Una de las mayores
preocupaciones de mi padre hasta el día de su muerte fue que sus tres hijas se
llevaran bien, que nunca hubiera distancia ni peleas entre nosotras. Lo
recuerdo con lágrimas en los ojos cada vez que nos hablaba de este tema. Porque
para él había sido dolorosa la relación con sus hermanos. De los cuatro que
eran, en un momento dado habían dejado de hablarse entre ellos sin saber a
causa cierta por qué…
En muchas
familias hay situaciones de desamor. Y siempre me ha costado entender por qué
surgen rencillas entre personas que han salido de un mismo vientre, de un mismo
útero.
Entiendo que cada ser que
nace tiene su propia historia, una relación distinta con su padre y con su
madre, y unas vivencias que le llevan a situarse en la vida.
Pero a pesar de que pueda
considerárseme una “romántica” creo en el amor entre hermanos y creo que para
mantener esa llama encendida hay que tener por encima de todo, comprensión,
tolerancia y sentido común.
En bastantes ocasiones y
por desgracia, las riñas entre hermanos surgen como consecuencia de las
parejas. Cuñados y cuñadas que son intolerantes hacia ciertos caracteres y
costumbres de la familia de su compañero o compañera. Y llegado este punto hay
que tener en cuenta algo que yo repito a menudo: que las parejas van y vienen,
que hoy puedes estar con una persona pero con el paso del tiempo, establecer
una relación con otra… y en cambio, la familia de origen, los hermanos o hermanas van a ser los
mismos para todo el tiempo que estemos en este mundo.
Mi primer contacto consciente
con el desamor familiar vino a través de la familia de mi madre, siendo ella la
mayor de cuatro hermanos, seguida de un varón, una mujer, y otro varón. Amén de
dos niños más que murieron de pequeños y de los que ella nunca ha tenido en
su memoria.
Recuerdo a mi madre, siendo
yo una niña, hablar de sus hermanos con veneración. Compartían aficiones,
pandilla, amigos… Luego la vida los fue distanciando y los dos hombres se
fueron a vivir fuera de España durante muchísimos años…
La muerte de mis abuelos
y la distribución de la poca herencia familiar llevó a una ruptura definitiva
entre los hombres y las mujeres. Las cuñadas reclamaron una parte que en
justicia no les correspondía y los hermanos de mi madre, mis tíos, no tuvieron
el suficiente sentido común para imponerse a sus deseos. Y así rompieron para
siempre la relación con sus hermanas a pesar de los intentos que ellas hicieron
de reconciliación. Un palo muy, muy doloroso
para mi madre y para mi tía.
Si mi madre había sentido
veneración por sus hermanos, a su hermana con la que se llevaba diez años era
pura adoración lo que le tenía. Entre
ellas había complicidad, secretos, comprensión, compañía, disponibilidad y un
gran e incondicional amor.
Siendo yo adulta, en ocasiones no llegaba a comprender esta relación tan profunda. Mi tía
no vivía en nuestra ciudad y cada vez que venía, mi madre se volvía loca de
contento, priorizaba su compañía frente a otras obligaciones. Yo las miraba
extasiada, salían de compras y se compraban lo mismo, las mismas cremas para la
cara, la misma ropa… incluso su escritura era difícil de distinguir. Entre
ellas y a pesar de ser bien adultas se llamaban la una a la otra “teta”…
Confieso que en más de
una ocasión no comprendí cómo a mi madre se la veía incluso más feliz cuando
estaba con su hermana que cuando estaba con mi padre, e incluso que cuando
estaba con sus hijas… Confieso que al no comprender esta relación llegué a
sentirme apartada de mi madre, cosa que me dolió desde la incomprensión
egoísta.
Pero la Vida con esa
dureza implacable con que a veces se manifiesta, se llevó a mi tía antes que a
mi madre a pesar de ser mucho más joven. Todavía hoy se me saltan las lágrimas
al conectar con el dolor de mi madre abrazada al féretro de su hermana.
Han pasado años desde que
yo comencé a ser consciente de estas relaciones fraternales y a día de hoy,
puedo decir hasta qué punto comprendo a mi madre y lo que entre ella y su
hermana habían tejido. Una relación pura, confidente, sincera, sin juicios,
incondicional…
Y es que en este tramo de
mi existencia me siento identificada con mi madre porque ahora me encuentro en
este momento en el que mis hermanas son mi apoyo, mi consuelo, mi terapia. Con
ellas puedo hablar de lo que sea que nunca jamás me juzgan, ni me reprochan.
Ellas tienen la palabra oportuna y el abrazo sincero, sin pedir nada a cambio,
ese abrazo que me traspasa y me nutre.
El otro día salí a comer
con mi hermana Cristina, la pequeña, con
la que me llevo trece años ya que hacerlo también con mi hermana Carmen es más
complicado puesto que no vive en la misma ciudad.
En estas escapadas, que
nos permitimos de vez en cuando, hablamos de lo humano y de lo divino, de
nuestros padres, de nuestros abuelos, de cuando éramos pequeñas. Hablamos del
devenir de la vida, de nuestros hijos, de nuestras penas y alegrías. Hablamos
de temas profundos que tal vez con otra persona no sería posible hablar. Y es
un puro bálsamo. Siento cómo mi alma se engradece cuando estoy con ellas y cómo
siempre, a pesar de nuestras diferencias de carácter y de criterios, siempre
nos mantenemos fieles a ese deseo de mi padre porque sabemos que nos amamos de
manera incondicional y que, por encima de circunstancias, parejas y demás
familia, está nuestra relación de hermanas más allá de lo humano.
Estoy segura de que si mi
padre levantara la cabeza volvería a agacharla feliz al vernos.
Gracias hermanas. Por
ser, por estar, por enjugar mis lágrimas y por esos abrazos nutrientes que nos
damos. Gracias al bendito útero de nuestra madre por gestarnos y parirnos.
Que bonito Amama, que cierto es lo que dices a cerca del amor fraternal, también sobre la influencia de los "cuñados" que se oponen o hacen oponerse a ciertas o demasiadas cosas, e incluso a veces las imponen. Me emociona leer lo que cuentas de tu padre, me recuerda bastante a mi abuelo. Dejó de hablarse con un hermano, cosa que lo marco para siempre, recuerdo como nos juntaba, como le gustaba celebrar su cumpleaños con todos nosotros, como hacia por mantener unida la familia lo que fuera, en fin, eran otros tiempos, habian vivido otra vida, ojala ahora que nos creemos tan modernos, no demos cuenta de la importancia de todo esto, de que estar unidos y sentir al calor de nuestra gente es lo que nos hace sentir reconfortados.
ResponderEliminarComo siempre fabulosa. Un gran abrazo <3