Hoy hace un mes del nacimiento de Renée y
hoy, porque es un día doblemente especial, lo comparto, y me siento privilegiada, porque su
madre me ha dado el texto y las imágenes para que sea yo quien lo publique en
mi blog. Porque ella ha querido, porque ha deseado que así fuera.
Aida, embargada por la inmensa euforia de la reciente experiencia, ha sido
capaz de relatar desde la emoción todo lo que ha vivido. Confieso que cada vez
que lo leo, ruedan lágrimas por mis mejillas...
Como
decía en la entrada anterior, no me vale que nadie diga que ha tenido suerte. Conocí a Aida cuando Clhoé tenía poco más de dos meses y
en este tiempo he visto su evolución, la he visto convertirse en la potente
mamífera que es, en la mujer sabia que la habita, en la hembra que manifiesta
su naturaleza femenina…
"Empezaré a contar la historia de
mi segundo parto, desde antes de quedar de nuevo embarazada.
Esperábamos a este bebé al que
sentíamos como parte de la familia y ese gran regalo que podíamos hacer a su
hermanita Chloé. Esta vez, queríamos estar acompañados no solo por unas
matronas, sino también por una doula que supiera validar nuestros sentimientos,
así como apoyarnos para que pudiésemos gestionar esta parte tan olvidada en
cuanto a partos, la parte emocional, pues ahora iba a haber una diferencia muy
grande con mi primer parto, mi hija iba a necesitar a alguien que estuviese con
ella. Tal vez podría necesitar mi marido, alguien que le diera tranquilidad, y
esa sería Concha, una doula de confianza que encajaba perfectamente en ese rol.
Chloé la estuvo llamando “yaya” durante ese día. Siempre la había llamado
“Concha”, pero ese día decidió que era algo más…
Todas conocemos, o deberíamos de conocer (y si no, tenemos
a san Google que nos responde a cualquier duda de este tipo) la parte más
física, médica, anatómica, incluso química dentro del mundo parto, por el otro
lado, siempre que hablo con alguien (en general) sobre la parte emocional en el
parto, me miran con cara de extrañeza, a veces como que es algo tan obvio que
no tiene importancia, o incluso como una parte que no tiene papel
transcendental dentro de estos temas. Además, no se trata tan solo del momento
del parto, no nos damos cuenta de lo importante que es llegar con la cabeza,
con la salud y con las sensaciones adecuadas para poder transitarlo de la mejor
forma.
El acompañamiento emocional (antes, durante y después del parto) es algo
que puede influir en cómo se desarrolle el proceso y eso lo teníamos muy claro,
tanto Bruno como yo.
Estábamos seguros de repetir el
parto en casa, porque cada vez estamos más convencidos de que se trata de un
momento que debería ser respetado y tratado de una forma solemne y gloriosa,
algo muy alejado de lo que desgraciadamente significa para nuestra sociedad de
hoy en día, un cúmulo de protocolos y rutinas donde la mujer pierde el
protagonismo e incluso muchas veces el derecho sobre su propio cuerpo. Y aunque
respeto la decisión que cada mujer pueda tener para parir, pienso que somos
muchas las que necesitamos intimidad y calor de hogar para poder sentirnos
seguras.
Contado todo esto, empezaré a
relatar el nacimiento de Renée desde el día anterior a su llegada.
17 de agosto de 2019
Hace un calor pegajoso que no me
deja llevar mi cuerpo casi ni a la esquina, donde está el supermercado y un
pequeño parque donde Chloé se refresca cuando el calor nos da tregua y podemos
salir a la calle… Pero hoy está todo cerrado, decidimos pasear y ayudar a que
se desencadene el proceso de parto, ya hace dos días empecé a tirar el tapón
mucoso y a sentir esas olas nocturnas que despiertan en mí sentimientos de
alegría e ilusión, pues se acerca el momento.
