Todos los confinamientos no son iguales. 46 días y este es el mío.



Voy a expresar lo que siento pues escribo desde lo que me está llegando en estos días de reclusión. Desde mi yo interior.

Esta es una situación que nos ha pillado por sorpresa, y me refiero a las personas de a pie. Si dirigentes políticos y altos cargos de entidades mundiales sabían algo de lo que se venía encima, eso no lo vamos a saber…

Han surgido cantidad de teorías en torno a este suceso, algunas bastante conspiranoicas, desde que ha sido un virus de laboratorio, hasta que está siendo un castigo del Universo, o de dioses varios.  

Lo cierto es que, en mis bastantes años de vida no había vivido nada parecido. Confieso que nunca he tenido miedo al dichoso virus, en general mi estado de salud es bueno y mi estado mental, también, así es que, manteniendo las normas del confinamiento y de higiene recomendadas, pensé que sería casi imposible el contagio. Y si llegaba el caso de que el coronavirus se instalaba en mí, ya vería la forma de solucionarlo.

Al principio del Estado de Alarma y desde la ausencia de experiencia ante este tipo de situaciones, percibí una especie de jolgorio general sin ser conscientes de lo que se nos avecinaba. Cientos de propuestas de actividades, manualidades, cursos y formaciones varias, on line, en diferido. Compromisos de trabajos grupales y personales, de deportes, disciplinas y prácticas varias. Chistes por las redes, memes ácidos y jocosos respecto a lo que estaba pasando en otros lugares, en Italia, y sobre todo en China…

Conforme la realidad se hizo más patente, la enfermedad avanzaba y los muertos ya eran legión, comenzaba la segunda fase: para mucha gente el miedo, para la mayoría la aceptación: no hay más, nos quedaremos en casa si es lo que nos recomiendan para atajar la inminente pandemia.  Y así lo hicimos: en mi casa confinados marido y yo. En la casa de enfrente, mi hija con sus hijos…

Gracias a Internet, comenzaba el día con una breve práctica de Chi kung aromático para continuar con la tabla de 8 movimientos en Tai chi chang y me sentía feliz al ver que mi memoria estaba intacta, pues aprendí esta disciplina hace más de 15 años. Al medio día un poco antes de comer,  un rato de steps con un aparatejo que simula subir y bajar escalones, e incrementando cada día un poquito más. Al anochecer, a caminar por el pasillo hasta que los pies me decían que ya era suficiente.  Y me sentí bien, la verdad.

Mientras, procuraba mantener contacto ya telefónico, ya visual, con hijos y nietos, con el resto de familia, con amigas, con las maravillosas mujeres de mi Círculo, con las mamás del Círculo de Maternidad que desde algún tiempo dinamizo… ¡gran invento este de la videoconferencia! ¡eso me daba la vida! Anhelaba el momento de la hora para la conexión a través de cualquier plataforma…

Y comenzaron los aplausos en el balcón, todos los días a las 20 h llevando mi pensamiento a mi hermana Cristina, enfermera en activo. Contención de lágrimas, no siempre posible controlar la emoción…

Sin embargo, cosa esperable, me llegó la fase del enfado. Los días se volvieron grises, y no sólo por la lluvia constante en este increíble mes de abril. Dentro de mí sentía la apatía, el desánimo, la insufrible monotonía que me puede, que no he soportado nunca… mi carácter se tornó agrio, era consciente de que no me aguantaba ni yo. ¡Maldito confinamiento, no sé cómo voy a llegar hasta el final! Porque no se ve el final.... 
Transitar este estado, dejarme sentir en el cuerpo sin resistencias… y dar paso a una contractura cervical, dolor de estómago, somatización… acceder a lo que llegue, permitir que ocurra, es la única forma de que pase.

