Paisajes en otoño. Emociones



Este es un relato en el que mezclo mis sensaciones, mis emociones y mi agradecimiento por lo que la tierra nos ha enseñado, por lo que la Vida nos ha proporcionado. Es un relato largo, no quiero dejarme nada. Si te apetece acompañarme, toma asiento y de vez en cuando, cierra los ojos y siente…


Necesitaba una escapada tras los intensos días de este verano y aunque nos hubiera gustado un viajecito por Europa, la situación no nos lo iba a permitir, así que decidimos ir hacia el norte de la península, a visitar dos capitales que me quedaban por conocer: Vitoria y Bilbao. De paso, haríamos un recorrido por un valle que también teníamos en la lista de lugares pendientes: El Baztan, en Navarra. Además iba a tener lugar un encuentro con una persona especial que conozco a través de las redes y con la que tenía pendiente un fuerte abrazo “in person”. Así es que organizamos el viaje, contactamos con una Casa Rural y con un Hotel y establecimos hoja de ruta.

Desde Valencia fuimos a parar directamente a Oieregi, un pueblecito de origen medieval en la Comunidad Foral de Navarra, en las orillas del Bidasoa.

Allí, nos alojamos en una casa rural cuya propietaria es amiga de una compañera nuestra de senderos. Maialen, que así se llama, es un encanto de mujer. Viajera y con experiencia de vida,  nos invitó a un acontecimiento cultural la noche de nuestra llegada. En un pueblo vecino, iba a tener lugar la presentación de un libro de poesía de un conocido suyo, así es que tras dar una vuelta por el Parque Natural del Señorio de Bertiz-Oiregi y nutrirnos con los cánticos de los pájaros, con el aroma del bosque húmedo, con el susurro del río que transcurría a nuestra vera y con las castañas y las nueces que el sendero nos ofrecía, acudimos al evento en su compañía.


Confieso que, de entrada, la situación me sobrecogió. Recién entrada la noche, en un enclave rodeado de montañas, teniendo a la preciosa luna llena como candil, respirando un aire tan limpio que resultaba hasta placentero sentirlo en las narinas, y rodeada de un grupo de personas que no conocía y que, mayoritariamente se comunicaba en euskara… la expectación me emocionaba y la curiosidad de ver qué iba a suceder me mantenía con una sensación de vivaz inquietud.

Como os he dicho, se presentaba un libro de poesía basada en la experiencia personal del autor, Juan Goñi, un hombre de Tafalla y que versaba sobre los bosques de su entorno, “Los bosques que llevo dentro”. La introducción estaría a cargo de un Naturalista al que sigo desde hace tiempo en la radio y al que tuve el privilegio de conocer hace unos años en el Jardín Botánico de Valencia: Joaquín Araujo, también escritor y poeta entre sus muchas facetas y personalidades.


Y comenzó el acto. El ambiente dentro de aquel lugar, que antes había sido unas caballerizas que formaban parte de la Jaureguia de Irurita y que ahora estaba habilitado como medio bar,  medio sala de audición o de reuniones, era mágico. A media luz y junto a un piano, estaban sentados el autor del libro, el Naturalista, un hombre joven al piano y un chico muy joven que comenzó a hacer la presentación en su idioma natal. Por supuesto que no entendía nada, pero una vez terminó se dirigió al público en castellano y explicó que el acto formaba parte de una serie de actividades culturales encaminadas a la protección de sus bosques. Comenzábamos bien porque es un tema que me apasiona…

Después, Juan Goñi comenzó a hablarnos del origen del libro: sus emociones, y ahí mis lágrimas comenzaron a fluir ¡suerte que estaba oscuro y nadie me conocía! El amor, la pasión, la ternura, el conocimiento de los bosques, de los árboles y de todo lo que la Naturaleza nos regala a través de ellos y la pasión que transmitía, me llevo a un estado de éxtasis deseando que no se detuviera, sin importarme el tiempo…