Durante el paseo, las olas venían
y me hacían recordar mis últimas lecturas de Ibone Olza, Casilda Rodrigañez y
Laura Perales… mujeres que empezaban a susurrarme "se acerca el momento,
vívelo, que luego pasa rápido y se echa de menos". Yo sonreía y me apoyaba en
Bruno, miraba tiernamente a Chloé, que ya venía dándole las buenas noches y los
buenos días a la barriguita de mamá, mientras le decía cariñosamente “vamos
Nené, que te estamos esperando”. Esas mujeres me recordaban que bailara esas
olas, “relaja el útero, no temas, recuerda esa rana, esa medusa ondulante, deja
que tu cerebro primitivo coja las riendas de tu cuerpo y disfrútalo, sobretodo
gózalo.”
18 de agosto de 2019
3:00 a.m. Llevo un buen rato con
olas intensas en la cama, esta postura no me deja sobrellevarlo tranquilamente,
además empiezo a sentir un poco de ansiedad, como si ese “gran día” hubiese
llegado. Bueno, realmente y en teoría había llegado, hoy era la fecha probable
de parto y tanto yo como mi primera hija, habíamos sido muy puntuales y
habíamos llegado el día previsto. Renée no iba a ser menos.
Me levanto y me voy al comedor,
me siento en la pelota, camino, bailo, sonrío… siento a mi bebé, le hablo y le
digo que todo está listo y que cuando quiera puede venir, que aquí la estamos
esperando con mucha alegría.
6:00 a.m. He estado controlando
las contracciones con el cronometro y vienen cada 15 minutos más o menos.
También he ido a despertar a Bruno (me siento un poco sola) y me pregunta si
quiero que llame a Concha, nuestra doula. A él no se lo cuento, pero han
empezado a venirme algunos miedos, he recordado mi primer parto y pasar por la
intensidad de ese momento se me hace un poco cuesta arriba, he dormido poco y
me gustaría descansar, sé que la presencia de Concha me va a hacer estar más
tranquila, ella me conoce bien y, además, necesito esa energía de mujer
experimentada que me transmite paz.
07:30 a.m. Concha ha llegado, le
ha dicho a Bruno que se acueste y siga descansando (le necesitamos con energías
para estar con Chloé) y llevamos dos horas mientras vienen olas cada 15/12
minutos… Yo solo tengo ganas de hablar y me siento muy consciente, me da la
sensación que al igual que en mi primer parto, voy a empezar a frenarme con la
luz del sol.
Llevo las contracciones bastante bien, Concha me aconseja que me
centre y desconecte, me ayuda a encontrar una postura que me alivie el dolor ¡increíble!
La postura acompañada de unos movimientos desde la vagina, abriendo y soltando,
me hacen sentir y exteriorizar un gemido que está más cercano al placer sexual
que al dolor), se lo cuento todo entusiasmada a Concha, sonríe y asiente.
Empieza a entrar el sol, ella cierra las persianas, yo las abro…
Teresa (la matrona) dice que
viene si me parece bien. Nuestra doula la ha llamado, ha hablado con ella, siendo un segundo
parto es raro que se haya parado y eso puede significar que algo está entorpeciendo
que todo fluya. Así que será bueno que venga a ver cómo está evolucionando
todo.
12:00 p.m. Ha llegado Teresa,
hemos escuchado su corazón y después de hacer una palpación en mi pelvis, nos hemos
dado cuenta que la cabecita está muy alta todavía. Al realizarme la maniobra de
“manteo” he sentido como una bola en mis riñones. No conocía esta maniobra,
Teresa nos explica, brevemente, en qué consiste. Con un rebozo (fular que se
utiliza también para portear bebés) se rodean las caderas y con unos enérgicos
movimientos se da como un “empujoncito” a las energías y al bebé, para que este
logre encontrar el hueco de la pelvis y se acabe de encajar. Efectivamente la
bola que siento en mis lumbares significa que el bebé está en posterior y choca
con el hueso de la cadera, por eso no baja y está todo un poco frenado.
Ahora mismo estamos todos en el
comedor, Chloé necesita salir y airearse, le pido a Bruno que se la lleve a
casa de su madre, que yo estoy bien… que de paso lleve a Concha a casa y que
coma, cada uno con su familia, que me quedo sola con Teresa y que como pueden
ver, llevo las olas de forma relajada, que incluso cuando terminan siento un
rubor que me recorre la cara y que las endorfinas me hacen sentir un relax casi
adictivo. Definitivamente, parece que quiero alargar este momento.
