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"La habitación del parto". Lawrence Alma-Tadema
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Que el cuerpo de una mujer, por genética
pura está preparado para concebir, gestar y parir… Que un bebé intrauterino sabe
cómo y cuándo es el momento de nacer...
Que si el parto se desarrolla en
las condiciones apropiadas de intimidad, privacidad, respeto y ausencia de
medicalización e intervención no tiene por qué presentar complicaciones… son realidades
que conocemos quienes estamos en torno al nacimiento de los seres humanos.
Sin embargo, hay circunstancias por las que los partos no fluyen como deberían y
aparecen situaciones que dificultan el nacimiento, poniendo en peligro la
vida de la madre e incluso, la del bebé.
Yo no voy a entrar en cuáles
pueden ser estas causas, ya sean físicas, ya sean emocionales, por los
profesionales y/o prácticas, o una
mezcla de todas ellas. Lo bien cierto es
que estas circunstancias se dan aunque, afortunadamente, en menor medida frente
a los partos y nacimientos con éxito.
Quiero hablar desde mi humilde
experiencia, desde el poco tiempo que llevo acompañando a mujeres en el momento
de dar a luz. Mi vivencia es pequeña frente a la de cualquier profesional que
lleve años asistiendo partos. Sin embargo y puesto que yo me he preparado sola y exclusivamente para el
acompañamiento emocional, sí presto mucha atención a lo que desde este
punto de vista sucede. Y confieso que cada
vez que acompaño en un parto, soy más prudente, más cautelosa y más respetuosa con
lo que supone el proceso puramente fisiológico.
Yendo ahora en otra dirección,
diré que me parece bien lo que cada mujer decida hacer con su cuerpo llegado el
momento de parir. Mujeres que quieren
llegar al hospital, no enterarse de nada y de inmediato solicitar analgesia y/o
anestesia. Mujeres que desean estar en su casa el máximo de tiempo para llegar
a puntito de parir y evitar intervenciones innecesarias. Mujeres que desean fervientemente
parir en sus hogares. Incluso mujeres que quieren parir sin acompañamiento
sanitario, o sea, tener un parto autogestionado.
Entiendo que como personas adultas y responsables, en cualquiera de los casos, ellas eligen la opción y ellas asumen
lo que felizmente pueda pasar… o lo que no llegue a ser tan feliz. He dicho que
respeto sus decisiones, lo cual no
quiere decir que las comparta.
Haciendo un inciso, comentaré que
hace un par de semanas me llamó una mujer para interesarse por la formación de Doulas.
Es madre de dos niños y le atrae mucho
este mundo del acompañamiento. Puesto que este año no ha sido posible, quedé en mandarle información para la próxima edición. Hace cuatro
días me volvió a llamar para preguntarme si para ser Doula se debía de tener un
perfil especial… pues sus amigas y conocidas le decían que ella no podría ser Doula porque había parido a sus hijos
con epidural. Después de mi inicial sorpresa y de aclararle este mal
entendido, me quedé pensativa pues sigue siendo real la poca y mala comprensión que hay respecto a lo que una Doula ES y no hace.
Y vuelvo al tema anterior.
En los días que llevamos de este
año, he tenido la maravillosa oportunidad de acompañar en dos nacimientos,
hechos que confirman y me reafirman en la prudencia a la hora de estar junto a
una mujer de parto, junto a una familia.
A pesar de que ambas madres
estaban bien informadas en cuanto a la fisiología del proceso, los protocolos
hospitalarios y se hallaban emocionalmente muy preparadas, a pesar de que
sus elecciones eran conscientes y consecuentes con su manera de ser y de vivir,
los hechos no se desarrollaron como
ellas habían previsto y deseado para el nacimiento de sus bebés.
