Susana y yo nos conocimos en la Formación de Salud
Mental Perinatal, en 2015, ella es psicóloga, y a pesar de
la diferencia de edad, desde primer momento sentimos atracción la una por la
otra, nos sentíamos en conexión. Pasado el tiempo, un día cualquiera, sonó mi teléfono
y me alegré al ver que era ella.
“Hola
Concha, soy Susana Santamaria, me he trasladado a Valencia a vivir, estoy
embarazada y quiero que seas mi Doula”. Todavía se
me eriza la piel cuando recuerdo esta conversación.
Susana me ha enviado este emocionante relato para
que lo comparta en mi blog, como han hecho otras madres a las que he acompañado.
Mi única intención es mostrar quién soy cuando
estoy acompañando, cómo ESTOY cuando SOY Doula…
"Han pasado tres meses.
Tres meses de encuentros continuos con tu sonrisa, tu mirada,
tu piel, tu respiración... Eres tan linda, tan bonita...
y había fantaseado tanto con este momento,
este primer encuentro entre nosotras...
Gracias por llegar y llenar nuestras vidas de ti, Lorena"
Lorena llegó el 12 de
Noviembre de 2018, pero en realidad, había llegado hacía ya mucho tiempo… llegó
primero en mi deseo de tenerla, tan soñado y ansiado, que cuando se hizo
realidad, me dejó por unos días en una sensación de incredulidad… un “no me lo
puedo creer”, un test de embarazo positivo, de color rosa, que compré uno de
aquellos martes fríos de consulta privada en Reus, con la nieve
sorprendiéndonos y mil sueños por descubrir. Recuerdo que llevé el test en el
bolsillo de la bata durante varios días, y que lo iba mirando discretamente,
deleitándome en ese lapso de tiempo en el que sólo yo sabía que existía… era mi
secreto. Nos habíamos trasladado a Valencia, buscábamos vivienda y nos
encontrábamos en plena adaptación de Leo en el colegio… Cuántos cambios, tantas
novedades…y de pronto ELLA… nuestra estrella.
Ahora sé que fue Lorena la
que me enseñó a dejar… a soltar… a apresar lo cotidiano, lo hogareño… de
pronto, el trabajo se volvía menos importante… comenzando a trazar el camino
hacia mí misma y hacia su encuentro…. Permitiéndome, en ese periplo, dejar de
trabajar sin sentir angustia, sino respeto y cuidado hacia mí misma. Así fue el
inicio de nuestro encuentro… y también el re-inicio y el re-encuentro con Leo,
quien sumido en tantos cambios, de repente un día miró mi barriga antes del
baño que nos dábamos juntos y me dijo “Mami, aquí dentro puede que haya un
bebé!” … A lo que yo le respondí… “Pues sí, cariño… puede que haya un bebé…
mamá preguntará al doctor para mirar bien si está ahí… pero mami también cree
que puede haber un bebé”. Así que su intuición, y mi incipiente barriga, dieron
la entrada en su mente, a la noticia de la llegada de Lorena a la familia.
Pronto seríamos cuatro: papá, mamá, Leo y ella: Lorena.
Mi mente, mi cuerpo, ella
y yo… sabía que este embarazo iba a ser distinto, deseaba poder apresarlo,
disfrutarlo y dejarme fluir, soltar… Aun así, aun sabiendo desde la mente lo
que era esencial, caí en los brazos del estrés más de una y cien veces… y aun
así, lo logré, pude traerla al mundo de la mejor forma que fui capaz… Y por
ello me doy las gracias, por confiar en mí misma… y le doy las gracias a ella
por saberlo todo antes de nacer… por conocer el camino a recorrer y por darme
la fuerza para parirla… y le doy las gracias a él, a Alex, quien siempre
suscribió mis palabras sobre el cómo y el porqué, y que me acompañó a su forma,
que se volcó en estar para todo, el día que Lorena quiso nacer, cuidando la
intendencia y acompañando a Leo para que transitara con naturalidad y alegría
la llegada de su hermana.