Hasta que le tomó el relevo Joaquín Araujo y reforzó, desde su visión de estudioso de la Naturaleza, las palabras del anterior tertuliano e hizo la presentación, también, de su último libro “La sonata del bosque” ¡Qué dos personas tan sensibles, por favor! ¡Qué gustazo escucharles! Mi emoción, aunque más estabilizada, se mantenía en estado álgido pero aún no llegaba a su fin, porque una rapsoda comenzó a leer algunos de sus poemas con acento argentino o chileno o uruguayo ¡qué más da!. Y entre poema y poema, el hombre que estaba al piano nos deleitaba con unas composiciones suyas ¡música celestial! Escuchando los poemas y las sonatas de piano, mi corazón palpitaba al unísono… ora rápido, ora calmo… ¡qué paz interior!

Y llegó el final. Marido no pudo resistir la tentación de ir a comprar los dos libros (si no hubiera ido, lo habría hecho yo…) y nos acercamos a los autores para que los firmaran. En ese momento, saludé a Joaquin Araujo recordándole que ya tuve el placer de hacerlo en Valencia. También me acerqué a saludar al pianista quien, al decirle que me encantaba su música, tuvo la amabilidad de regalarme un CD con sus composiciones.

Y de nuevo al aire libre, nos tomamos unas cervezas, compartiendo lo agradable del momento y despidiéndonos de estas personas que nos trataron como paisanos en estas tierras tan nobles.

Al día siguiente, íbamos a marchar hacia Bilbao pero antes desayunamos con Maialen quien, de forma cordial y distendida nos contó cómo se hizo con el caserío que ahora regenta como Casa Rural, introduciendo pinceladas de su pasada experiencia vivida,  de manera que descubrimos en ella una personalidad apasionada, curiosa y amante de la Vida. Tras un sincero abrazo y la promesa de recomendarla a diestro y siniestro, nos despedimos.

Marido siente una especial atracción por conocer de cerca las fuentes de los ríos que estudiaba en su infancia, así que nos encaminamos hacia el nacimiento del río Bidasoa en el Pirineo Navarro cerca del pueblecito de Gorostapalo, al que llegamos caminando desde la localidad de Erratzu. 

Nos adentramos en un bosque húmedo poblado de hayas, alisos, castaños y nogales como principales especies y siguiendo un camino rural llegamos hasta la Cascada de Xorroxin, que mana un agua limpia y con fuerza dando origen al río que en principio se llama Baztan y posteriormente toma el nombre de Bidasoa.

Aquí estaba yo emocionada al ver el estado de plenitud en que se hallaba Marido, viendo cómo se nutría del espectáculo y de la energía que ascendía del mantillo que tapizaba el boscoso suelo. Nos tomamos un tiempo simplemente para sentir. Y para tomar alguna fotografía. Y regresamos al coche casi en silencio para que no se nos perdiera por el camino ninguna sensación adquirida en estos momentos de éxtasis.

Nuestro próximo destino era Zumarramurdi, porque estando tan cerca no podíamos pasar la ocasión de visitar esas cuevas y ser testigos a distancia de la triste historia que encierran. Así es que nos dispusimos a ver y sentir…


La realidad es que yo no conecté con esta historia de infamia hacia unas personas que estaban en contra de lo establecido, pero sí sentí un escalofrío al leer lo que ponía en el folleto que nos dieron y que copio aquí a pesar de que en la anterior entrada de este blog ya la compartiera…

“El modo de vida de Zumarragurdi estaba ligado a la tierra, y en consecuencia, también lo estaban la sabiduría, las costumbres y el mundo mágico, principalmente pagano. Aquellas personas llamadas sorgin (brujo o bruja en euskera) eran las que poseían un profundo conocimiento de la Naturaleza, las plantas y las hierbas medicinales. 
La gran mayoría de mujeres también sabían de fertilidad, de reproducción, de partos y de los anticonceptivos de la época.

La tierra era la señora de la mitología y la dueña de la vida. A esta gente que vivía tan apegada a la tierra, la Iglesia Católica le obligó a mirar el cielo. El abad de Urdax, denunció que había brujas y en su búsqueda enviaron al Santo Oficio.