No quiero que termine… Y quiero quedarme sola… Esta idea empieza a resonar en mi cabeza…
1:30 p.m. Mientras Bruno se marcha con Chloé, tenemos más de dos horas seguramente para hacer una sesión de
reflexología, y además pienso en una ducha y una siesta como algo que realmente
necesito. Me apetece charlar,
Teresa piensa como Concha, que debería
desconectar, pero estoy muy emocionada, tenía muchas ganas de que llegara este
día y le cuento con ilusión a la matrona, que las contracciones las estoy
disfrutando, que ciertas posturas me ayudan a sentirlas de un modo mucho más
suave y que si las bailo mientras suelto el aire como si me desinflara me ayuda
a interiorizarlas, estoy viviendo este preparto desde la consciencia, y me
gusta. Lo estoy disfrutando y aunque parezca mentira, no quiero que vaya
rápido.

Ella me cuenta y yo la escucho,
visualizo y me imagino a esas mujeres, con sus bocas abiertas, sus manos
intentando tocar las energías mientras chasquean los dedos, mientras dejan a
sus cuerpos hacer el trabajo que espontáneamente se pone en marcha…
3:30 p.m. ¡Estoy sola, lo he conseguido!
Después de hablar con Teresa, de
una sesión de reflexología que me ha dejado entre el sueño y la vigilia,
mientras mi neocórtex se ha ido desconectando gracias a la relajación, de estar
tranquila y no tener ninguna clase de prisa, ni hablar de tecnicismos… he
hablado con Bruno y me ha dicho que en media hora o tres cuartos está en casa.
Así que he decidido pedirle a la matrona que se vaya a su casa con su familia,
está a 10 minutos y yo estoy bien, llevo las olas con mucha calma y estoy
segura que hasta la noche no va a volver a activarse. A ella también le ha
parecido bien, y me ha dado ese gusto de poder estar a solas.
Voy a darme una ducha, me miro en
el espejo… ¡qué imagen! Me veo hermosa, mientras me viene una ola, me observo,
la redondez de mi barriga, mis caderas haciendo círculos, mi cuerpo desnudo y
mis cabellos blancos sueltos, si pudiera me haría una fotografía con los ojos.
Esa imagen me hace sentir poderosa, capaz, bella, en armonía…
Me meto en la
ducha y durante el baño tengo una contracción detrás de otra, pero no pienso en
nada más que en esas mujeres de las que me hablaba Teresa, las imagino
entregándose a su lado más animal, con sus bocas abiertas hacia el cielo y sus
manos recogiendo a sus crías acabadas de nacer, mis contracciones cada tres
minutos (o menos) no me parecen una señal de que se acerca cada vez más el
momento, de que esto está activándose… Por el contrario, salgo de la ducha y me
acuesto en la cama, quiero hacer una pequeña siesta antes que venga Bruno con
Chloé. Me siento fresca y relajada, como una nube que es llevada por ráfagas de
suave viento.

Me levanto y miro el móvil, veo sin desbloquearlo que Bruno me ha enviado la ubicación en directo (eso significa que está de camino), en veinte minutos está en casa. Mientras camino hacia el comedor de forma lenta, me viene una ola… la bailo… llego al comedor… otra… me agarro al piano, ¡¡aaaaaahhhhhhhhhhmm! (suena como si hubiese tenido un orgasmo, sonrío).
Entonces entran Bruno y Chloé por la puerta, (la idea era que se durmiese en el coche de vuelta, pero está despierta… creo que ella sabe mejor que nadie lo que va a pasar) entran justo cuando termino de tener tres contracciones bastante intensas, pero ellos no lo saben, Bruno está tranquilo y me dice: "mi madre ha hecho unas croquetas, cómete una que te vendrá bien", no tengo hambre, le pido un vaso de gazpacho fresquito, pero en cuanto pasa por mi lado, me cojo de sus hombros y empiezo de nuevo, ¡aaaaaahhhhhhhmmmmm! vuelvo a tener otra "pareces Michael Jackson" me dice, mientras termino con un gemido y se da cuenta que no estoy para chistes.