Así que pronto estuvo todo
trazado: Lorena nacería en casa… Ahora sólo faltaba decidir quién me acompañaría en este empeño… y claro, ahí estaba Concha, Amama Doula, compañera de
formación, mujer fuerte y maternal, en quien sabía podía descansar y confiar…
Para mí fue esencial tenerla como doula… todavía recuerdo nuestro primer
encuentro, en una cafetería de Ruzafa… siempre sutil, discreta, con las
palabras justas, con su cariño, con su presencia… ella misma fue quien me
orientó en la búsqueda de una matrona que atendiera partos en casa.
Una voz dulce al otro lado
del teléfono: esta era Teresa, mi matrona. Siempre con su capacidad de calmar mis miedos y
disipar mis dudas. Conocernos fue más adelante, pero nuestras conversaciones
telefónicas ya estaban llenas de feeling y conexión. Y con Teresa, también
llegaron Carina y Carol: un equipo de tres matronas, que, junto a Concha y Alex, se
convirtieron en el gran equipo, sencillamente genial.
Recuerdo las últimas
semanas con emoción en el cuerpo… paseos por el río, tardes de yoga, infusiones
y bizcocho para desayunar en nuestras reuniones y douleos, mariposas de
oxitocina, música relajante, el saber que matronas y doula “estaban de guardia
desde la semana 38”, preparar las cositas de Lorena y el espacio donde iba a
nacer… Acabar de atar ciertos cabos emocionales que me tenían algo ambivalente
(siempre agradeceré la comprensión y el respeto de mi familia por las
decisiones que tomé), y por fin poder descansar en la idea, y en el cuerpo,
aunándolos en este inmenso motivo: Lorena.
Lorena quiso estar dentro
de mí más allá de la semana 40, y también más allá de la 41. Es curioso cómo la
alegría de saber que ha tenido el tiempo necesario para madurar todos sus
órganos, se va transformando de un momento a otro en expectación e
incertidumbre… querer saber qué es lo que desencadenará el parto, querer fluir
y dejar de controlar, pero por otra parte no parar de hacer cosas que ayuden o
faciliten al mismo… tratar de disfrutar con las pequeñas cosas, (¡arriba esas
endorfinas!), y a la vez, mirar con nostalgia a mi pequeño Leo, que pronto
sería grande, al dar paso a su hermanita…. Y pensar que nunca más estaría con
él “en exclusiva”, y abrazarle y acariciarle intuyendo que aquella experiencia
le iba a hacer crecer y aprender…
Y así fue, nació el 12 de
noviembre, en la semana 41+4, porque era su momento y el mío, y porque
visualizaba mi mariposa de oxitocina, regalo de Concha, y porque Teresa me
ayudó con el manteo días antes, y Carol con su acupuntura, y Carina con sus
imágenes para mi altar, que observaba y visualizaba en mis respiraciones desde
semanas antes de nacer… Y así el contrarreloj nos puso ante la tesitura de ir
animando a mi cuerpo a base de dátiles, aceite de onagra, infusiones de hoja de
frambueso, chocolate, y piña, y también de buenas caminatas por el río, alguna
que otra danza tribal y ejercicios de pelota…
Aquel día era domingo. Teresa
vino por la mañana, me manteó con ayuda de Alex y con Leo atendiendo divertido
a este ritual mejicano, y después nos quedamos a solas en el salón. Me sorprendió a la vez, pues inevitablemente
comparé con el parto en el que nació Leo, en el cual acabé con inducción por
rotura de membranas sin tener apenas contracciones y, aunque estuve 24 horas
esperando para ver si podía iniciar el parto sin inducción, apenas conseguí
borrar el cuello del útero…
Intuía que pronto Lorena
estaría conmigo, al otro lado de la piel… resonaba una y otra vez en mi mente
la canción de Tanit Navarro, “…al otro
lado de la piel, te espero… te espero muy pronto al otro lado de la piel…”,
y apenas puedo contener la emoción ahora, al escribirlo…. Se acercaba el
momento.
