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Cumpliendo 93 años |
Aunque no
sepamos cómo ni cuándo, que nacemos para morir es la única certeza que tenemos
en esta vida. Y que unas personas dejan más huella que otras, también es una
realidad.
Mi suegra ya
ha abandonado su cuerpo y hoy daremos la despedida a esa envoltura que la ha
acompañado durante casi 94 años.
Era una mujer
sabia. Una gran matriarca. Y como tal se ha ido. Ha estado en su casa, en su cama, durante cuatro
días que ha durado su estado comatoso. En todo momento rodeada de su familia, de sus hijos y
nietos. Ha sido el tiempo necesario para ir soltándola y para que ella se fuera
despidiendo de cada uno de nosotros.
Sin embargo,
yo lo hice hace cuatro años y así lo cuento aquí, en este relato de abril de
2012.
Ella supo
cuánto la amé porque se lo dije en más de una ocasión. Me siento privilegiada
por haber compartido con ella estos 42 años y por haberla acompañado en esta despedida. Y le agradezco el haber parido a
su hijo, Marido, y haberle transmitido lo mejor que tenía.
La “bisa”,
como le llamaban sus siete biznietos, ya no estará entre nosotros, sin embargo
su esencia será imborrable.
Gracias Antonia.
Permanecerás en mi corazón hasta que vaya a reunirme contigo.
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