En el primer caso, un parto muy
largo y agotador llevó a la mamá a solicitar anestesia epidural, con la
consecuente colocación de oxitocina sintética, la imposibilidad de
movimiento y todo lo que conlleva la administración de medicación. La posición
del bebé y la poca experiencia del personal sanitario del primer turno que la
atendió, llevaron a que la madre se agotara hasta el punto de demandar aquello que no
entraba en sus planes. Finalmente y gracias a la fuerza amorosa de esta madre, al sereno apoyo del padre y a la profesionalidad y destreza de la
matrona entrante en el cambio de turno, el bebé nació feliz y vaginalmente tras
más de 35 horas y desde un útero que había tenido una cesárea previa hacía unos años.
El segundo caso fue realmente
serio. Una preclampsia en semana 36 obligó a una cesárea de urgencia. ¡Bendita
operación y bendita atención medica! No voy a facilitar más datos porque la
madre y su familia todavía no se han recuperado…
Y voy entrando en lo que me ocupa…
Por definición y desde el más
completo convencimiento, la Doula es la
mujer que acompaña a otra mujer en procesos de maternidad. Los decálogos de todas las asociaciones de Doulas, y las Doulas con las que comparto criterios, hacemos hincapié en que no somos personal sanitario y por tanto, no
incurrimos en ninguna actuación de este tipo, de la misma manera que insistimos en no
acompañar partos autogestionados, esto es, sin presencia de personal sanitario.
Sin embargo, para mi desdicha y de las mujeres que
estamos trabajando para el reconocimiento y legalización de esta actividad, sabemos
que hay mujeres que se hacen llamar doulas que sí están dispuestas a atender
partos sin estar cualificadas ni reconocidas legalmente para ello. Podría añadir
muchas cosas, sin embargo solo aportaré mi indignación y lo que supone de falta
de responsabilidad y de respeto hacia el resto de un colectivo que está sudando
tinta para poder conseguir un lugar junto a las madres que las buscan, para las Doulas que queremos trabajar desde
la legalidad y en armonía con el resto de profesionales que intervienen en los
nacimientos.
Quiero creer que estas mujeres
que están dispuestas a acompañar partos autogestionados tienen poca experiencia
y que no se han encontrado con problemas serios en un parto, quiero creer que
sus deseos los basan en idealismos… y temo
pensar cómo se enfrentarían y defenderían la vida de la madre y de su bebé ante
cualquiera de las situaciones que me he encontrado estos días.
El tema es lo suficientemente
serio para llevarlo a reflexión. Como he dicho, respeto que una mujer quiera parir
sola, bajo un olivo o en medio de un río,
respeto que quiera que la acompañe su mejor amiga o su panadera, pero no respeto que esa persona que acompaña se
autodenomine Doula. Ni lo respeto ni
lo voy a defender, así de claro. Puede llamarse de mil formas o no llamarse
de ninguna, pero que no mancille esta denominación que hemos elegido quienes
queremos hacer las cosas desde otra perspectiva, desde la legalidad que se nos
permite en este país donde vivimos.
Por todo lo anterior, invito a toda mujer que quiera contar con
una Doula en su parto, que pida referencias, que averigüe qué tipo de formación
y de experiencia tiene la Doula en cuestión, que hable con otras mujeres a las
que haya acompañado y que tras una conversación personal, decida si es quien
merece este regalo de ser testigo del nacimiento de su hija, de su hijo, desde la seguridad y la legalidad,
desde lo que es ESTAR sin intervenir porque eso es lo que corresponde al personal
sanitario preparado para tal efecto.
Sé que no voy a quedar libre de
polémica, pero realmente no me importa. Posiblemente, si yo viviera en cualquier otro lugar o país donde hubiera tradición de
partería, yo sería una buena partera por amor y convencimiento. Sin embargo,
y puesto que para mí la vida humana y el derecho a nacer digna y legalmente, es una posesión a defender, manifiesto todo
lo anterior.
Espero
y deseo que quienes se hacen llamar Doulas y no se ciñen a unos mínimos de
cordura y sentido común, reflexionen y se desmarquen del resto de un colectivo
que trabaja por el reconocimiento y la homologación de esta profesión tan
bonita, tan hermosamente humana.
Suscribo tu opinión, como siempre tan lúcida y sensata. Gracias Concha!
ResponderEliminar¡Gracias compañera! ¡Anem fent!
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