Aquella noche, al llegar a
casa hicimos lo de siempre: ducha, cena y a dormir… Recuerdo preparar la cena y
sentir una y otra vez contracciones que me paralizaban, semejantes a las de
noches anteriores… y recuerdo las palabras de Concha…”si se paran esa noche, pues no será… pero la noche que no se paren
ahí comenzará el parto…”. Me sentía entre alegre, eufórica y nerviosa…y
mientras, yo continuaba como si nada…
Cenamos, Leo se durmió y
Alex al rato también se fue a la cama. Y yo, sin poder dormir, decidí buscar un
video de ejercicios para promover la dilatación… Allí estaba yo, con la pelota,
a las doce de la noche moviendo la pelvis… con música tranquila y una vela
encendida… hasta que de pronto sentí que debía ir a dormir y así descansar para
reponer todas las fuerzas que pocas horas después iba a necesitar.
03:30 Me despierta el
dolor intenso de una contracción. Me levanto al baño. Me siento en el W.C. y me
agarro al lavabo. Viene otra contracción… trato de tranquilizarme… siento
emoción... siento que por fin llega el momento. Decido volver a la cama…
necesito descansar y acumular todas mis fuerzas.
04:15 Vuelve de nuevo una
contracción fuerte… casi no puedo aguantar en la cama. Decido levantarme de
nuevo, y al hacerlo, noto que me mojo…
“¿Estoy rompiendo aguas? Parece que no del todo. Debe ser una fisura…”.
Vuelvo al baño, me cambio la compresa… ya no sé si acostarme o no… tengo
hambre… “¿Desayuno? Es pronto… “. ¡Regreso de nuevo a la cama… ay qué
nervios! Me acuesto junto a Alex… le medio despierto… “Creo que esto va a comenzar, pero me quedaré aquí un poco a ver si
puedo dormir”. Álex, apenas es muy consciente de lo que le digo… no quiero
despertar a nadie… pienso que quizás debería avisar a las matronas y a Concha…
pero me parece tan temprano… y, por otro lado, el cuerpo no entiende de
horarios…
06:00 Ya no aguanto más en
la cama. Me levanto y pienso en si debería avisar ya. Decido esperar un poco.
Ya se encargará Alex de avisar a la familia cuando sea el momento. Sigo con contracciones, comienzo a soltar la
voz… a decir la “ahhh”… suave, casi en silencio, en el salón… hace tan pocas
horas estaba con la pelota y ahora ya otra vez aquí… comento en el grupo de
whatsap del grupo de Perinatal que la fiesta está comenzando, e Ibone me responde
rápidamente y enciende su vela… siento la conexión con lo femenino… comienza el
baile de fotos con velas que se encienden en diferentes geografías, traspasando
fronteras y océanos… y me siento agradecida de poder sentir el calor y la
conexión con ellas.
06:59 Aviso por el grupo
que tenemos las matronas, Concha, Alex y yo, de que ya estoy comenzando con las
contracciones. Lo grabo intentando mostrarme tranquila, pero el dolor es
intenso… me vienen dudas de saber si es mucho o poco…. ¡ay que incertidumbre….
Llamo a Concha… ella siempre me dice que la llame… Le explico. Me dice que
parece que va comenzando... Que en una hora la vuelva a llamar para ver cómo va
la cosa... Las matronas me animan… ven que estoy comenzando, pero que parece
ser el principio… Se me pasa por la cabeza que no sé si lo aguantaré… si sólo
es el principio… descarto esa idea… seré capaz… Me noto con algo de temor… Alex
ya está en marcha… despierto. Le digo que he avisado…. Y yo ya me voy notando
que entro en otro mundo…Me acuerdo de que Leo hoy justo está sin cole, por luto
oficial. Vaya qué casualidad… pienso que así lo ha previsto el destino. Él
tenía que estar presente en casa, con nosotros, para acompañar y ser partícipe
del nacimiento de su hermana. De momento, todavía duerme…
07:57 Recibo un whatsap de
Concha que me dice “Salgo de casa. En 30
minutos estoy ahí”. Algo le ha hecho intuir que debía venir ya. Y en ese
momento, me doy cuenta de que me siento mejor así, si viene ya… Quiero
controlar el tiempo de las contracciones, pero no estoy para eso… sé que son
frecuentes… no sé si demasiado… respiro y sigo con la “ahhh”.