Salir a la calle por necesidad. Me pongo en la obligación de ir a comprar dos días a la semana. Al principio con chándal, conforme pasan los días y recupero el ánimo, me visto, me arreglo, incluso me maquillo. Parece que así me veo mejor, y me siento mejor.  Eso sí, salgo sin mascarilla porque no es obligatoria y siento que no la necesito, aún a riesgo de que me digan cualquier barbaridad los bien-intencionados vecinos de barrio, y me pongo mis guantes de nitrilo a punto de entrar al súper para quitármelos, según las recomendaciones y con mucho cuidado, antes de llegar a casa.

No quiero abandonar mis momentos de vida social, aunque ilusoria a través de las redes sociales. Al fin y al cabo, vida social.
Y voy paseándome por Facebook y por Instagram, leyendo cosas que me distraen, y también muchas que no me gustan, que me generan mal estar: desmesuradas críticas al gobierno y descaradas luchas por hacerse con el poder en estos momentos donde eso no es lo primordial, donde lo urgente y esencial es alcanzar un máximo de unidad para sacar adelante una situación tan imprevista como desconocida y difícil de controlar. Estoy segura de que cualquier otro gobierno, de cualquier otro color, se hubiera encontrado en la misma situación de supuesto caos, aunque por suerte el que está llevándose todas las bofetadas, el que tenemos ahora, está contemplando la parte social, cosa que otros colores hubieran desestimado…

Leer criticas destructivas me desanima, son iniciativas que, sinceramente, creo que no acercan en momentos de miedo y de soledad. Sacar el vídeo de varios artistas con el famoso Resistiré y encontrar aluviones de detractores… Todavía hoy, no entiendo el por qué.

Famosillos, deportistas, y gente varia, algunas no tan famosas, pero sí conocidas, hablando de "resistencia" desde sus chalets, jactándose de sus casas de más de 150 m2, con terrazas, con jardines, con arboledas. Casas de pueblo con espacio, con animales incluso con caballos… ¡pero por favor! ¡qué falta de solidaridad! ¿pero estas personas no se dan cuenta de que hay quien vive confinada en una casa de 50 m2 sin un balcón siquiera donde sacar a sus pequeños a recibir un rayo de sol? ¿pero no son conscientes de la cantidad de personas que ni siquiera tienen casa? 

Esta situación me hace tomar consciencia, todavía más, de la enorme desigualdad, de los grandes egos y me lleva, irremediablemente, a agradecer todos los días las posibilidades que tengo por dormir bajo techado en una cama con sábanas, y agradezco tener una nevera con comida, y agradezco poder acceder a la tecnología para poder seguir abierta al mundo…

Y desde el enorme agradecimiento a la situación que tengo, comienza mi recuperación. A pesar de sentir, lamentar y condolerme en lo más íntimo de mi ser por la privación de mi libertad, a pesar de la necesidad que tengo de salir a dar una vuelta por el monte, de ir a la casa del pueblo para ver y cuidar a mis plantas, de poder abrazar a mis hijos y nietos, de tomar una cerveza con mis amigas, acepto que todavía no es el momento… y a pesar de mi rebelión interna, vuelvo a aceptar que tampoco tengo ganas de enfrentarme a quien controla que las normas se cumplan. Y me centro en lo que tengo a mano.

Retomo con más energía el contacto en diferido con mis seres queridos. En el Círculo de Mujeres nos llegan aportaciones diarias que son bálsamo para nuestras almas, allí todas somos parte y sostén...  En el Círculo de Maternidad, las mujeres que lo componen se van manifestando y abriendo, y los debates que van surgiendo se vuelven muy interesantes.

