. Entiendo todo esto y mucho más.
La Doula es la MUJER que
está presente
sabiendo qué necesita la madre y qué ha
de aportarle, sea mucho o sea nada, formando parte de un tándem con ella, con los profesionales que la atienden, sintiéndose parte integrante de un equipo en pos de lo mejor para ese nacimiento.
Y
entonces, cuando dejo atrás ese miedo, reconozco que sí, que tal vez las
cosas no habrían sido igual, que tan vez cualquier mujer habría abandonado antes de
llegar al final, que no habría conseguido su propósito.
Y acepto sin el jodido miedo al ego que, posiblemente, sin mi PRESENCIA no habría sido lo mismo y
no lo habría conseguido. Con lo que ACOJO, con mi ego y con humildad, que SÍ, que recibo tanto como doy.
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