La Inquisición no veía con buenos ojos aquella sociedad de costumbres diferentes, creencias y sabidurías diferentes. La incomprensión y el ansia de dominación transformó aquellos rituales en aquelarres, los cánticos en conjuros, las palabras en sortilegios…

El poder propagó el miedo. El miedo, la sospecha. La sospecha, el silencio. Y el silencio acrecentó el poder del ya poderoso. Estas personas comenzaron a ser señaladas”.



Me voy a quedar aquí porque ésta no es una entrada para hablar de doulas, sino una escapada hacia la Vida...


Emprendimos viaje hacia Vitoria-Gasteiz, subiendo por Francia para descender y entrar por el norte a la capital de Álava y capital administrativa de Euskadi.   Tal y como entrábamos ya me pareció una ciudad moderna, limpia y abierta, lo cual pudimos comprobar en una primera incursión mediante un paseo vespertino.

Al día siguiente, nos iríamos hacia otro destino…

Como os he dicho al principio, este es un relato de emociones. Y se acercaba el momento de conocer a esa mujer que ha sido un referente para mí en el mundo de las Doulas. Esta iba a ser otra emoción a gestionar, pero desde la alegría y el agradecimiento que suponía hacer el esfuerzo por su parte para poder encontrarnos en un día de trabajo en la agenda de una mujer tan ocupada como es ella.


Carmen vive en Getxo, en la costa,  y ese iba a ser nuestro próximo destino, así es que la llamé por teléfono y quedamos en vernos a media mañana en su misma calle.

Cuando nos encontramos y nos dimos ese abrazo que tantas veces nos hemos dado por teléfono, por washapp… fue como si nos conociéramos de toda la vida. Esa sensación tuve yo y eso es lo que ella verbalizó. Nos dimos varios abrazos con su pequeña Maya entre nosotras y nos pusimos a pasear tomando el sol de camino hacia el Puerto Viejo, donde nos sentamos para poder charlar tranquilamente con la compañía de un pinxo y una caña. 



¡Qué sensación tan bonita! Estábamos hablando de aquello que nos une, de lo que sentimos en torno al mundo del nacimiento en el que ambas, de manera vocacional nos movemos. Charlábamos de nuestro futuro como Doulas, del futuro de las madres en este mundo donde no se valora la maternidad, del futuro de los niños en esta sociedad de consumo… y así pasó el tiempo, sin ser conscientes de que el planeta seguía girando y el agua de los ríos seguía su curso. Porque paramos el tiempo mientras nos reíamos y departíamos sobre nosotras. Sin embargo y a nuestro pesar, el minutero seguía girando inevitablemente. Y llegó el momento de la despedida. ¡Ufff1 ¡Con qué rapidez se pasa el tiempo de felicidad! Nos despedimos con otro abrazo y un hasta siempre.

Y Marido y yo, una vez en el coche, cogimos la autovía a Bilbao para no dejarnos ningún rincón sin visitar.
Aparcamos cerca del Guggenheinm y lo miramos rápidamente por fuera… teníamos otros intereses. El barrio viejo, la Basílica de Begoña, pasear por la ría y por la ciudad moderna… no entraríamos en el Museo de Arte Moderno porque, ni Marido ni yo comprendemos este tipo de arte… si se le puede llamar así, con todos mis respetos.

Así es que con las plantas de los pies ya escaldadas, callejeamos sin parar. Subimos, por recomendación de mi amiga Iranzu a la Basílica de la Virgen de Begoña a cuyas cercanías accedimos mediante un moderno ascensor desde el metro, volviendo a bajar andando hasta la ría cruzando el precioso parque de Etxeberría con la bien conservada chimenea de una antigua fábrica.  

Y más pinxos. 

Y más regalo para la vista ante esta ciudad que se me resistía y que me ha parecido espectacular. ¡Me alegro mucho de haber ido! Y de no haber escuchado a quien, desde su desconocimiento me había comentado que era una ciudad industrial sucia y oscura… nada que ver con esa concepción errónea que me ha impedido visitarla con anterioridad. Mea culpa por fiarme, lo reconozco.


