Dicen que el hombre es el único
animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Y puedo asegurar que es
cierto. No he tropezado dos veces, sino varias.
He perdido la cuenta de las
ocasiones en las que he caído en la trampa de participar en una especie de debate en las redes. Desde
que comencé hace más de diez años en un foro de crianza, he tenido que
retirarme en alguna que otra ocasión ya que, el medio escrito, la comunicación
no verbal, la distancia geográfica y el desconocimiento de las personas que
participan en esos debates, hacen que el entendimiento sea en la mayoría de las
ocasiones, imposible.
Deduzco que, puesto que he vuelto
a caer, no aprendo bien la lección… y lo asumo.
En esta ocasión el debate ha
versado sobre el papel de la doula, o mejor, sobre la actuación de la doula en
determinada situación.
Que la doula es un fenómeno
mundial es algo que no podemos negar. Sin embargo, es importante saber que hay
diferencias marcadas según el continente, según el país. Y esto tiene una
explicación muy lógica: las diferencias socio-culturales, incluso las normas
legales que rigen en cada pueblo, marcan la manera en que las doulas podemos
trabajar sin concurrir en actuaciones ilegales o cuanto menos, perjudiciales
para nuestro trabajo y buena relación con la mujer acompañada y el entorno.
Algo importante que aprendí
durante mi formación y he corroborado con la experiencia, es que cada mujer
acompañada es un mundo, contemplando su personalidad, su educación, su
situación social y religiosa incluso su forma de pensar políticamente…TODO
forma parte de esa mujer a la cual vamos a estar acompañando y que necesita ser
respetada en todas y cada una de sus peculiaridades. Y que todas las mujeres ni
buscan ni solicitan lo mismo.
Como siempre que escribo, hablo
desde mi lugar, no me voy a poner en el de ninguna otra doula. Porque sé que,
de la misma forma que cada madre que nos busca es distinta, cada doula que
acompaña, también lo es.
Y voy al tema que me ocupa.
Por estas fiestas navideñas,
encontré por Facebook una infografía muy bonita que representaba unas reinas
magas frente al pesebre donde nació Jesús. Entre los presentes que le llevaban,
una de ellas le ofrecía medicina placentaria. Mi comentario fue que yo no
compartiría esa imagen en mi muro de Facebook para no dar pie a polémica, ya
que en MI país, este tema a raíz del infame informe doulas, está muy en el ojo
de mira ¡y ahí se armó el cisma!
En ningún momento digo que la
infografía no fuera bonita. En ningún
momento digo que no creyera en la medicina placentaria. En ningún momento digo que la mujer no tenga
derecho a hacer con su placenta lo que quiera.
En ningún momento digo que la doula niegue información a la mujer que la
solicite. En ningún momento niego que
sea una práctica que algunas mujeres solicitan… y más cosas.
Entrar en un bucle donde las
palabras y los conceptos se mezclan da pie a que, al final, del mensaje
original no quede absolutamente nada. Y por mucho que quiera reconducir el
tema, se entra incluso en descalificaciones personales ¡sin
conocernos de nada, sin saber quiénes somos, qué pensamos, qué sentimos y cuál
es nuestra experiencia profesional! Lamentable, muy lamentable…
Y es que tengo la sensación de que,
en ocasiones, se sigue confundiendo la tan manida palabra empoderar, sobre todo
si hablamos de la relación doula-mujer acompañada.
Para que una mujer embarazada
esté empoderada, no necesita que su doula le diga que tiene derecho a reclamar
y utilizar su placenta de la forma que quiera: una mujer se empodera sola desde
su propia necesidad y búsqueda, desde su mirada interior, desde su consciencia,
desde su trabajo personal y esa es una decisión que solamente a ella le
corresponde. Si quiere que la doula la acompañe en su camino, fenomenal. Y si
no quiere, también. Porque volvamos al origen de la palabra doula: mujer que
acompaña. Y punto.
Comprendo que tal vez sea la
mirada serena de una mujer mayor, frente al ímpetu e inconformismo de la
juventud, aunque una cosa no excluye a la otra.
Comprendo -porque a mí me
pasaba- que se rechace de forma visceral lo que otra persona pueda contar desde
SU experiencia, porque no es lo que, desde el otro lado se está viviendo… puedo
comprenderlo todo, lo que no acepto, es la descalificación de la edad, del
tiempo del conocimiento que supone llegar a la madurez, de la experiencia que
los años aportan, y del aprendizaje que durante el tiempo de práctica
profesional he llegado a tener.
Y volviendo al tema anterior,
cuando yo comento que según la situación real en el país donde vivo, que, según
MI experiencia en los acompañamientos hospitalarios a partos, ofrecer a las
mujeres medicina placentaria es entrar en arenas movedizas… nadie que no haya
pasado por ahí puede negarlo y, sobre todo, nadie que vive y trabaja en otro
país y desconoce la situación legal del mío respecto este tema.
Se pueden aportar cantidad de
ideas de lo que “debería ser”, pero la realidad es lo que ES. Y con esta
realidad trabajo cuando cruzo las puertas de un hospital y entro en paritorios
con una mujer. O me ciño a las normas, o a la próxima ocasión tengo la entrada
vetada, y las que salen perdiendo son las madres y sus bebés.
Y no me vale que me digan que hay
abogadas que bla, bla, bla… porque esa historia también me la conozco.
Cuando una mujer entra de parto
en una entidad hospitalaria, está para pocas milongas. Necesita tranquilidad y
armonía para que su bebé nazca de la mejor manera, no es momento de entrar en
peleas con el personal del centro.
En fin. Esta es a grandes rasgos
la última historia de ficción en la que me he metido.
Mi propósito para este próximo
año es salir de los grupos en los que, consumo mi energía a costa de
discusiones infructuosas.
Que a mi edad no estoy para dar
explicaciones de lo que digo, ni de lo que hago. Que quien me quiere, me tiene.
Y a quien no le interese lo que pueda compartir, está en su derecho de cerrar
los ojos o de apartarse, pero lo que no voy a consentir es el desprecio al
aprendizaje de toda una vida.
El tiempo pasa para todas las personas,
pasados los años, volviendo la vista atrás y siendo absolutamente sinceras con
nuestro yo, veremos qué partido hemos sacado a nuestra vida como consecuencia
de las decisiones que hayamos tomado.
Con amor.
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