Hoy, día 23 de septiembre, a las 9:50 hora oficial peninsular, entra el otoño. Tiempo de recogimiento, de cambios, de mirada interior… de días más
grises y de luces más mortecinas. Tiempo de reconexión con una misma mirando
hacia dentro para saber dónde estamos…
Comienzan
a ver caerse las hojas de los árboles y cual metáfora, me surge la necesidad de
soltar también aquello que ya no tiene valor, que ya no necesito. El ciclo de la vida no tiene
descanso y sentirlo en carnes propias, me conecta con la realidad, con la Vida…
con la parte primitiva y ancestral que habita mi alma de mujer.
Tomar conciencia,
mantener la mirada alta en el cielo y, sin embargo, arraigar los pies en la
tierra para no perderme en elucubraciones.
La Tierra
nos bendice con sus alimentos y comer lo que nos da en cada estación colabora, también,
a mantener el equilibrio interno.
Otoño,
otoño… te doy la bienvenida con estas palabras de una mujer sabia...
“Las mujeres perdieron sus costumbres, sus
reuniones, sus bailes voluptuosos, sus baños sensuales compartidos entre
hermanas, madres, tías, abuelas… el cuerpo a cuerpo con sus criaturas,
perdieron la maternidad nacida del deseo y guiada por el placer de sus cuerpos:
perdieron su forma propia de existencia, una existencia impulsada por el latido
del vientre, perdieron la libertad de sus cuerpos y la conciencia del
mismo. El deseo sexual en la mujer pasó
a ser considerado lascivo y deshonesto, para que cuando emergiera, ésta se
sintiera culpable y aborreciera y se distanciara de su propio cuerpo” (Casilda
Rodrigañez)
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