Necesitaba marcharme, alejarme de lo cotidiano para seguir manteniéndome en mi realidad. Los mensajes externos son demasiado negros e irreales como para continuar siendo yo sin reponer energías.
A pesar de protegerme evitando
las noticias, aun defendiendo mi sentir y criterio por encima de todo, la
abrumadora llegada de señales apocalípticas, llegaron a afectar mi parte
física. Ahora, más que nunca, tenía necesidad de desconexión real.
Y se dio la ocasión. Un fin de semana largo en un entorno paradisíaco que no voy a mencionar para preservarlo de una posible apabulladora llegada de curiosos.
Solamente diré que este espacio es un vergel, un oasis donde se encuentran cantidad de especies de árboles, plantas, pájaros... una vegetación verde y fresca gracias al enclave donde se halla y a las lluvias de esta primavera pasada. Un río de aguas frías y cristalinas que a lo largo de su recorrido crea una serie de pozas de gélidas aguas para delicia de los senderistas que por allí transcurren.
No he ido sola. He ido con otras
personas que, como yo, asumen el mando de su vida y con ello, los riesgos que
vivir conlleva. Todas sabíamos de nuestra responsabilidad. Todas hemos
convivido en el momento presente, dejando fuera presiones y miedos. Todas nos
hemos dejado llevar por nuestro sentir y necesidad vital. Hemos danzado al son
de varios ritmos y sonidos, hemos practicado yoga como una manera de entender
la vida, hemos comido rico y sano, hemos reído y llorado, hemos abierto nuestros corazones y nos hemos sanado.
Este fin de semana hemos comentado la necesidad de sentir esa libertad real tan necesaria para seguir creciendo. Hemos hablado sobre la carencia de contacto, de besos y abrazos y, de qué manera, esta ausencia impuesta va a repercutir en la vida de muchas personas.
Y ahora, de vuelta a la realidad,
a la mía, a la que quiero seguir manteniendo a pesar de lo que otras personas
se empeñen en robarme.
Me encantaría compartir
fotografías del entorno, de ciertos momentos, del baño en las pozas, de la
subida a la cascada, del descenso al río, de nuestras danzas, de nuestros
movimientos en torno al mandala que, emocianadxs, creamos con elementos recogidos
en la Naturaleza y que con tanto amor nos estaba regalando nuestra Madre Gea. Sin
embargo, no voy a hacerlo para preservarme y resguardar a mis compañerxs del
juicio de quiénes no comprenden y no respetan otros sentires y otros haceres.
Agradezco, infinitamente, a mis
hermanxs la valentía, el cariño, la dedicación y delicadeza al organizar esta
escapada.
Como siempre en estas ocasiones
en las que siento en profundidad el regalo de la Vida, sigo agradeciendo
infinitamente las oportunidades que mi existencia me brinda.
Felicidades por esos avances repletos de gratitud a la vida, que así sea por siempre.
ResponderEliminarEn ello ando con vuestra compañía. Gracias, hermana.
EliminarHe visto un rinconcito y sé dónde has estado causa-lidades de la vida allí me encontré yo a Rosana años después de nuestra formación lugar único y mágico
ResponderEliminar¡¡Jajaja! Pues Rosana fue porque se lo comenté yo, y de hecho ha vuelto varias veces más. Por cierto, me acordé mucho de ti. Nos pasó un grupo con una perra como la tuya y pensé "como oiga que le llaman Gea...". Si, ciertamente el lugar y las personas que lo llevan es mágico. Un abrazo, preciosa.
EliminarAlegría de leerte.
ResponderEliminar¡Que vibraciones tan bonitas me llegan!
Un abrazo
Me alegra que te alegres de mi alegría...
EliminarY comparto mis vibraciones contigo.
Te abrazo, amor.