4:15 p.m. Me voy a la cocina,
Bruno me prepara el vaso de gazpacho y continúa haciendo cosas tranquilamente. Después
de decirle que “hoy Renée cena con nosotros”, me cojo de la torre que tiene
Chloé para desayunar, me agarro de los barrotes y empieza otra ola… la bailo,
la respiro, esto sigue… y de repente, como en esas películas en las que ves
como un barquito navega por un rio tranquilo y serpenteante, de golpe aparece
una gran catarata que cae en picado sin apenas avisar.
Así caí al suelo, todavía agarrada de los barrotes de madera, y apretándolos con fuerza, desde mis entrañas y empujando sin poderlo controlar, grité, más bien gruñí – ¡Llama a Cooooonchaaaaaaa! - Bruno me mira desconcertado - ¿Qué pasa cariño?, no puedo hablar, solo gruñir, ¡Llamalaaaas a tooodaaaaaaas! ¡estoy empujaaaandooooooo!
Bruno coge los móviles y empieza
a enviar mensajes al grupo de WhatsApp que tenemos con nuestra Doula y las
matronas. Chloé me mira de pie sin decir nada. Empieza la fiesta…
4:22 p.m. Camino como puedo hasta
el baño, me siento en el wáter, pues he notado que se me sale todo por todos
los orificios y aun me da por pensar en no ponerlo todo perdido. Me cuesta
sentarme y quitarme las bragas, Bruno me ayuda mientras continúa enviando
mensajes, tiene un móvil entre la oreja y el hombro y con el otro escribe. Yo
me meto la mano derecha como intentando tactarme para ver cómo va por ahí
adentro, noto la cabeza al final de mi vagina…
- ¿Que pasa mami? - tengo a Chloé
a mi lado, eso es justo lo que deseaba, que mi hija viera nacer a su hermanit@,
llevábamos planeando el parto varios meses, quería que Chloé lo viviera,
incluso teníamos la piscina montada, todo preparado…
Bruno se acerca y me dice –
Cariño, no puedes tenerlo aquí (el wáter) – yo, haciéndole señas con el dedo,
solo puedo decirle “aquiiiiii, aquiiiiii” (estoy pensando, a ver quién me mueve
de aquí ahora)
Las contracciones no me dan
tregua, de pronto baja la intensidad y saco mi mano del canal de parto… está
impregnada de líquido amniótico, compruebo que son limpias y un impulso me hace
lamer cada uno de mis dedos, ¡qué sabor! Me sabe como si fuera el mejor de los
elixires que nunca antes hubiera probado. De pronto todo se acelera, ya no hay
quien pare a la pequeña leona.
4:28 p.m. Bruno intenta hacer un
vídeo para enviar a las matronas de como Renée está coronando, pero en ese
momento estoy en pleno “aro de fuego”, y a través del móvil ve como la cabeza
ya está afuera. Teresa está hablando con él, le oigo decirle que ponga unas
toallas en la cama y me pongo a gruñir – ¡Sueloooooo, suuueeeeelooooooo! – No
puedo hablar, tan solo me da para gruñir palabras mientras empujo.
Bruno lo ha entendido, la cabeza
está fuera, se lava las manos, me levanto, me ayuda a caminar, tira unas
toallas en el suelo…
A partir de aquí, el tiempo se
diluye… Aparece Carol, Teresa… y Concha… -
¿Qué ha pasado?
¿Qué ha pasado?
Están sorprendidas, Concha no
puede contener las lágrimas. Nosotras cuatro, estamos en éxtasis… Puede que
hayamos vivido la experiencia más increíble de nuestras vidas. Ha sido
perfecto, justo como tenía que ser, puede que ellas piensen que no han llegado
a tiempo, pero yo no dejo de pensar que así era como yo quería que sucediera.
Necesitaba estar sola, necesitaba desconectar, no sentir a nadie pendiente de
mí, nadie con quien hablar (no me puedo contener cuando tengo con quien hacerlo...), y llegar a relajarme hasta
llegar a un estado de consciencia alterado que fue la clave en este parto.