Me llegan acompañamientos que decido hacer de manera gratuita a través de videoconferencia. Me siento mejor así pues echo mucho de menos la presencia a la que estoy acostumbrada cuando escucho, la mirada directa, el abrazo. Y así, sigo acompañando a una mujer embarazada de su primer bebé, a otra embarazada con posible cesárea a la vista y a una madre puérpera con un bebé de dos meses y en situación de soledad. A pesar de la distancia, siento su calor a través de la pantalla, del teléfono. Y me gratifica. 
Estoy preparada para hacerlo y para mí es suficiente en estos momentos en los que, yo, vulnerable también, necesito acompañamiento y cuidados…

Mis visitas a las redes sociales se van espaciando. Hay algo que comienza a incomodarme… leo comentarios que no comprendo, y comienzo a ser consciente del enorme escaparate que estoy vislumbrando… no, no puedo seguir aquí, necesito alejarme, necesito cuidarme.

Mientras, sigo sin ver las noticias. Marido me informa si hay algo interesante, algo positivo… porque, lamentablemente, como dicen los ingleses “good news, no news” y es por eso que todos los noticieros y magacines, comienzan con la cifra de muertos y nuevos infectados. 
El trato es que él me diga solamente cuántas personas se han recuperado, cuántas altas están dando… Y así van transcurriendo los días.

Llega un momento tristón para nuestra familia.  Sé que comparado con todas las desgracias que hay en estos momentos a lo largo y ancho del planeta, puede resultar una memez, sin embargo… El sábado día 25 de abril estaba prevista la boda del pequeño de mis hijos. Una preciosa fiesta medieval preparada durante dos intensos años y cuya suspensión ha sumido a mi hijo, a su pareja, a familiares y amigos en una amarga aceptación.  Sí, lo sé, es lo que hay, ya se hará cuando se pueda, hay que aceptar lo que viene… no hay otra, aunque sea fácil decirlo si ocurre a los demás.

Cuando hace algunos años estuve llevando a cabo un profundo trabajo personal con una excelente psicóloga y terapeuta, la escuché en varias ocasiones decir que el transcurrir de la vida no es lineal, que tenemos subidas y bajadas y que está bien reconocerlas y aceptarlas. En eso consiste vivir. En eso consiste crecer… y en estos días, vuelvo a recordar, agradecida, sus palabras.

No quiero mirar a lo lejos, me centro en el quehacer diario y el cansancio por la situación, de nuevo, se instala en mí. Y comienzo otra bajada… Necesito salir al monte, necesito caminar durante horas, quiero salir a la calle y encontrarme con mi gente, quiero abrazar, hablar mirando a los ojos… ¡uff, siento el desánimo y aparecen unos síntomas con los que conviví un tiempo y que reconozco al instante: las extrasístoles y las taquicardias son constantes, la respiración comienza a faltarme, tengo sensación de pérdida de conocimiento… aparece la ansiedad, y la acojo, ya no le tengo miedo. Utilizo mis recursos más livianos y menos perjudiciales para mi salud, ya sé que para muchas personas placebos, sin embargo, en este momento me sirven. Recurro a la homeopatía, al triptófano, a las respiraciones profundas y conscientes… y permito que ocurra, mi mente y mi cuerpo necesitan expresar…

Y llega el tan ansiado día por el que, muchas personas, especialmente, mujeres, madres y abuelas, hemos levantado nuestras voces: el día en que la gente menuda puede salir a la calle acompañada de uno de sus progenitores, y a pesar de que la defensa de este hecho me ha supuesto un enfrentamiento con alguna persona cercana y querida, me siento alborozada pensando en toda la chiquillería que podrá, por fin, ver el sol y sentir el aire en sus cuerpecillos. Y correr, y montar en sus bicis y patinetes, y jugar con sus pelotas… aunque no vean a sus amigos, aunque no vean a sus abuelas.  Y mi hija, salió con sus hijos.  Y mi nuera salió con los suyos. Y ambas volvieron emocionadas por oír gritar y ver correr a sus criaturas y a todas las demás.

Que este hecho tan alegre se convierta en algo criticable me rompe el alma, porque comprendo el miedo que sienten muchas personas frente al COVID19, pero me cuesta comprender tanta crítica desmesurada y destructiva hacia quienes consideran que la salud mental de sus hijas e hijos necesita de este esfuerzo individual y colectivo.