08:30 Llega Concha. Me
siento más tranquila. El dolor es intenso, pero me permite recibirla y
explicarle más o menos cómo estoy. Por un momento es como si me desconectase
del cuerpo por el mero hecho de saludar y explicar brevemente… “me estoy saliendo del proceso” me digo…
y me doy cuenta de mi intento de control y mi tendencia a analizar… y vuelvo a
mi cuerpo, y me olvido de lo demás. Concha me abriga, acondiciona la
temperatura de la habitación y la noto presente. Me tranquiliza pensar que ella
está aquí. Y de pronto, vuelvo al dolor y llega otra ola.
08:48 Vocalizo la “ahhh”
poco a poco, soltando el cuerpo. Estoy de rodillas en el suelo y el cuerpo
apoyado en la cama. Sé que Concha está detrás de mí. Me coloca una manta sobre
el cuerpo para que entre en calor.
09:15 Las contracciones
son cada 3 minutos y bastante intensas…sigo con la “ahhh” cada vez más fuerte. Una
parte de mí se preocupa por si despierto a Leo… sé que Alex se encargará de
cuidarle y cuidar que viva este momento de la mejora manera. Vuelvo al cuerpo.
Entre contracción y contracción respiro, y tengo la sensación de que casi me
duermo. Alex y Concha están ahí, conmigo en la habitación. Menos mal que están ahí, conmigo…
09:38 Concha va avisando a
las matronas sobre cómo voy con las contracciones. Explica que ya son rápidas,
y regulares. En ese momento no me doy cuenta de esto… es ella quien lleva la
cuenta. Y yo, ahí, metida en mi cuerpo y sumergida en el dolor de cada
contracción. Me pongo a cuatro patas sobre la esterilla, tapada con la manta.
Me cuesta moverme… no me veo caminando… es como si necesitara estar acurrucada.
Trato de moverme arqueando la espalda. Recuerdo mis clases de yoga con Arantxa…
me concentro… Me noto agarrada a la “ahhh”. Noto la intensidad, pero centrarme
en la voz me ayuda a transitarlo con más calma. No quiero contraerme, quiero
expandirme…
09:50 El dolor se hace
difícil de sostener. Noto mi voz más salvaje. Ahora ya son gritos fuertes y me
sorprendo de la forma en que el grito sale adelante…
09:57 Llega Carina. ¡Buf!
¡Menos mal! La saludo como puedo. Me pregunta si quiero que me haga un tacto
para ver cómo voy. No me parece mala idea… aunque me encantaría no necesitarlo,
en ese momento siento que será un alivio saberlo. Adelante. Me hace el tacto y
rápidamente le pide a Alex que llene la piscina “que no llegamos”. ¿En serio?
Yo quiero entrar en la piscina… creo que el agua caliente me irá bien… pienso.
Estoy de 8 centímetros. Son las 10:00 h de la mañana. ¡Por un momento pienso
que está muy bien! Pero me viene a la mente la idea de que aún faltan 2
centímetros… aichss… ¡no quiero pensar! Vuelvo a mi cuerpo. Carina me dice que
me apoye en ella, sin miedo. Bailamos un poco así, agarradas. Le agradezco
tanto que me sujete y que pueda apoyarme en ella… está bien así… moviéndome un
poco.
10:47 Llega Carol. ¡Qué
bien, refuerzos! Ya solo falta Teresa quien llegará un poco más tarde. Noto que
están a mi alrededor, que todo va bien. Van avanzando con la intendencia de la
piscina. Y yo sigo notando presión y vocalizando la “ahhh”. Alex me abraza, me
sostiene, me da algún beso. Qué bien sentirlo cerquita. No recuerdo bien si es
ahora, o antes o poco después, entra Leo en escena de forma abrupta. Abre la
puerta de la habitación y dice algo así como “os voy a poner una multa”. Está
algo confuso… yo pienso en mis “gritos” y me pregunto si le habrán despertado
(más tarde me dirá que la multa era porque me estaba llamando y no iba a buscarle,
y que pensó que me había ido y que casi lloró del susto, ¡ay mi niño). Le
explico que estoy con la palabra mágica, con la “ahhh” que me ayudará a que
pronto nazca Lorena. Lo vive con naturalidad. Alex le acompaña a desayunar.
