Últimamente las redes sociales están
invadidas de fotografías y de vídeos de mujeres pariendo. Realmente hay algunas
preciosas, muy emotivas. Sin embargo, como
he comentado hace un rato con un grupo de compañeras, a la mayoría les sobra algo,
para mi gusto.
Sobra gente. En una fotografía donde
veo un montón de manos alrededor de un
bebé que termina de pasar por el canal de la vida, se me erizan los vellos
imaginando qué puede sentir esa criatura ante un tacto que no es la suavidad
del líquido amniótico o, como mucho, las manos y el regazo de su madre. Y qué
puede sentir ante un murmullo de voces que le impiden escuchar la única que
tiene en sus registros desde el inicio de la multiplicación de sus células: la
de su madre.
Sobra luz. Entiendo que los profesionales
utilizaran tecnología punta para sacar esas fotos, pero aún así, veo demasiado
iluminada la figura del bebé que termina de pasar de un estado de semipenunbra
a una luz demasiado fuerte, por mínima que sea ésta, para unos ojos sensibles y vírgenes que aún no
están acostumbrados a la claridad.
Sobran hombres. Siempre que veo una
fotografía o un vídeo con un hombre que está pegado, fundido con la mujer que
esta pariendo, entiendo que es el compañero y padre de la criatura, pero tengo
la sensación de que la imagen dice que sin él dándole ánimos ella no podría parir,
es la tan arraigada sensación de que las mujeres necesitan a su hombre para
todo. Y me rebela pensar que alguien realmente pueda creer que es así. Porque no lo es, cualquier mujer puede parir
sin su figura masculina de referencia. Aunque ella no lo crea.
Sobran expectativas. Ante estas imágenes
muchas mujeres construyen su parto deseado sin ser conscientes, tal vez, de que
ese es el parto de esa mujer, no el suyo. Y que cuando llegue el momento de
parir ella, las circunstancias marcarán lo que deba de ser. Y no son pocas las
mujeres que se han quedado muy frustradas porque su parto no fue tan “bonito” como
aquel que vio en un vídeo…
Cada vez hay más profesionales de la
fotografía de partos, y no tengo que decir nada en contra de su trabajo en sí,
sino que el tema es más bien desde el punto de vista de las emociones que
envuelven estos momentos tan únicos y tan mágicos.
Tal vez tenga estas sensaciones porque
yo entiendo el nacimiento como un acto íntimo y sagrado, donde debe prevalecer
el silencio, la penumbra, el respeto a la intimidad del cuerpo de la mujer que
se está abriendo y que se parte para dar paso a una nueva vida.
Porque entiendo
el parto como un momento íntimo y sexual, brutalmente sexual… y no me imagino
haciendo el amor con mi pareja y alguien haciéndome fotografías, por muy
profesional que sea.
Porque siento que la
privacidad y el resguardo de la intimidad son necesarios para ciertos
acontecimientos en momentos de la vida que forman parte de un tránsito importante
y definitivo y para mi, hacer el amor, nacer y morir, lo son.
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