Mi árbol de Navidad todavía está desnudo. En un lado del salón
espera a que sus ramas sean decoradas con las bolitas de colores, con las tiras
doradas, con los lazos rojos… pero no tengo ganas. Se acercan unas fechas que me
han sido muy queridas, que las he disfrutado mucho y sin embargo, este año las
enfrento desde la apatía.
Ahora mismo vengo de casa de mi madre. Ella sigue decorando su casa
a pesar de los 89 años que cumplirá a principios del año que viene. Estando allí
he recordado cuando mis hermanas y yo éramos pequeñas y venía toda la familia…
mis tíos, mis primas, y bailábamos y cantábamos y lo pasábamos fenomenal.
Más tarde,
cuando mis hijos eran pequeños también nos juntábamos con mis hermanas y sus
hijas. Cristina, la pequeña de mis hermanas tocaba la guitarra con mi hija y mi
sobrina Yolanda y cantábamos villancicos junto a mis padres. Después íbamos todos
juntos a la Misa del Gallo. Mis padres eran felices y nosotras también. Hoy, algunas
de esas personas ya no están, se fueron por varias circunstancias y su ausencia
está presente…
Son tradiciones que se viven
y se recuerdan. Que se pierden. Y que se lloran.
Hoy lunes 21 todavía no sé que voy a hacer para cuando el día de
Navidad venga toda la familia a mi casa a comer. Ni tengo ganas de pensarlo. A veces
me gustaría cerrar los ojos y que fuera el día siguiente de Reyes con el fin de
recobrar la normalidad, lo cotidiano… pero apenas hemos comenzado con las
compras, las comidas, los encuentros… y me siento agobiada.
Porque también pienso en todas las personas que están saliendo de
los países en guerra y se van a encontrar con una Navidad fría, desangelada,
sin un bocado extra que llevarse a la boca, sin una cama caliente donde reposar, sin un árbol decorado donde
encontrar sus regalos… Pienso en esas personas que se están dejando el pellejo por
lograr un modo digno de pasar sus días y que dejan atrás país, familias,
recuerdos y vida.
Veo la opulencia en otros lados. Veo el ansia de poder y las
mentiras de los políticos. Veo cómo en el país que vivo van a continuar con los
desahucios, la sanidad y la enseñanza en precario. Cómo vamos a seguir con una
ley que no ampara a las mujeres víctimas de malos tratos, ni a las que quieren
vivir su maternidad de forma consciente. Veo una situación económica donde
seguirá haciéndose rico el que más dinero tenga y donde los pobres cada vez
serán más pobres. Veo tantas cosas que
no me gustan…
Y me desanimo. Y quisiera cerrar los ojos para no ver nada. Pero es
Navidad. Y he de sobreponerme aunque en estos momentos conecte con una soledad
profunda, con la soledad que sienten todas las almas errantes, conecto con la tristeza del mundo… y me deshace la pena. Me desgarra el dolor
ajeno. Y siento frío interno. Pero es Navidad.
Sé que estos momentos forman parte de mi presente y acepto como tal
esta angustia que me sobrepasa, y me permito sentirme así y expresarlo porque, a
pesar de lo afortunada que soy por todo lo que tengo, lo que hago y las
personas que me rodean, estas emociones irrumpen en mi alma a modo de huracán. Siento
que he de vivirlas y sobrepasarlas de la mejor manera. Sé que forman parte de mi
naturaleza humana y por eso las acojo.
Sé que soy afortunada por lo que tengo, que soy amada y por ello doy gracias a la Vida con cierta frecuencia. Pero eso no quita que vea y escuche este perfil que, en momentos puntuales, también conforma mi ser.
También sé que estas emociones, una vez transcendidas darán paso a
otras, las que me llevarán a ir al mercado a comprar lo mejor arreglo a mis
posibilidades para preparar una deliciosa comida donde disfrutar junto a mis
hijos, mis nietos, mi madre, mi marido… mis seres queridos.
Sé que decoraré el árbol de Navidad con las bolas de colores y los
lazos rojos, y que pondré villancicos aunque mis hijos y mis nietos no los
canten. Que empaquetaré regalos y que
disfrutaré cuando los abran. Que me hartaré de guisar, de fregar, de limpiar
cuando todo acabe. Y sé que lo haré convencida y a gusto porque entonces
estaremos todos contentos. Porque es Navidad.
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