En este país que habito parece que no somos capaces de hacer las cosas lo suficientemente bien si no es a base de castigos y amenazas. Y lamentablemente, hubo personas que hicieron de su capa un sayo, saltándose las normas establecidas y poniendo en riesgo a quiénes querían hacer las cosas bien. 
Cierto es que se han difundido imágenes que no correspondían a la realidad de ese día, y aún así, a pesar de que hay voces, incluso periódicos que se empeñan en negarlo, es cierto que ocurrió, al menos en el Jardín del Cauce del río en Valencia. Imágenes reales de personas demasiado juntas, de espacios especialmente llenos de adultos y criaturas, quedarán como muestra de este comportamiento incívico…

Hoy es 28 de abril. Y yo he salido a pasear con uno de mis nietos más mayores pues sus padres están trabajando. Un ratito. Una vuelta a la manzana. No es bastante tras tanto tiempo sin ver más allá de mi finca y del supermercado, sin embargo, es suficiente para comprobar que sigue habiendo vida ahí afuera, que los árboles están preciosos, que los parques y jardines que tanto abundan por mi barrio, se ven más verdes que nunca, que las hierbas han crecido asilvestradas entre pequeñas grietas en las aceras, en el pavimento, en cualquier lugar donde una semilla haya podido germinar.

Todavía me queda un trago por superar. El próximo domingo día 3 de mayo, además de ser el día de la Madre y no poder celebrar una comida como todos los años con mi descendencia,  el mediano de mis hijos cumplirá años. Y no podré abrazarle. No podré fundirme con él en un abrazo tan profundo y amoroso que nos lleve juntos a aquel momento, hace 40 años, en que decidió nacer en poco menos de cuatro horas… y lo lloraré en silencio para no entristecer nuestra conexión a través de la pantalla.

Me he puesto a escribir porque sentía que lo necesitaba. Durante mucho tiempo este blog fue mi confesionario, precisamente en aquellos años de taquicardias, miedos y agorafobia. 

Hoy escribo con otra mirada, con la mirada de la esperanza. Son muchas las conjeturas acerca del futuro que nos espera, y yo no quiero pensarlo pues, a ciencia cierta, nadie sabe qué va a pasar. Iré viviendo el día a día con lo que vaya llegando. 
Las noticias de hoy a última hora, mientras escribo esto, son que comienza la desescalada del confinamiento, del que hoy se cumplen 46 días. Hay que ver de qué manera podemos hacerlo para que no haya un rebrote del virus, para que las voces malintencionadas no vuelvan a vociferar sus propuestas de marcha atrás social y políticamente, para que el miedo no vuelva a instalarse en tantas mentes y corazones, para que podamos seguir viviendo de la mejor manera posible dentro de nuestras posibilidades y realidades.

Y no me propongo salvar el mundo de todo lo que no me gusta, de todo con lo que no estoy de acuerdo porque creo que el verdadero cambio comienza de manera individual, por una misma. Y en ello me centro.

Más que nunca, salud y paz.


Comentarios

  1. Tus palabras siempre vienen como agua en ese momento que más sed se tiene...
    Gracias por desahogarte.
    Estos dias de sol y brisa càlida, despues de la lluvia, nos van a venir muy bien.
    Como tus pensamientos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por tus palabras, Aída querida. A mí también me vienen fenomenal saber que alguien me lee y si además, le sirve, me alegra.
      Hasta nuestro re-encuentro, te abrazo en la distancia

      Eliminar
  2. Sabías palabras Amamadoula.
    Gracias infinitas.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Dime tu OPINIÓN, por favor, me interesa y mucho

Si no usas ninguna cuenta, ELIGE la opción Nombre/URL, luego ESCRIBE tu nombre o nick y deja en blanco URL.
Dale a continuar, escribe tu comentario, pincha en PUBLICAR un comentario...

Gracias.