Viaje a Madrid: psicopatología, emociones y dolor de cabeza.



Seis seminarios han pasado ya de la Formación en Salud Mental Perinatal que estoy haciendo con Ibone Olza e Isabel Fernández del Castillo, a través de Terra Mater. El curso consta de doce seminarios a lo largo de los doce meses de este año de 2015. Procuro ir a Madrid siempre que puedo, aunque ha habido alguno de ellos que he seguido vía on line porque las circunstancias no me han dejado desplazarme y lo cierto es que no tiene nada que ver estar en mi casa cara al ordenador, a estar allí en una sala con personas, escuchar y ver a Ibone, sentir el calorcito del grupo, las conversaciones en el café, los abrazos en directo…

Este curso que estoy siguiendo gira en torno a la maternidad, tema que, evidentemente, me interesa sobremanera. Los aspectos emocionales que envuelven este periodo por el que pasan algunas mujeres: embarazo, parto y posparto, sus luces y sus sombras, sus temores y sus terrores, sus patologías… y las de los hijos que paren.  Denso y muy interesante desde el punto de vista del acompañamiento en el que yo, como Doula, me muevo.
Diría que es una formación IMPRESCINDIBLE para todas aquellas personas, especialmente personal sanitario, que trabajan con madres en etapas de crianza. Y añadiré que, tristemente, es lo que menos abunda en la formación. Pocas matronas y enfermeras. Médicos, alguna… Psicólogas, terapeutas y doulas, la mayoría. Y un hombre, psicólogo.

No voy a detallar lo que supone un montón de lecturas y de ensayos, estudiar relatos de experiencias, realizar el trabajo personal en cada seminario… porque no viene al caso. Baste decir que esta formación, que de momento no tiene rango universitario, abarca mucho más en cuanto a tratamiento de emociones de lo que se da en la mayoría de carreras oficiales relacionadas con la salud.

Y ayer estuve allí, en la Ronda de Segovia, en Madrid,  donde tienen lugar los seminarios. En esta ocasión, se trataría de la Psicopatología del posparto centrándose en la madre.
Después de cinco horas intensas, me volví con la terrible sensación -porque es la dura realidad- de lo abandonadas que se encuentran las mujeres cuando se enfrentan a situaciones de desajuste emocional, por la causa que sea y cual sea su diagnóstico. Del poco reconocimiento y apoyo que tienen por parte de estamentos públicos, por parte de la medicina PÚBLICA y privada, por parte incluso de las personas que las rodean…
Las crisis de ansiedad y la depresión posparto, algo bastante más común de lo que se cree y que se visibiliza poco precisamente por la poca formación que tienen/tenemos las personas que deberían de detectarla… Las consecuencias en las madres y en sus bebés, es algo cuyos efectos comprobaremos a largo plazo.
Patologías mucho más severas, como el trastorno obsesivo compulsivo (TOC), un diagnóstico de bipolaridad, o una psicosis puerperal, situaciones que en el puerperio resulta vital un diagnóstico y tratamiento acertado, ya que en ello puede ir la vida de la madre y de su criatura.

Evidentemente yo, como Doula, no voy a entrar en estos diagnósticos y mucho menos en la terapia y tratamiento, pero sí considero necesario un mínimo de conocimiento para, llegado el caso, saber derivar a tiempo. ¡Ojalá hubiera tenido esta información antes! Más sencillas habrían sido algunas situaciones en las que me he visto durante algún acompañamiento, y cuánto más fácil habría sido para mí haber detectado lo que a alguna mamá le estaba pasando… pero vaya, las cosas llegan cuando tienen que llegar y ahora confío que con estas herramientas mi ojo avizor tenga más posibilidades para detectar las alertas si éstas surgen.

A pesar de que ha habido algún seminario de especial dureza, el de ayer, sin serlo, resultó impactante para mí, quizás por haber vivido en primera persona una crisis de ansiedad que me llevó a una terapia personal durante algunos años.

Cuando Ibone comentó y mostró en la presentación de power point los síntomas que delatan una crisis de ansiedad, mi corazón comenzó a agitarse… la taquicardia, la falta de respiración, la sudoración, el abandono, la agorafobia, la sensación de muerte… síntomas que yo conocía bien y que pasaron como un relámpago por mi memoria, que recordaron mis entradas por urgencias convencida de que no podría superar el infarto… que me llevaron a momentos de angustia pasados y afortunadamente, superados.

Por un momento, imaginé todo eso con un bebé en los brazos, a solas en una casa, sin nadie con quien hablar y a quien decirle lo que se siente. Con el miedo a perder el sentido, con el miedo a que el bebé caiga y se rompa la crisma… y temí, temí mucho por esas madres que lo sufren, que lo viven en soledad y que por temor a ser juzgadas de malas madres se lo callan porque les han vendido que la maternidad debe de ser un disfrute… y en cambio, para ellas, es un martirio, un suplicio…
Y algo similar con una depresión en la que la tristeza y la apatía, el sueño, la falta de energía y de vitalidad, impiden a la madre disfrutar de su bebé y que, de la misma forma se calla… o no le hacen caso… o no sabe a dónde acudir porque alguien le ha dicho que eso es cosa de las hormonas…

Resuenan en mi cabeza las palabras de Isabel cuando dijo que la mujer es ninguneada cuando se trata de sus emociones y lo poco que se tienen en cuenta estas patologías desde la medicina preventiva.

La emoción sentida, el recuerdo de experiencias pasadas, propias y ajenas, la penosa realidad que se está viviendo en el ámbito de la salud mental perinatal y el triste futuro que se vislumbra, me produjeron un terrible dolor de cabeza que no ha desaparecido hasta que no me he levantado esta mañana, a eso de las 5:30 h a.m. tras haber descansado unas siete horas. Un dolor de cabeza centralizado en la nuca que evocaba aquellos días en los que volvía a casa tras un seminario especialmente intenso en emociones durante mi formación como Doula y después de una hora y media de viaje de vuelta a casa, también en tren…

Y quería haber escrito esto anoche, pero lo cierto es que apenas podía mantener los párpados abiertos ¡hasta las cuencas de los ojos me dolían!
Ahora, cara al ordenador, siendo las 8 h de la mañana, y después de un buen desayuno, siento la necesidad de plasmar todo esto sin saber a quién le puede llegar, como siempre que escribo. Pero vaya, como es algo que hago desde mi sentir y por mí,  me quedo satisfecha por poder expresar y liberar de esta forma este cúmulo de emociones.

No quiero terminar sin agradecer las conversaciones mantenidas con lxs compañerxs en la mañana de ayer, y el tratamiento personal de Ibone Olza y las palabras que intercambiamos durante el café, palabras que me reconfortan y me animan a seguir en lo que estoy haciendo desde el convencimiento de que, cuando las mujeres llegan a mi buscando una Doula, es porque alguien Superior así lo ha decidido. Cada cual que le llame como quiera.




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