Domingo por la mañana. Marido se ha ido a una larga marcha por la
montaña y en esta ocasión no le he acompañado.
En la Asociación de Vecinos
de mi barrio hay actividades programadas para todo el día. Busco en el
programa por si me interesa algo. Y doy
con una charla sobre un tema que conozco y que precisamente por eso me resulta
atractiva. El día es soleado, así es que me arreglo y me voy. Objetivo:
las madres de día.
Me informo de dónde va a tener lugar la charrada y me señalan a la
persona que la va a dar. Me dirijo a ella, me
presento y le digo cuál es la razón por la que estoy allí. Y qué “casualidad”,
la
madre de día en cuestión, me conoce por las redes. Nos damos un tiempo de
asueto para dar una vuelta hasta que comience su turno.
El ambiente es festivo. Se ha organizado un mercadillo de segunda
mano donde se gestiona el trueque. Ropa, libros, juguetes, cachivaches varios… Ojeo,
no me paro en nada, algunos objetos llaman mi atención pero no he ido con ánimo de comprar, así es
que no me fijo y paso de largo.
La charla va a empezar a las 11:00 h pero hay poco aforo y deciden
retrasarla. Finalmente, se anuncia por megafonía que va a comenzar. Como casi siempre que se habla gratis de
ciertos temas importantes… somos cinco personas aparentemente interesadas.
Nohe, que así se llama la madre de día, comienza explicando a qué organización pertenece, cuáles son sus
criterios, de qué forma trabajan. Habla de su formación con el método de EmilyPikler y el movimiento en libertad, de la teoría del apego de Bowly, de las
necesidades básicas en los bebés de 0 a 2 años sobre todo.
De la observación,
de la NO intervención en el juego y en evitar la excesiva estimulación. De las
rutinas y los límites necesarios cuando los niños son tan pequeños y necesitan
acompañamiento y contención…
De la necesidad del juego libre no dirigido, de los materiales
naturales, de dejarles experimentar, darles la posibilidad de que jueguen al
aire libre con la tierra, con el barro…
Permitir que experimenten con su cuerpo, que suban y bajen sin
transmitirles miedo, que corran y salten sin manifestarles el temor del adulto
a que caigan… Confiar en ellos desde la confianza propia.
De la importancia de que reconozcan su cuerpo con el movimiento
libre, de la voz y una comunicación clara.
Y la escucho emocionada sabiendo bien lo que dice y convencida de
ello porque eso es lo que yo hacía con mis hijos. Sin darme cuenta apenas me he
ido muchos años atrás cuando mis hijos eran pequeños y yo iba a todos lados con
una manta para dejarlos en el suelo y que se movieran según su necesidad. Nada
de parques-jaula, nada de andadores tacataca…
Recordaba cuando les dejaba los cacharros de
la cocina, las cucharas de madera, las tapas… y hacían tambores y platillos con
ellos. Cuando me sentaba en el suelo, a su lado, a observar cómo jugaban y me maravillaba al
ver, día a día, sus progresos, sus descubrimientos… Cuando en el parque los
observaba en sus movimientos y caían al suelo y se levantaban… ¡cuando íbamos
al pueblo y una prima de mi madre me reñía porque decía que los dejaba corretear
demasiado libres!
Escuchaba a Nohe y pensaba lo fácil que es cuando hacemos uso del
sentido común, de la observación, de la paciencia, de la escucha… porque
realmente, un bebé hasta los dos años, no necesita mucho más. No necesita
móviles, ni pantallas, ni Pocoyó, ni estimulación temprana que les mantenga con
la mente activa y les desconecte de su cuerpecito.
He seguido escuchando a esta madre de día y cuando ha terminado le
he dicho que me encanta lo que hace, que me gusta mucho su manera de enfocar
esta forma de ganarse la vida, esta profesión que ya está necesitando una
regulación antes de que empiecen a aparecer competencias desleales… como ocurre
con todo lo que no está reglado.
La he felicitado, la he animado a continuar así y le he pedido una tarjeta
para contactarla y que venga a contarnos a Entrenosotras lo que están haciendo
ella y sus compañeras.
Y un suceso muy bonito ha puesto la nota de color en la mañana de
hoy. Se ha acercado a saludarme una mujer de mi edad que hacía tiempo no veía, la mamá de un compañerito de mi hijo cuando
éste iba a la escoleta con poco más de dos años, una chica con la que llegué a tener muy buena
comunicación.
Me ha dicho que “ya se ha enterado de quién soy y de lo que hago” y
que le encanta. Que “por casualidad” encontró mi blog y se quedó sorprendida al
ver que era yo (en mi barrio e incluso en mi escalera, la gente desconoce a lo
que me dedico…). Y me ha hecho mucha gracia el tono de aceptación con que lo
decía e incluso que comentara que su hija tenía un niño de 21 meses… que si lo
hubiera sabido antes…
¡En fin! Esas sorpresas que da la vida y que saltan
cuando una menos lo espera pero que, como siempre, me reafirman a continuar en
el mundo del acompañamiento emocional a las mujeres que así lo decidan.
He regresado a casa con la sonrisa en la boca, paseando y tomando el
sol, recargando baterías en un otoño todavía cálido y soleado en esta zona del
Mediterráneo donde tengo el privilegio de vivir.
Y antes de que se me escape la emoción que fluye por todas las células de mi cuerpo, me siento a escribir y contarlo, a compartirlo para
que si alguien lo lee sepa que antes de llevar a sus chiquitines de pocos meses
a una guardería convencional, hay otras opciones que tal vez se adapten más a
su forma de entender la crianza, a lo que ellas desean para sus hijos.
Como todo en la vida es cuestión de buscar, informarse, comparar e escoger.
Es nuestra responsabilidad como personas, y como madres y padres.
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