Nos pasamos la vida tomando decisiones. Algunas veces nos sentimos contentos al haberlo acertado, en otras
nos arrepentimos… En cualquier caso, creo
que todo forma parte del aprendizaje necesario para crecer y alcanzar la
madurez, la sabiduría suficiente para poder marcharnos cuando llegue el
momento, satisfechos y felices con la vida que elegimos.
Una de las decisiones que más me satisface haber tomado en estos últimos
tiempos es la de inscribirme en la Formación de Salud Mental Perinatal organizada por Terra Mater, formación que dura un año y que está coordinada
por Isabel Fernández del Castillo e impartida, mayoritariamente, por Ibone
Olza. Estoy más que satisfecha ¡estoy
encantada!
Me desplazo a Madrid siempre que puedo
y lo he hecho en la mayoría de los días de formación. Ayer, jueves 15 de
octubre, tuvimos nuestro noveno seminario
¡una gestación! Comenzábamos el último
trimestre en torno al embarazo tras haber trabajado el parto y el posparto.
Contábamos con la participación especial de Jesusa Ricoy Olariaga, una madre
feminista y activista en cuanto a los derechos de las mujeres respecto al
nacimiento y al reconocimiento del propio cuerpo, que vive en Londres (una vez
más nadie es profeta en su tierra…) y que trabaja con un método reconocido preparando
a parejas para el parto. Y fue un
seminario especialmente participativo y divertido. Estábamos todas con una
chispa especial que hizo que la jornada de siete horas se nos quedara corta.
Al comenzar el seminario, Jesusa nos invitó a que nos presentáramos y decir por qué estábamos allí. Hay
cosas en la vida que no tengo claras pero está sí que la tengo: estaba –estoy-
allí porque como Doula que acompaña emocionalmente
a mujeres en procesos de maternidad, sin ser personal sanitario, esta formación me proporciona la mejor de las
herramientas. El profundo conocimiento de las emociones que se viven en
momentos de embarazo, parto y posparto y
las posibles patologías que se dan en circunstancias especiales y que conducen
a las madres a situaciones de angustia vital, la mayoría de las veces no
detectadas. Y es que como dije allí,
delante de mis compañeras, poco más me
interesa saber para acompañar como yo siento que he de hacerlo.
Mi caballo de batalla en torno a este tema es que, para mi forma de entender el acompañamiento, la doula no debe ser una figura que utilice terapias, ni debe decir a las madres qué han de hacer en
determinadas ocasiones. Y vuelvo a hablar por mí.
Porque yo observo, acompaño, abrazo, escucho, proporciono herramientas si me las piden, las
mujeres se informan y deciden… y si es necesario, derivo a personal más cualificado según sea
la circunstancia.
Cuando
finalizamos la jornada y a modo de
despedida, Jesusa nos invitó a una
descripción breve de lo que había supuesto este día. La mía fue la reafirmación
en lo que hago, en lo que siento, en lo que digo… por lo que me muevo, hablo y
doy la cara. Porque cada vez estoy más convencida de que son las mujeres
quienes deben de decidir respecto a su vida sexual y reproductiva. NADIE debe
decirles si han de ser madres, cómo vivir su embarazo, dónde y con quien parir,
cómo criar a sus hijos… NADIE.
Yo soy Doula, quienes me seguís sabéis
mi defensa en torno a esta profesión que pretenden abortar, que no permiten
nacer y que se empeñan en hacer desaparecer…
Sin embargo, en esta formación en la que convivimos psicólogas, enfermeras,
matronas, terapeutas, doulas, madres… y
ocasionalmente, un hombre excepcional, empático y maravilloso, en esta formación digo, se siente la
solidaridad y el compañerismo sin importar la profesión ni el género. Cuando
al finalizar nos damos un abrazo y las
matronas comentan lo contentas que están de haber conocido a doulas como las
que allí estamos, mi corazón se expande.
Y cuando
veo a matronas que con toda humildad reconocen que vienen a esta formación
porque en su carrera no han tenido ninguna herramienta para comprender estos
procesos emocionales en los que se encuentran las mujeres de parto que ellas
asisten en los hospitales, mi corazón se expande doblemente.
Ayer fue un día especialmente agotador pero sumamente gratificante.
Desde las seis de la mañana que me levanté para coger el tren hasta casi las
once de la noche que llegaba a mi casa, fueron muchas las emociones a
gestionar. Además el cansancio físico ya va haciendo huella en este cuerpo
maduro. Así es que cargada de oxitocina cual mujer recién parida, me fue
imposible conciliar el sueño y a la una de la madrugada me levanté para hacerme
una infusión relajante…
Tras un breve descanso pues mi reloj
biológico apenas consigue dormir más de seis horas, me he levantado con la
cabeza en ebullición… y me he puesto a escribir.
Ya sabéis, este es mi confesionario…
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