Ésta es la primera entrada de la
década que termina de comenzar. Considero una tontería decir que un año va a ser
bonito porque no es una cuestión de azar, sin embargo, 2020 es un número
visualmente agradable, al menos para mí.
A ver qué me depara.
Termino de darme cuenta de que no
he publicado desde noviembre del año pasado y es que, el día a día, es tan
intenso que casi no me queda tiempo para sentarme en el ordenador. O tal vez sea porque, cada vez tenga menos
ganas de compartir cosas que apenas llegan a las personas que me interesa, a
juzgar por cómo las redes sociales manejan nuestros hilos y determinan hacia
donde encaminar las publicaciones.
Hoy, mientras espero que mis
nietos se despierten y vengan a mi casa, porque sus padres trabajan, me he
sentado delante del ordenador para ponerlo un poco en orden eliminando
fotografías que ya no tienen razón de estar, textos que en algún momento me
resultaron interesantes, enlaces que ya no me sirven… cargar la papelera de
reciclaje para luego eliminar definitivamente y aligerar peso a la memoria de
esta máquina, antes de que se sature.
Siento que, periódicamente, necesito
eliminar restos almacenados, ya lo he comentado en alguna otra ocasión. Siento que,
son las cosas que vivo personalmente y su intensidad las que me sustentan, las
que me definen y me llevan a ser la persona, la mujer que estoy siendo en esta
etapa de mi vida. Y me voy centrando en eso, cada vez más.
Me gustaría hacer un resumen de
lo que ha significado este año, pero además de que sería largo e intenso, hay
cosas que ya se han quedado atrás, por lo que no tiene sentido traerlas al
presente.
Algo significativo durante este
año pasado, ha sido mi alejamiento definitivo de la Asociación Española de
Doulas, donde he estado desde antes de constituirse como tal, donde he
invertido mucha ilusión, esperanza, tiempo y esfuerzo y donde, además, he
conocido a mujeres extraordinarias. No voy a decir que ha sido una decisión
tomada a la ligera porque no lo ha sido.
Llevaba un tiempo planteándomelo, cuestionando muchas cosas con las que
ya no estaba de acuerdo… a pesar de que ahí estaba mi Pepito Grillo gritándome
paciencia, que esperara un poco a ver qué pasaba, que aguantara… Sin embargo y
como me conozco muy bien, mi límite se había colmado y la decisión fue tajante
y definitiva. No voy a dar más
explicaciones porque es algo que no concierne a nadie de fuera. Baste decir que estoy muy serena y que siento
que me he quitado un gran peso de encima...
El pasado también ha sido un año
de acompañamientos duros y complejos. Mujeres en situación de abandono por
parte del padre de la criatura, ha habido más de una. Acompañamientos inmersos
en tristeza y dolor que, en algún momento, he derivado a una profesional de la
psicología perinatal por sobrepasar mi incumbencia.
También acompañamientos gozosos a
mujeres seguras y poderosas. Partos potentes de mujeres potentes. ¡Gracias a la
Vida por ser testigo de estos momentos!
Y situaciones de estrés al
solaparse más de un acompañamiento, algo que tampoco me había pasado nunca.
Y puesto que el douleo es básicamente
el leit motiv de este blog, he terminado el año acompañando dos nacimientos mediante
inducción al parto que han terminado en dos cesáreas. No voy a dar detalles por respeto a las
familias, sin embargo, no puedo evitar ese sabor amargo que se me queda cuando
pienso que las cosas tal vez podrían haber sido de otra forma, pero ya sabemos
lo que son los hospitales y sus protocolos.
Las Fiestas de Navidad todos los
años me remueven, porque me conectan irremediablemente a cómo las vivía de
niña, en familia y con la felicidad que aporta la inocencia. Sin embargo, conforme más mayor
soy y menos personas quedan en mi vida, más difíciles se me hace sobrellevar
estos días…
Este año, concretamente, el día de Navidad he dado el adiós
definitivo a una querida amiga, a una mujer buena en el más amplio sentido de
la palabra. A sus 60 años y tras llevar 15 lidiando con el temido cangrejo, nos
ha dejado. Cierto es que, ante una situación
así, pensamos que quien fallece ya ha descansado, cosa que es verdad. Sin embargo, me embarga la
tristeza al ver a su marido, a sus hijos, a sus nietos, porque sé que la van a
echar mucho de menos, porque ella era la matriarca, la que organizaba y unía,
la que todo lo hacía fácil con su disponibilidad y sus risas… Yo te extrañaré, Chelito querida. Estoy segura de que, estés donde estés, quien
te rodee va a estar tan feliz como estuvimos quienes compartimos vida contigo.
Y bueno, dejo de escribir, mis
nietos ya están aquí y me reclaman.
No sé cuándo volveré… ni siquiera
si volveré, porque tampoco sé a quién narices le importa esto que escribo en mi
confesionario…
Aquí estaremos esperando publicacions nuevas...
ResponderEliminarYa que has hecho hueco en tu "memoria" externa. Aprovechalo.
Me quedo con ganas de verte en carne y huesos de nuevo ;)
¡Qué bonita eres! Y no sabes cuánto se agradecen estos comentarios en el blog (o sí lo sabes porque también escribes...). Nos vemos tan pronto podamos organizarnos. Te abrazo fuerte, mi querida Aida.
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