Como en todas las ocasiones que comparto un relato de parto, es la madre
quien me lo envía porque quiere que se conozca su experiencia.
Hoy he recibido este texto, cuando Alejandro tiene 19 meses, cuando Raquel,
su madre ha estado preparada y le ha apetecido.
Evidentemente, las doulas somos meras espectadoras de lo que ocurre. Nuestro papel es el de acompañar. Son ellas, las mujeres, quienes consiguen que
su parto sea de una manera o de otra. Y al final, suceda como suceda, estará bien.
Gracias, Raquel, por permitirme estar, otra vez, a vuestro lado.
"Valencia 22 de enero de 2018
En Abril de 2017 tras unas Pascuas
muy familiares, me quedé de nuevo embarazada, era mi tercer embarazo, mi
segundo bebé.
Hoy después de un año y 15 días
encuentro un momento para poder escribir mi relato de parto.
Tras hacerme el test de
embarazo y confirmar que venia de camino, informé a mi marido, a mi familia y
como no, a Concha, mi doula.
Pasé un embarazo buenísimo y
muy bonito porque me acompañó muchísimo mi hijo mayor, Izan, quien para entonces tenia cuatro añitos y sus razonamientos eran bellísimos… “mamá, este bebé me conoce… mamá el bebé me oye… mamá, yo te ayudaré con
el bebé, te daré los pañales y le cogeré…” y se montaba sus historias y diálogos
preciosos con el bebé.
Cuando llegaba del cole: mamá, ¿el bebé ha preguntado por mí? Y yo le respondía “si cariño, me ha dado unas
pataditas y me ha preguntado que dónde estabas” ¡Jajaja, qué inocente mi chiquitín, y qué
bonito!
Llegó el invierno y volví al
trabajo por necesidad, gestionar tres restaurantes, un nene en casa y un
embarazo, demasiado para soportar un cuerpo, pero gracias a la sonrisa de mi
hijo y el sentir que venia de camino, que iba a ser una bendición, que lo iba
a disfrutar muchísimo, pude sobrellevarlo. Cuando supimos que era chico, no
dudamos en el nombre ALEJANDRO como el papá.
Estaba ansiosa por
verlo. Iba pasando el tiempo de embarazo
y parecía nueva ¡jajajaja! Cada dos por
tres comentándole a mi doula si eso era así, las dudas me inundaban…
Fue llegando diciembre y poco
a poco sentía que todo aquello se iba acabando y que nunca más iba a sentir esa
sensación tan bonita que es el embarazo (porque no quiero tener más hijos). Creo que, como todas las madres, estaba deseando
que se adelantara el parto por verlo, sentirlo en mis brazos y sentir ese
perfume exquisito a bebe, tan peculiar.
Mi fecha probable de parto
era para el 7 de enero y me apuré a prepararlo todo para la nueva llegada y
para preparar los regalos de Papá Noel del mayor, a pesar de que en casa nos
gustan más los Reyes Magos… y este año tal vez las pasábamos en el hospital, así
que pasamos las Navidades y Alejandro seguía dentro de mamá.
La ultima semana de diciembre
empecé a tener alguna que otra contracción y sabía que se acercaba el momento.
Valencia 6 de enero de 2018
Nos levantamos, desayunamos y
mi marido se bajó a trabajar para tenerlo todo listo para la comida del día de
Reyes…
Cómo no, era una mañana
fresquita, propia del mes, le preparé el desayuno a mi hijo y me tumbé porque
sentía contracciones… Algo me decía que hoy sería el día y llamé a mi mamá a
las 10 de la mañana y le dije: Mami vente a por Izan que necesito estar
sola.
La mañana iba marchando como
tocaba, contracción tras contracción, yo hablando con mi bebé y dándole fuerzas
y ánimos para que supiera que su mamá estaba ahí, preparada, apoyándole y bailando
al son de su movimiento. La mañana fue
tranquila, mi casa se oscureció, el móvil se apagó y yo estaba en mi mundo,
relajada y tranquila, pero a la vez nerviosa por saber cómo sería el parto, cómo
sería mi precioso bebe…
A la hora de la comida recibo
una llamada de mi pequeño Izan: mamá ¿ha nacido ya el tete? No cariño, aun va a tardar un poquito, ¿tú estás
bien? Y seguimos mi bebé y yo conectando cada vez más…
A eso de as 17:00h llamé a mi
doula. Concha llevo todo el día con
contracciones cada X minutos, ya ni lo recuerdo… Raquel, olvídate del reloj y céntrate, cuando creas conveniente me avisas e iré….
A las 18:00 h llamé a mi
madre para que me estuviera conmigo. Los gemidos, las vocales cada vez más
pronunciada, agarrándome donde podía mientras andaba por la casa…
Mi madre estaba asustada
porque era la primera vez que estaba conmigo en el momento previo al
parto. La luz de las velas marcaba mi
horizonte cuando desvanecía…
Se oye la puerta, entra mi
marido con mi hijo a los que no puedo atender y se vuelven a marchar. Mientras, seguimos ahí mi madre y yo. Me balanceo sobre la pelota de Pilates, abriendo
mis caderas y con el movimiento las contracciones se hacen más llevaderas.