He vivido mi parto de una forma
íntima e intensa, va a quedar grabado en mi (y en nosotr@s) para siempre.
Y ahora ya podemos revisar y ver
que todo está mejor que bien. Renée es una mujer, ha salido mostrándonos su voz
(al revés que su hermana, ella salió llorando) y abriendo la boca se ha
enganchado a la teta rápida y fácilmente… Seguramente para calmarse, el viaje
ha sido intenso también para ella.
Chloé dice cada vez que entra
alguien, - ¡hay un bebé! ¡hay un bebé! ¡la mamá de Chloé! – ella lo sabe, ha
nacido un bebé y ha salido de su mamá.
Carol (una de las matronas) cogió
mi cámara réflex (la tenía preparada) y nos hizo algunas fotografías mientras
Chloé me traía un arsenal de cojines para que mami se acomodara. Mientras
tanto, Teresa comprobó que todo estaba bien y papá cortó el cordón, (era un poco
corto, esperamos a que dejara de latir y se vaciara) al poco tiempo de
acomodarme salió la placenta. Con ella, estamparon unas imágenes preciosas que
quedarán para el recuerdo. Chloé ayudó entusiasmada a colorear la “casita de
Renée”.
Este bebé ya tenía nombre antes de ser concebido, Renée (renacid@) y desde el día en que llegó al mundo, hizo honor a su nombre, pues me hizo renacer con su llegada. Nuevos sentimientos, nuevas emociones, nada era como en mi primer parto, ni siquiera la estación del año.
Su hermanita Chloé la había visto
nacer, no sé si la pequeña “lobita” se acordará claramente de aquel momento el
resto de su vida, eso sí, de lo que estoy segura es que quedará grabado de
alguna forma en ella.
Pues el amor que le da desde el primer momento es el amor que me da a mi “la mamá de Chloé”.
Pues el amor que le da desde el primer momento es el amor que me da a mi “la mamá de Chloé”.
Pues ella mejor que nadie, sabe
que ese bebé ha salido de dentro de mí, que forma parte de su mamá y, por lo
tanto, lo ama y lo mira con los mismos ojos y el mismo sentimiento.
Después de dos olas de calor en este verano, llegó
mi segunda cachorrilla como una brisa fresca. Para mí, después de esta segunda
transición hacia la maternidad, la visión que ya tenía sobre ese momento
sagrado que es el parto, ha cogido más fuerza.
Renée nació desmontando mis esquemas, demostrándome lo maravilloso que puede ser estar abierta a la vida, sin miedos, confiando y disfrutando, porque, aunque parezca imposible hablar de disfrutar durante un parto, escribo este relato recordando cada una de las sensaciones que tuve. En ningún momento sentí miedo, tampoco diría que fue doloroso, sino intenso. Durante ese momento me venía a la cabeza la siguiente idea: repetiría mil veces si pudiera este proceso, esta maravilla de la Naturaleza, perfeccionaría la forma de llevarlo a cabo, sentiría infinitas veces la vida en pleno apogeo.
Renée nació desmontando mis esquemas, demostrándome lo maravilloso que puede ser estar abierta a la vida, sin miedos, confiando y disfrutando, porque, aunque parezca imposible hablar de disfrutar durante un parto, escribo este relato recordando cada una de las sensaciones que tuve. En ningún momento sentí miedo, tampoco diría que fue doloroso, sino intenso. Durante ese momento me venía a la cabeza la siguiente idea: repetiría mil veces si pudiera este proceso, esta maravilla de la Naturaleza, perfeccionaría la forma de llevarlo a cabo, sentiría infinitas veces la vida en pleno apogeo.
Así que antes de salir de este estado en el que me encuentro estos días, escribo el relato del nacimiento de mi leona, con la idea que cada vez resuena más y más en mí.
El cuerpo
de la mujer es una máquina preparada con todo lo necesario para realizar este
milagro. Lo único que necesitamos es tomar consciencia de él, escucharle y
dejarle hacer, sin prisas, sin artificios, sin expectativas y sobretodo sin
pensar, desconectar para conectar".
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