11:15 Llega Teresa. Vivo
su llegada con especial emoción. Teresa me transmite tanta calma… Es como un
ángel. Sé que todo va a ir bien… Por un momento se me pasa por la cabeza que,
en este momento, si tengo que ir al hospital no sé cómo lo haré… Desecho la
idea… vuelven las contracciones y las ganas de pujar. El dolor es muy fuerte.
¡Buf! Se me pasa por la cabeza que no podré… me dicen que la piscina está
lista.
11:45 Entro en la piscina
con su ayuda…. ¡¡¡Wwooeeewww qué alivio!!! El agua calentita me encanta. Tengo
dolor, claro… pero lo noto más llevadero. Intento probar posiciones… aunque me
cuesta mucho moverme. Las chicas me animan a moverme pero ¡buf! Cuando viene la
contracción, ¡es tan fuerte! ¡Menos mal del agua caliente! De lado, me cojo a
la piscina y hago presión hacia mí, para empujar más fuerte. Vienen las olas de
dolor, y van. Es curioso que a veces me quedo frita entre contracción y
contracción.
Cada vez estoy más en mi
mundo, y el resto fuera. “Esto ha de pasar por mí… ¿y si no puedo?”. La mirada
de Teresa frente a mí me tranquiliza. “Lo estás haciendo muy bien” … me dice.
Me recuesto de espaldas.
Manos cuidadosas me miman… una cucharada de miel me endulza la boca. Un paño
caliente en mi frente me ayuda a descansar… es tan intenso todo lo que estoy
viviendo… Alex me acompaña al otro lado de la piscina. Leo va y viene. Y
pregunta y me ve en la piscina. Yo no quiero que se asuste. Y en un momento de
extremo dolor le pido a Alex que se lo lleve. Siento que necesito estar
tranquila. No puedo preocuparme ahora de cómo le llega todo lo que está
viviendo. Quisiera abrazarle y calmarle, pero no puedo. Estoy trayendo al mundo
a Lorena y esto es muy intenso… ni siquiera sé si podré mantener la calmar yo
misma… y ahí están ellas y Alex para hacerlo. Me animan con su presencia, me
calmo con el calor del agua. Me preparan una infusión, y me la dan… qué
sensación sentirme tan cuidada… y es que es tan importante reponer fuerzas.
Necesito conseguirlo por ella, por Lorena.
Me invitan a que me siente
en la silla de partos, dentro de la piscina. Alex sostiene mi cuerpo por
detrás. Noto su fuerza y su esfuerzo. Me cojo a los laterales de la silla. De
nuevo el juego de contra fuerzas. En cada contracción tiro con mis manos hacia
arriba, cogida a la silla, a la vez que empujo hacia abajo. A veces toco mi
tripa y empujo hacia abajo desde allí, como haciendo presión.
La voz de Carol me pide
que abra los ojos, que así veré por el espejo que Lorena está ya muy cerca, que
ya se le ve el pelito. Digo “no puedo” (siento que si abro los ojos me
desconcentraré), y ella me dice “¡sí puedes, mírale la melena!” Y me atrevo, y
entreveo allí, en mi vagina, en forma de almendra abriéndose, una oscura
apertura en la que parece asomar su cabecita. Me emociono. ¡Ya está más cerca!
Sigo empujando. Noto sus
manos ayudándome, protegiendo mi periné. Y llega al fin ese momento, el momento
en que ya noto que los pujos hacen que Lorena esté a la vuelta de la esquina.
Me señalan que no empuje ahora. Comienzo a notar el aro de fuego… y noto cómo
quema mi vagina. Y justo ahí es cuando me dicen que no empuje… y aguanto hasta
que viene de nuevo la ola y por fin en el siguiente pujo sale su cabeza… ¡ahí
está! Siento que ha pasado lo peor. Ahí está su cabecita. ¡¡¡Ya la veo… es tan
emocionante!!! ¡No puedo creer que esté ahí!
Le digo a Alex que le pregunte a Leo si quiere ver a su
hermana nacer. Alex vuelve a la habitación con Leo, y justo en ese momento,
vuelvo a empujar y sale su cuerpecito, que yo misma coja y acerco a mi pecho.