Volvimos a dormir a Vitoria, donde estaba nuestro hotel como cuartel general. Y dispuestos a disfrutar de la ciudad como así lo hicimos con los largos paseos que nos regalamos tanto por el casco antiguo como por las zonas de calles y fincas nuevas. Me impresionó saber que salen a 42 m2 de zona verde por habitante y que es la tercera capital española con mejor calidad de vida. Me impresionó, también, ver una ciudad fresca sin restos de detritus caninos en las calles y con un mobiliario urbano perfectamente limpio y conservado (no puedo evitar sentir cierta envidia cuando pienso en lo sucia que es mi ciudad en este sentido…).


Callejear y entrar a tomar pinxos en sus múltiples variantes, sin prisa y gozando de lo que la ciudad ofrece es un regalazo que se ha de agradecer. Y justo es lo que estoy haciendo. Agradecer, una vez más al Universo la oportunidad de disfrutar con estos pequeños placeres.

Visita obligada y no solo desde el punto de vista turístico, sino histórico y arquitectónico, es la Katedral de Santa María, la cual llevan restaurando varios años y a la que todavía le quedan otros tantos para dar por finalizada su restauración.


Con casco de seguridad y con la profunda y profesional información de una guía muy joven, pudimos adentrarnos en los entresijos de este monumento Patrimonio de la Humanidad situado en el Camino de Santiago del Norte y cuya construcción se remonta hacia finales del siglo XI. Absolutamente recomendable, tanto para profesionales como para legos en la materia, la obra de reconstrucción es una auténtica maravilla.



El Palacio de Ajuria-Enea y las villas señoriales que le acompañan; la Katedral Nueva;  la Iglesia de San Miguel Arcángel con su Virgen Blanca; la calle Cuchillería y sus bares a cuál de todos más atractivos por los pinxos que ofrecen; la moderna avenida de Gastéiz; el precioso Parque Romántico de La Florida, Jardín Botánico de la ciudad; la Plaza Nueva antes Plaza de España y la Plaza de la Virgen Blanca donde tiene lugar la bajada del Celedón, personaje que da comienzo a las fiestas patronales… rincones con encanto que transmiten la solera de una ciudad como Vitoria-Gastéiz.

Y como todo tiene un fin, este viaje llegaba al suyo. Cinco días y cuatro noches que nos llevaron a parar esa realidad cotidiana que nos mantiene a toda máquina y que por la urgencia no nos permite hacer lo necesario.


Estar con Marido, pasear a su lado, charlar, reírnos, comer sin prisas y distendidamente, ver cosas distintas y aprender de nuevas experiencias, recordar nuestros años mozos y reconectar con nuestro sentir de pareja por encima de todo. Esa era nuestra finalidad y con este espíritu de amor que mantiene nuestros 42 años juntos hemos regresado.  A lo de siempre, a lo que hay. Pero dando gracias infinitas al Universo por todo lo que nos regala y todo lo que nos permite hacer a pesar de nuestra edad y de las vicisitudes que tenemos que sortear.

De nuevo, Gracias a la Vida que nos sigue dando tanto… y a Natxo, mi yerno de Vitoria, por hablarnos con tanto amor de su tierra.

Nota. Las fotografías, como siempre preciosas, son de Marido.


Comentarios

  1. Gracias Concha por expresar tu sensibilidad públicamente. Por tu viaje a las emociones, por tu viaje a mi tierra, nuestra tierra, "ama lur" que es sentido de la vida. Fue un placer acogeros en mi casa a ti y a tu marido. Confio que el camino de la vida de nuevo nos junte, en cualquier caso la conexión emocional se produjo, nuestra charla del desayuno fue un placer. Desde el bosque otoñal un fuerte abrazo. Maialen.

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  2. Gracias por visitar este confesionario mío, Maialen. Y por todo lo demás. La puerta que nos abriste al poco de llegar a tu casa, sin conocernos, resultó un maravilloso pasaje. No te quepa duda que hablaremos de ti y de tu caserío a nuestros amigos.
    Recibo tu abrazo que aún me huele a bosque...
    Hasta siempre.
    Concha.

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