Cuando una mujer está embarazada y comienza a buscar
información sobre el parto que se avecina, en ciertos ámbitos lo primero que se
le dice es que confíe. Así, tal cual, sin más detalle. Yo también lo he hecho,
lo reconozco. “Confía en que tu cuerpo
sabe, que tu bebé también, que la Naturaleza es sabia…” bla, bla, bla…
Y sí, eso es así, es cierto. Y está muy bien decírselo a las
mujeres porque algunas no necesitan más, se lo creen y mantienen esa confianza, tal vez
porque está en su natural el confiar.
En cambio, hay otras mujeres a las que eso no les basta. Y con toda la
razón del mundo dicen que no pueden confiar en algo que no saben y además, les asusta… porque sí, todavía se desconocen mucho los procesos
fisio-bio-neuro-hormonales de un embarazo, de un parto e incluso, de una
lactancia materna.
Hace un tiempo estaba en un taller sobre el parto, acudí
porque me habían invitado. Algunas futuras madres hablaban desde el
desconocimiento que he comentado antes, el miedo asomaba con fuerza y desequilibraba
su estado emocional.
Recuerdo una mujer en concreto. Hizo un montón de preguntas
respecto a cómo iba ella a saber que estaba de parto, cuándo sería el momento
de irse al hospital, si rompía aguas, si llegaba demasiado pronto…
Una chica joven que se presentó como matrona, le dijo que ella
tenía que confiar en su cuerpo, en su bebé y en el personal sanitario, y nada más. Dijo que
ella era madre de dos niñas e insistía en que era necesario confiar en que todo
iba a salir bien. Confiar, confiar, confiar…
Lo cierto es que sentí el impulso de responder. Y lo hice.
Desde mi punto de vista,
lo primero es la información. Siempre pongo este ejemplo. Cuando alguien se
va a comprar un TV, un coche o una lavadora, se informa de las características
técnicas, del consumo, de las prestaciones, de la calidad y del precio…
En demasiadas ocasiones, cuando una mujer se queda embarazada apenas sabe qué está ocurriendo en su
cuerpo y qué va a suceder, qué está pasando también en el cuerpo y en las
emociones de su bebé intrauterino… Apenas tienen información de cuáles son los
pasos a seguir, qué hospitales o profesionales se adaptan mejor a su criterio de selección, cuáles son sus derechos en torno a este tema, de aquellas cosas
que le pueden hacer en un hospital y a
las que se puede negar con total libertad.
Porque, aunque parezca mentira en la época de la información, todavía quedan muchas mujeres que por diversas
causas no disponen de la más mínima.
Dicen que la información es poder. Para mí es importante, desde luego, pero no es así para todo el mundo. Como he comentado antes hay personas que
por naturaleza tienen fe y les es sencillo confiar. Pero otras no y a esas hemos de dirigirnos con mucho cuidado, con
mucho respeto porque de lo contrario parece que las tratamos de tontas.
Cuando una mujer que está a punto de parir, cuando una mujer
que comienza su lactancia se ve envuelta en dudas, antes de decir a bocajarro
que confíe, creo que darle un mínimo de
información sobre el proceso puede ayudarle a comprender que sí,
efectivamente su cuerpo está preparado, su bebé sabe hacerlo pero que su estado emocional de
confianza y seguridad le va a llevar a una determinada situación de la que
tal vez dependa el nacimiento, incluso puede que el éxito en su lactancia…
Comprendo que para quienes nos movemos en torno al nacimiento,
la ilusión y la emoción por compartir experiencias a veces nos desborda, pero
hemos de tener en cuenta a la persona que tenemos delante. Y hacer un ejercicio de escucha activa para saber qué es lo que necesita escuchar,
qué es lo que le interesa, qué es lo que le pre-ocupa. Y dar una información clara, concreta y
concisa.
Sin divagaciones. Porque no sería la primera vez que cuando se sale de una reunión de éstas, una se siente peor que ha entrado, con las ideas todavía
más confusas si cabe.
La prudencia ha de ser
un ejercicio obligado al hablar de determinados temas. De lo contrario, mejor permanecer calladas.
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