A eso de las 19 h aparece
Concha por mi casa, sin que hiciera falta llamarla. Tras unos minutos de charla
y de tomar asiento, me espía desde la
silla del comedor. Me observa para ver en qué punto estoy… Mientras, tranquiliza a mi
madre que está muy asustada, quien le dice: “Es que la veo sufrir y eso no me gusta” Tranquila, Carmen, Raquel va muy bien, ella
sabe lo que tiene que hacer y lo está haciendo fenomenal.
Mis riñones se parten, es
horroroso ese dolor y me traen una mantita eléctrica que me alivia mucho.
Recostada sobre el sofá, las contracciones por minutos se llevan algo mejor,
pero necesito moverme…
Los gritos cada vez se hacen
mas sonoros y me cuelgo del sofá como puedo cada vez que viene una contracción.
A eso de las 22h viene mi hijo Izan que quiere dormir en casa con mamá y su
padre se acuesta con él.
¡No puedo maaassss! Pasan
las horas y sigo yendo a más ¿cuándo va a parar? ¿Concha cuando nos
vamos? Cuando tú me digas Raquel.
Eso era sobre las 23:30 h
¡Me cago en todo, no puedo
más! Mientras, Concha
me abanica, me da agua y yo siento que estoy llegando al final… Concha
no quiero que me pase como con Izan y estar esperando tantas horas….
¡No puedo más Concha…llama a
mi padre que se quede con Izan! ¡Carmen, nos vamos! ¡Alejandro, levántate
que nos vamos!
Esos 15 minutos hasta bajar
al patio se hicieron eternos, mis gritos en el rellano eran tremendos, bajar
las escaleras se me hizo un infierno. Ya
en el coche, todo bache molestaba, cada frenada era un horror.
Sobre las 00:00 h aprox
llegábamos al hospital de Manises y a lo lejos una enfermera me pregunta que
como estoy ¡jajajaja como si no se viera nena! ¡¡estoy de parto!!
Paso a la sala donde las
matronas me atienden y mientras hacen sus preguntas yo solo quiero sentarme en
el baño para relajar las contracciones y me dicen que no, que a la camilla para
un tacto ¡Dios que dolorrrr!
Al principio, las sanitarias,
no fueron nada agradables…. Y como ya estaba muy cerca, pasamos a la sala de
partos, donde me senté en la silla de
parir, apoyada en la cama con mi cabeza sobre ella…
De ahí no pude moverme. Recuerdo a mi doula dándome su mano y ahí es
todo un poco borroso, ya me metí en mi mundo donde mis gemidos y mis gritos era
lo único que escuchaba. Recuerdo que Concha
me dijo que necesitaba al baño, la cogí fuertemente del brazo y le dije: ¡de
aquí no te mueves! un miedo horroroso a perderla durante unos minutos
me inundó. La matrona me aconsejó: en la
siguiente contracción vamos a respirar y soltar el aire. Recuerdo girarme y
mirarla y decirle: ¡discúlpame, pero soy de gritar…!
La matrona, arrodillada en el
suelo, me iba a animando a cambiarme de postura para estar más cómoda, pero no
pude. Me comentó que estaba siendo mas doloroso porque la bolsa no se rompía,
que si quería que la rompiéramos… Le dije que no y a los instantes siguientes
Alejandro la rompió mientras su cabecita iba descendiendo y las contracciones
se relajaron. Enseguida la matrona me dijo “Raquel
ya llega, ¿quieres verle la cabecita? ¡Nooo, sácamelo!
Concha llamó a mi madre para
decirle que ya estaba coronando y luego salió a llamar al papá, entró Alejandro,
sentí sus caricias y ella se quedó fuera.
El amor que en ese momento
sentí es imposible de describir ¡¡Ya estás aquí cariño mío, mi amor, mi
cielo, mi todo! ¡Ya estás aquí, eres
bellísimo!!
Era la 01:22 h exactamente.
Tras las dos horas para establecimiento
del vínculo, nos pasaron a la habitación donde estaba esperándonos nuestra
doula.
Alejandro se enganchó
enseguida al pecho, con alguna pequeña molestia al principio. Concha se fue a casa y pasamos la noche muy
tranquilos los tres, sin visitas.
Al día siguiente a las 8:30 h
de la mañana pasó algo extraordinario: entró por la puerta Izan, mi pelirrojo bonito, y al decir
¡hola tete!, el bebé lo buscó con la mirada y ahí me di cuenta de que los
hermanos iban a estar unidos toda la vida…
¡Os amo, hijos míos!
Quiero dar las gracias a mi
familia por el apoyo recibido.
A mi madre, que aguantó como
una jabata esos momentos a mi lado.
Al Hospital de Manises por
trabajar como lo hacen.
Y, cómo no, a mi Doula, por
estar ahí, siempre.
¡Mil gracias!
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