Por alguna razón -lo de menos es
saber por qué aunque pueda intuirlo- llevo unos días que me viene a la mente
esta historia…
“Había
una vez, una persona que se estaba ahogando en alta mar (no viene al caso saber
cómo había llegado hasta ahí, pero seguro que tiene un motivo). En su
desesperación, clamaba al cielo pidiendo ayuda. ¡OH, Dios,
sálvame! gritaba…
Y
pasó por allí un yate de recreo quien le lanzó una balsa hinchable para que
subiera. Pero la rechazó. No, gracias, Dios me salvará… ¡Dios, sálvame! seguía gritando.
Y
acertó a sobrevolar el cielo un helicóptero que le lanzó una escalera ¡cógete y
te subimos! le dijeron. No, no hace falta, Dios me salvará. Y seguía aclamándose ¡Dios, que me
estoy cansando, sálvame!
También
pasó un barco mercante quien le lanzó un salvavidas ¡agárrate fuerte y te
remolcamos!, le gritaron. No, de
verdad, no es necesario, espero que Dios me salve. Pero sus fuerzas flaqueaban… ¡Dios, que no puedo más, sálvame
porque me ahogo! Y se ahogó.
Cuando
subió al cielo estaba muy enfadado con Dios. Al verlo le dijo que era un
mentiroso, un traidor, que había confiado en él y lo había dejado morir. Dios,
lo miró y le dijo ¿Ah, sí? ¿Crees que no
te he enviado ayuda? ¿Y la balsa? ¿Y la escalera? ¿Y el salvavidas? Solamente
tenías que haberlos cogido…”
El caso es que esta historia me
conecta directamente con una realidad que veo en el día a día. La de las
personas que esperan ser salvadas. De lo que sea. Pero por otros, sin tomar
cartas en el asunto. O que al menos, se lo pongan fácil, muy fácil…
Quienes me leéis sabréis lo
importante que es para mí la honestidad, tanto personal como a nivel de
trabajo. Honestidad con uno mismo para
conocer hasta donde llega y qué necesita. Honestidad para darse cuenta de que
tal vez no sea capaz de hacer ciertas cosas a solas. Honestidad para reconocer
que no pasa nada por pedir ayuda…
Honestidad, también, por parte de quien se cree que va siendo tabla
salvadora. Honestidad para reconocer que nadie salva a nadie y que lo que
podemos proporcionar son herramientas. Como la balsa, la escalera, el
salvavidas… herramientas para que uno se salve a sí mismo, asumiendo su libre
albedrío y su propia responsabilidad.
Y voy a ser un poco más
explícita. En el mundo de la maternidad y en el de la búsqueda personal,
especialmente, hay muchas “tablas
salvadoras” que lejos de proporcionar herramientas lo que pretender es ser
balsa-escalera-salvavidas y todo lo que se pueda, olvidando que tal vez no sea
esa su responsabilidad. Ni su tarea.
Y al revés. Personas que se
lamentan de que todo va mal, de que su lactancia no va bien, que no consigue
superar sus miedos en el embarazo, que no ha sabido elegir a la persona
apropiada para que la acompañe en su parto. Que si el colegio de sus hijos no
le gusta, que si el pediatra no le convence, que si su peluquera trabaja mal,
que su dentista es carísimo…
El caso es que herramientas hay. Y
al alcance de cualquiera.
¿Que tienes problemas de
lactancia? Acude a un grupo de apoyo, y si no es suficiente busca un
profesional que haga una valoración, te informe y te acompañe en la resolución
de la situación que te causa el problema. ¿Que no encuentras quien te lo haga
gratis? Pues tendrás que recurrir a abonar un servicio a cambio de la calidad
que pretendes. ¿O acaso otros profesionales te regalan su trabajo?
¿Que llevas una temporada
emocionalmente inestable y quieres solucionar la situación? Seguro que
encuentras quien te proporcione esas herramientas que necesitas y que esté a tu
lado mientras la utilizas, asegurándose de que lo haces de la forma correcta
para no dañarte más.
Intuyo que la historia que os he
contado y que martillea mi cabeza, tiene
que ver con esto y mucho más. Parece que en el tiempo que vivimos, en el de las
urgencias y las prisas, buscamos quien nos solucione la vida sin mirar cual es
nuestra parte de protagonismo, de responsabilidad. Y así, de forma inconsciente
(o tal vez no…) nos quedamos enganchadas en el eterno ¿qué puedo hacer?,
entrando en un bucle de mal-estar, de mal humor, de insatisfacción, de
frustración que va minando nuestra autoestima. Y nuestra salud.
Abrir los ojos y sentir para
poder ver que, en todo momento hay señales y se nos brindan herramientas para
que seamos nosotros quienes salvemos nuestras vidas. Pero hay que mojarse, y
agarrarse a la balsa, a la escalera, a al salvavidas… o de lo contrario, seremos náufragos eternos. Hasta
que llegue un día en que nos ahoguemos…
Con Amor.
Estoy de acuerdo
ResponderEliminarSalvo personas sin ingresos que apenas tienen opcioned
No es necesario tener ingresos, la ayuda puede ser desde páginas en Internet, fiables y de referencia. También de alguna amiga, o desde un voluntariado que también hay muy buena gente...
ResponderEliminarEl problema es que nos cuesta pedir. Y reconocer que necesitamos pedir ayuda...
Gracias por tu comentario.