Senderismo y re-conexión.




Un año más han terminado las Fiestas Navideñas, y en esta ocasión han sido especialmente… densas.
Emociones, ausencias, comidas, fregoteos… me sentía cansada, incluso en algunos momentos, triste.
Necesitaba re-conectar, de alguna manera, con mi esencia...


Durante muchos años he salido con cierta asiduidad a caminar al monte. El senderismo me ha permitido mantenerme físicamente en forma además de relajar mi mente y engrandecer mi alma. El contacto con la Naturaleza me devuelve a mi ser, me conecta con lo más profundo de mi estado natural.

Pero por diversas circunstancias… responsabilidades familiares, laborales, personales, llevo una temporada bastante alejada de las montañas, los valles, los ríos…

Desde que Marido se ha retirado de su actividad laboral, suele salir los jueves a caminar al monte.  Se ha hecho con un grupito de jubilados, de entre 60 y 70 años, con el mismo espíritu aventurero que él. Y lo cierto es que disfrutan, las personas.  Al principio eran cuatro, pero ahora y por eso del boca a boca, suelen salir hasta quince, incluyendo a mujeres jubiladas, profesionalmente, también.  Marido me ha invitado varias veces a salir con ellos, aunque lo cierto es que, como he dicho antes, por una causa o por otra no veía el momento.

Pero hoy había llegado el día. Necesitaba salir, tomar el sol y el aire, sentir el vientecillo de invierno, limpio y frío sobre mi cara… y a las 6:40 h me he despertado para tomar el desayuno y salir con el grupo.

En esta ocasión íbamos trece personas, cuatro de ellas, mujeres. El sendero transcurriría desde el pueblo de Benlloch hasta Serra d’En Galcerán, siguiendo un tramo del marcado Camino de Santiago desde Castellón.

Cuando hemos llegado para dejar los coches y tomar algo calentito antes de emprender la marcha, eran las 9 h de la mañana y el termómetro marcaba -1º. Nos hemos abrigado y el inicio del sendero nos mostraba las pequeñas plantas a nivel de suelo llenas de escarcha lo que les confería un aspecto blanquecino y opaco.
Con gorro de lana, braga que me cubría la nariz, guantes y gafas de sol para protegerme, no del astro rey que comenzaba a brillar, sino del airecillo frío que soplaba por la zona de umbría donde, además, hemos encontrado algún que otro charco en estado de congelación.
Poco a poco, el tímido sol ha comenzado a lanzar sus rayos y el rocío congelado se iba convirtiendo en pequeñas gotitas de agua que se deslizaban por las hojas de las plantas, preciosa y relajante visión que me ha permitido sacar alguna fotografía.

 El camino ha transcurrido en un continuo ascenso, prácticamente desde la salida. Al poco, hemos llegado hasta un algibe perfectamente conservado y encalado, donde nos hemos hecho las fotografías de rigor.
También hemos pasado por una ermita, advocación a Nuestra Señora del Adyutorio,  en buen estado de conservación pero que no hemos podido visitar por estar sus puertas cerradas. ¡Espero que no llamen así a ninguna niña de la zona!

La mañana ha pasado apenas sin darme cuenta a no ser por los repechos que me iban obligando a quitar ropa, hasta quedarme solamente con la camiseta técnica y, francamente, acalorada bajo el sol que ya brillaba con fuerza.  Hemos pasado de -1º a 14º en pocas horas y haciendo ejercicio, el cuerpo genera todavía más calor.

Cerca del pueblo donde íbamos a comer, nos hemos encontrado con un horno de cal, donde antiguamente se cocían las piedras para sacar este producto, que además de blanquear las paredes de las viviendas, se utilizaba –y se utiliza todavía en muchos lugares- como desinfectante.


Hemos finalizado el recorrido a la hora de comer. Han sido 14,5 kilómetros que hemos recorrido en 3 h 30 ‘ de tiempo real, sin contar las paradas para almorzar, sacar fotografías y demás necesidades…

Cuando he vuelto a casa y tras una buena ducha de agua caliente, me he sentado a escribir, y os puedo asegurar que me siento fenomenal.

Adiós al cansancio emocional, adiós a la ansiedad que estaba haciendo su aparición estos días.  Es posible que mañana tenga agujetas porque la incesante subida ha puesto en funcionamiento algunos músculos de esos que poco a poco se quedan atrofiados, pero como no será la primera vez que me suceda, lo tomaré como efectos colaterales de un día en el que he recargado pilas, en el que he conversado con otras personas con sus circunstancias personales que en algún momento han compartido. Un día más de senderismo del que siempre aprendo algo nuevo, en el que me doy cuenta del privilegio de sentirme viva y en el que agradezco al Universo su generosidad infinita conmigo.


Gracias a Marido por sus preciosas fotografías, testimonio gráfico de toda una vida…


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