A
mí me gustan estas Fiestas, siempre me ha gustado celebrar la Navidad en
familia.
Cuando
mis hermanas y yo éramos pequeñas, cantábamos villancicos, bailábamos, tocábamos
panderetas y zambombas, nos juntábamos con mis primas ¡lo pasábamos genial!
Luego,
cuando mis hijos eran niños, también nos juntábamos en casa de mis padres con
mis hermanas y sus maridos, y mis sobrinas. Y seguíamos cantando villancicos. Mi
hija, mi hermana Cristina, mi sobrina Yolanda tocaban la guitarra. Íbamos a la
Misa del Gallo y seguíamos cantando ¡Cómo me gustaba!
El
otro día en casa de mi madre escuché una casette grabada en aquellos años, con
canciones, risas… ¡qué bien estábamos! Y cuánta nostalgia sentí…
Pero,
por ley de vida, las situaciones cambian y algunas personas ya se han ido para
no volver (mi tíos, mi padre…) y los hijos crecen. Y tienen pareja. Las cosas
ya no son lo que eran…
Y
esta Nochebuena, por primera vez en mi vida no habrá jolgorio, ni voces, ni risas compartidas... Marido y yo estaremos solos. Vamos a cenar el uno juntito al otro…
con la casa en silencio, vacía.
Sé
que habrá quien me lea y pensará que no tengo derecho a quejarme pues habrá
quien esté realmente solo y en peores condiciones. Y si, es cierto. Pero eso no quita para que yo sienta esta
soledad…
Hace
un momento ha venido mi hijo Pau, el pequeño, el que todavía el año pasado
estuvo con nosotros y hace pocos meses vive con su pareja. Ha venido a por
ropa. Y no he podido evitar que se me empañaran los ojos al ver cómo se
marchaba sabiendo que no iba a volver a dormir…
Y
no tengo el síndrome del nido vacío, sino que como he dicho antes, me gustan
estas Fiestas y echo de menos a mis hijos. No
creo que sea nada del otro mundo.
Todos
los años y especialmente desde que falleció mi padre, hemos intentado mantener
la familia junta en esta noche especial, pero este año los astros han perdido
su alineación y nos hemos dispersado… y aunque mañana nos juntaremos dieciocho
a comer, recogiendo a personas de por aquí y por allá, siento en lo profundo de
mi corazón que no es lo mismo…
Esta
tarde, después de cuatro horas en la cocina preparando diversos guisos para
mañana, he parado y he venido a confesarme, porque siento que la tristeza me
sube por la garganta.
Así
es que escribo y suelto sin saber dónde irán a parar estas penas mías, sabiendo
que mi familia no se va a enterar porque ellos no suelen ser lectores
habituales de mi blog. Sabiendo que esta
soledad es mía y yo me la tengo que comer. Y conectando de nuevo con esa
sensación por la que ya he pasado en alguna otra ocasión: la de la soledad
profunda, esa que se agazapa y se asoma cuando menos lo espero. Pero como ya la
reconozco, no me asusta, y le permito que asome para recordarme que, al fin y
al cabo, todos estamos solos en este mundo porque la verdad está en nosotros
mismos, no el exterior ni en las personas que nos acompañan.
Pasaré
este sentir en silencio (no me gusta que nadie me compadezca ni quiero utilizar
esta sensación mía a modo de chantaje para que no me dejen sola…) y sé que saldré refoltalecida.
Es
como si la Vida me recordara, de vez en cuando, que venimos a este mundo a
solas… y nos vamos en soledad, aunque estemos acompañados.
Tú eres de las que tiene su soledad habitada. Y eso no significa que no duela a veces, sólo te hace dueña de ese dolor. Te entiendo y te abrazo, aunque lo haya leído tarde.
ResponderEliminarDueña del dolor... así es, querida Amiga. Reconocer y aceptar es una opción no exenta de dolor. Por ello creo que mirarlo de frente es la mejor forma...
EliminarGracias por estar, como siempre. Y por comprender.
Un abrazo.
ay Amama, sabes? aun con todo lo que significa esto de la soledad y aun sabiendo que los echas de menos (no sé si usar palabra pena, porque creo que no va contigo para nada aunque sí la usas) el que seas capaz de expresarlo, de sacarlo y como dice Carmen, ser dueña, es un regalo para los demás.... gracias.
ResponderEliminarMi Esther querida, dar pena, dar lástima... ¡que mal lo llevo! no es para nada lo que quiero, por eso creo que es mejor la soledad, aunque sea elegida, que andar con personas al lado que no sienten...lo mismo.
EliminarEl regalo es teneros a Carmen y a ti, a pesar del tiempo, a pesar del Facebook de las narices que cada vez nos hace la vida más impersonal, a pesar de la distancia... sois las únicas seguidoras antiguas de este blog a las que no les ha afectado los cambios.
GRACIAS por ello. A LAS DOS.
Un abrazo, Esther. (a Carmen se lo he dado un poco más arriba)
no, no, no das pena, e - para nada, te admiro por cómo eres, tu familia, tu modo de actuar y responder a lo negativo - no es, me duele tu tristeza, porque la entiendo (aunque tenga matices diferentes), la comparto, la he vivido (y la viviré si Dios quiere). y aun lejos y en silencio te acompaño en ella. Yo creo que son realmente estos momentos de bajón, si quieres, o sí, tristeza, lo que realmente nos une mucho. No, Concha, no das pena, la compartes y te haces eco de ella, la reflejas y la expresas y así nos podemos identificar. Y por eso, gracias.
ResponderEliminarEl agradecimiento es mutuo, querida Esther. No sabes cómo aprendo de ti, de todas las mujeres que expresan su sentir desde el corazón...
EliminarGRACIAS.
Hola Amama mi nombre es Rebeca soy de Chile, quiza aun no comprendo su sentimiento. Pero.a todas algun dia nos sucedera y su blog me ha ayudado a recapacitar y tomar conocimiento que mientras se pueda hay que disfrutar al maximo esos preciosos momentos en familia! Y en este momento estoy esperando familia.. y me gustaria que me acompañara en mi segundo embarazo que recien comienza! Besos y abrazos! :)
ResponderEliminarHola Rebeca. Me alegra saber que mi blog llega tan lejos y que sirve para algo.
EliminarFelicidades por tu embarazo, ante todo.
No sé de qué forma puedo acompañarte, pero estaré encantada de hacerlo. Ponte en contacto conmigo por correo electrónico, será más privado.
Que seas muy feliz y gracias por tu confianza desde el otro lado, desde tu precioso País.
Un abrazo.