Esas madres que no hablan...


Durante años, el hecho de ser madre se ha rodeado de un halo de sacrificios y renuncias. Las mujeres-madres no han tenido vida propia, su vida ha sido la de sus hijos. Y la de su marido en muchos casos.

Tener hijos ha implicado renunciar el trabajo fuera de casa -quien lo tuviera- y dejar de ser una misma, abandonando a las amigas,  las salidas y tertulias.  Los hijos han sido centro absoluto de atención. Y más renuncias.

Y no ha existido siquiera el derecho al pataleo porque ¡cómo se iba a permitir una mujer decir lo frustrada que estaba y lo harta que se sentía al ser madre, por haber dejado de ser ella…! y no digamos si estaba cansada de no dormir, de andar con la teta fuera todo el tiempo, hasta el moño de recoger juguetes por la casa, y de hablar solo de cacas, pañales, dientes y terrores nocturnos...

Porque para cada una de las mujeres que son madres, la maternidad no se vive de la misma forma y todavía hoy, hablar de SUS emociones es algo que muchas no se permiten, por miedo, por desconocimiento, por no tener quien las escuche o por cualquier otra causa. Decir que una se siente triste, sola o abandonada… Que siente que no la comprenden… Que tiene ganas de llorar, que no es feliz… todo esto y mucho más parece que no tiene cabida en la cabeza de una “buena madre”. Y no tiene lugar porque le da miedo reconocerlo, porque se lo siguen negando. Porque la sociedad no lo contempla tratando de ocultar una realidad que supera toda ficción.

Por suerte, algunas cosas cambian para mejor a pesar de que,  más allá de lo que es un baby blues de pocos días a causa de la revolución personal y hormonal que supone ser madre, todavía sigue habiendo mucha incidencia de depresión pos parto sin diagnosticar y sin tratar.

La maternidad es una época de luces y de sombras.  De muchas sombras. Lo bien cierto es que, para algunas son etapas gozosas e idílicas, y sin embargo para otras son momentos realmente duros, de auténticas renuncias y dolores.

Últimamente y tal vez gracias a la visibilidad que ofrecen las redes sociales, ya hay quien se atreve a decirlo en voz alta como en el caso de estas madres que se arrepienten de haberlo sido. 

Cuando terminé la Formación en Salud Mental Perinatal, hice un trabajo final de curso (era condición para obtener el certificado). Se trataba de un proyecto en el cual pudiera continuar de forma práctica con lo estudiado, con lo aprendido, mencionando con qué herramientas contaba y cuáles eran mis fortalezas. Tenía que presentarlo para ser evaluado y compartirlo con las compañeras de formación, esto de forma voluntaria.

Durante un tiempo le di forma en mi mente, luego lo visualicé para ir proyectándome en aquello que quería realizar y posteriormente, lo plasmé en el papel y se lo envié a Ibone Olza para su valoración.
Mi proyecto fue el primero en ser presentado. No por nada especial, sino porque al disponer de tiempo libre, he realizado con prontitud todas las tareas del curso.

Y aquí hago un inciso para hablar un poco de lo que yo he conocido sobre los talleres de lactancia, los grupos de crianza… espacios ofrecidos ya desde el voluntariado, ya previo pago de una cantidad, a las madres y familias para compartir unos intereses comunes, bien sea sobre lactancia materna, bien para debatir temas sobre el crecimiento y la crianza de los pequeños.
Encuentros con directrices, de alguna forma guiados por una o varias personas “expertas” y ceñidos a un tema o cuestiones concretas.  Espacios estupendos y de ayuda para aquellos que acuden a ellos. Loables actitudes las de las coordinadoras que están al frente.

Sin embargo no era eso lo que yo quería para mi proyecto. Yo sentía la necesidad de un espacio donde las mujeres en senderos de maternidad, desde el mismo momento de pensarse madre hasta su posparto o más allá, pudieran expresar libremente aquello que les impedía sentirse bien.  Sin dogmas, sin directrices, sin teorías, sin decir qué es “mejor”, sin demonizar el biberón, ni la cuna, ni el carro del bebé, aceptando las cesáreas fuera cual fuera su causa…

Porque espacios para alabanzas y contar maravillas, siempre los hay.

Espacios para ESTAR escuchando con todo el respeto y el cariño a quien dice que tal vez se haya equivocado al tener a sus hijos tan seguidos. Atendiendo el llanto de quien comenta que teme no ser una buena madre porque necesita salir a tomar un café con una amiga y pasar un par de horas sin su bebé. Oyendo con atención a quien confiesa que está mejor con su bebita y sin su marido, o a quien dice, abiertamente, que su marido tiene celos de su hija de dos meses… Porque cada mujer en SU momento tiene unas sombras que no le permiten ver SU luz
Porque cada mujer tiene las suyas y tiene todo el derecho del mundo a expresarlas sin ser juzgada, sin decirle apenas nada… más que abrazarla y prestarle un pañuelo de papel para que enjugue sus lágrimas.

Y en esto consistía mi proyecto. En un Círculo de Maternidad donde todas las mujeres que están pasando por esos momentos puedan expresarlos claramente y en voz alta sin el temor a que la miren como un bicho raro y especialmente, sin que nadie la juzgue por lo que dice o hace.
Un Círculo de Maternidad donde una pueda soltar la mochila que lleva cargando desde aquel día que decidió que sería madre (con consciencia o sin ella) y se ha ido encontrando, día tras día, con todas esas circunstancias que nadie le dijo y que, inevitablemente, están pasando a través de sus propias carnes y están dejando huella en su alma.

Un Círculo de Maternidad donde nadie dirá si está bien o mal ese camino que ha elegido. Nadie dirá si está haciendo lo mejor para su hijo.  Sino donde se la refuerce en su propia escucha, donde se le anime a que si lo cree conveniente busque la ayuda especializada, donde incluso se le puede ofrecer herramientas para que sea ella quien elija aquello que sienta puede ayudarle a vivir su vida de maternaje de la forma más gloriosa…

Algunas compañeras de la formación se pusieron en contacto conmigo para comentar sobre mi proyecto y sé que lo están haciendo también en sus ciudades ¡me encanta la idea de poder extendernos en círculos como la onda expansiva de una piedra al ser lanzada a un lago!

Como decía antes, las redes sociales tienen una parte buena y es la visibilidad de las cosas buenas. Y es por ello que estoy gratamente sorprendida y feliz al ver la cantidad de círculos o grupos maternales que se están haciendo. Es como si las mujeres hubiéramos sentido esta necesidad de ofrecer espacios de desahogo, lugares donde sentirnos como en tribu, en esa tribu que por puras urbanitas hemos perdido…

Ojalá que sean círculos donde todas seamos iguales. Donde la relación personal sea de igual a igual, de mujer a mujer, de madre a madre… sin intenciones de terapia aunque en el fondo sean sesiones terapéuticas. Porque es lo que las mujeres necesitamos… aprender unas de otras, desde la expresión hablada, desde la comunicación respetuosa, compartiendo experiencias, adquiriendo sabiduría…


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