Son las 14:05. Estoy llorando y riendo, exhausta y más viva que nunca. Miro sus
manitas, y sus ojos. Está tan despierta. Y ahí en mitad de las aguas nos
encontramos por primera vez. Leo dice en tono de broma, pero algo nervioso “qué bueno, que ya puedo irme a hacer otras
cosas”. Todos reímos con sus explicaciones… Siento que está impactado.
Necesitará su tiempo para ir acercándose a esto que ha pasado. Alex está tras
de mí y puedo notar su emoción. Miramos a Lorena, tan bonita… noto su cuerpo
húmedo pegadito al mío.
Y ya con ella en mis
brazos, todo lo demás no importa. Pregunto si me he desgarrado y me dicen que
muy poquito y que como no sangro no van a darme puntos. ¡¡Qué bien!! Me siento
afortunada. Y ahora sólo falta alumbrar la placenta. Carina se encarga de sondarme
para hacer pis, pues tras varios intentos no hay manera… no me importa, ahora
no puedo estar pendiente de nada más. Sólo de ella, de Lorena.
Siento dolor al empujar la
placenta, que tardo un rato en alumbrar, pero por fin ya parece que está
afuera. Dicen que es grande…
Carol me acerca a Lorena
al pecho. Yo quería que reptara espontáneamente, pero es cierto que en ese
momento me va bien que la ayude… quizás porque la noto inquieta y pienso que
cuando se encuentre con el pecho se calmará. Le cuesta algo engancharse al
principio, pero en cuanto lo hace, ya no para. Y ahí me quedo. Con ella, con todo mi amor y con toda su
presencia. Llenándolo todo de luz, en nuestra habitación, en nuestra cueva.
Y así fue el nacimiento de
Lorena.
Y Concha, mi querida
Doula, acompañándome desde el principio hasta el final… mimando cada momento y asegurándose de que tanto yo como Lorena
estuviéramos bien. Cuidando a Leo, y a Alex también…
Y así, cuando llegó mi madre a hacer de madre,
Concha le pasó el testigo, y tanto mi madre como mi padre, emocionados al
vernos a su nieta y a mí en tal estado de climax, en nuestra habitación, en
nuestra cama, y con la sensación de plenitud y poder que el parto dejó en el
ambiente, se dieron cuenta de pronto disipando todas sus dudas, de que esta
forma de parir era una buena forma, natural, sin artificios, muy mamífera y
sobre todo muy humana.
Así fue el día que nació Lorena. Con una llegada dulce y tranquila, sin prisas, con amor… En penumbra,
pero llena de luz. Entre aguas y entre mujeres. Pude vivir lo que significa
respetar y dejar hacer al cuerpo, pude experimentar la confianza en mí misma,
en mi cuerpo y en las personas que me acompañaron tan amorosamente. Las palabras justas, la ayuda justa… la
presencia silenciosa de poderosas mujeres… que tuve la suerte de escoger para
acompañarme a dar a luz a Lorena. El parto de Lorena en casa me hizo sentir
mamífera, unida con la madre-tierra. Capaz, potente y con una impactante
sensación de salud, de bienestar…
Porque mi cuerpo, tras el
duro trance de parir, se sentía pletórico, caluroso, y con energías. Porque
parir y estar en casa, alejaba del todo el rol de “enferma” que genera de forma
inconsciente el hecho de estar y parir en un hospital. Porque en casa todo se
desarrolla de forma más orgánica y natural. Porque aquella primera noche con
Lorena y en casa, pude disfrutar del cuidado de los míos y cenar en familia,
con Alex, Leo y también con los abuelos, que nada más ser avisados, se presentaron
maleta en mano para poder ser de ayuda. Porque no tuve que separarme de mi hijo
para poder traer a mi hija al mundo.
Por eso y por mucho más, parir en casa fue un gran regalo que
siempre quedará impreso en la memoria celular de cada recoveco de mi cuerpo. Gracias, gracias, gracias…
Comentarios
Publicar un comentario
Dime tu OPINIÓN, por favor, me interesa y mucho
Si no usas ninguna cuenta, ELIGE la opción Nombre/URL, luego ESCRIBE tu nombre o nick y deja en blanco URL.
Dale a continuar, escribe tu comentario, pincha en PUBLICAR un comentario...
Gracias.