Mi hija no me quiso a su lado cuando nació su primer hijo... dos años y medio después, me pidió que la acompañara en el nacimiento de su hija.
YO no le dije nada a mi madre en las
tres ocasiones que me fui al hospital para parir a los míos. No lo hice para
que no me molestara, o por pensar que no tenía ningún derecho de ver nacer a
sus nietos. Fue, hoy lo sé a ciencia cierta, para protegerla, para que no lo
pasara mal viéndome en tal trance. Mi madre lo asumió, no me dijo nada. Simplemente,
con el último de mis hijos y viéndome en preparto, se marchó llorando y deseándome lo mejor.
La mayoría de las mujeres a las
que he acompañado, le han dicho a su madre que tenían una Doula, explicando en
qué consistía esta figura de acompañamiento. Algunas de las madres, lo
comprendieron y quisieron conocerme. Otras, en cambio, no lo aceptaron bien. Entiendo
y respeto a cada una de ellas, no es un tema mío sino de sus hijas…
En una ocasión, la madre de una
de las mujeres embarazadas me preguntó al conocerme, si ella podría ser la Doula
de su hija. Le dije que por supuesto que sí, pero para ello debería de ser
capaz de ver a su hija gritar, llorar, gemir… lo que a sus ojos podría
significar sufrimiento no sería más que la expresión del momento vital del
parto, máxime cuando su hija no iba a querer ningún tipo de calmante o
anestésico y que viéndola así, debería de estar apartada, invisible, callada,
sin llorar, sin interrumpir en estos mágicos momentos. Que debería observarla
con amor y compasión para que ella pudiera parir a su bebé en la forma en que
deseaba… y me dijo que siendo así, no sería capaz porque al fin y al cabo, no
quería ver sufrir a su hija.
Como he dicho al principio, he
conocido a la mayoría de abuelas y con algunas ha sido realmente bonito escucharlas
emocionadas, darme las gracias por lo que he hecho por su hija, ya que ella no
hubiera sido capaz de aguantar esos momentos tan duros.
Suelo decirles que lo mío es una
figura temporal, que yo estoy durante un periodo muy concreto en la vida de su
hija, que al poco de nacer su nieta o su nieto, yo desaparezco y ella siempre
será su abuela, una figura de apego muy importante tanto para el bebé como para
su madre y la nueva familia que acaban de constituir. Y estas palabras, las
tranquiliza. Porque realmente las coloco en el sitio que les pertenece.
Todavía hay personas que creen
que antes que tener una Doula está la madre para acompañar a su hija en el
parto, y desde mi propia experiencia y la de las mujeres a las que he
acompañado, sé que no es así. Porque como una madre-abuela tenga un mal
recuerdo de su parto, difícil será que pueda acompañar a su hija en estos
momentos, pues inmediatamente se pondrá en su lugar dando pie a la
desestabilización –involuntaria- del proceso en que su hija se halla inmersa.
Además, entre la mayoría de
madres e hijas hay una relación tan amorosa, profunda y en ocasiones
conflictiva, que son las hijas quienes de entrada no quieren pensar en su madre
al lado mientras ellas están pariendo. Son las embarazadas quienes se sonríen y
dicen que no, que su madre las pondría más nerviosas, o que no quieren a su
madre llorando todo el rato, o que su madre pediría a gritos la epidural para
su hija…
Tengo muy claro que como Doula no
le quito el puesto a nadie, ni al padre (tal vez otro día hable de este tema),
ni a la madre-abuela.
Las historias entre madre e hija
solamente les corresponde a ellas. Yo veo enseguida las reacciones de una
abuela cuando estoy junto a su hija recién parida. Y entiendo lo que pueden
sentir, por ello respeto estos momentos sagrados manteniéndome a un lado.
Sin embargo, cuando tras un parto
se acerca una abuela feliz a darme un abrazo y me da las gracias por haber
acompañado a su hija, siento la misma emoción de madre que ella está sintiendo.
Siento empatía hacia esa mujer que evocando su propio parto ha confiado en otra
persona a la que no conoce de nada y ha sido porque su hija se lo ha compartido,
se lo ha pedido.
Hoy me he levantado y me he
puesto a escribir sobre este tema porque a lo largo de la semana voy a conocer
a la madre de la última mamá a la que he acompañado en su parto. Es ella, la
abuela, la que quiere conocerme ya que siendo de otro país no estuvo aquí
cuando nació su nieto. Y porque, evidentemente, su hija le ha hablado de mi. Vamos
a tener una tarde de merienda, de conversación distendida en la que le hablaré
del parto de su hija, haré que se sienta partícipe de ese momento mágico y
poderoso que tuve el privilegio de presenciar. Y deseo que comprenda la
elección de su hija al mantenerla… alejada, porque, al fin y al cabo lo que su
hija hizo por ella fue protegerla. Y protegerse ella a su vez.
Nadie puede hablar de estos
hechos porque nadie está dentro de otra persona. Las elecciones que toma una
futura madre merecen ser respetadas. Aunque sea nuestra propia hija, aunque no
las entendamos, aunque nos sintamos apartadas, aunque nos duela… ella tiene sus
razones… Es su parto, es su bebé. No hay más.
Luego, con el paso del tiempo y la comprensión de los hechos, todo se
pone en su lugar.
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