Una boda medieval: la de mi hijo.

 


 Me gustaría ser capaz de transmitir la emoción que todavía siento tras la boda del pequeño de mis hijos.  No por el hecho de haberse casado, porque al fin y al cabo se trata de justificar ante la ley el amor y la convivencia de dos personas, sino por todo lo que ha supuesto esta fiesta celebración al estilo medieval y bajo un ritual celta.

Confieso que, casados o no, sé que no va a cambiar la relación de amor y respeto que esta pareja se tiene desde hace quince años incluyendo cinco de convivencia.

Puesto que su intención era "legalizar"su estado, dos días antes pasaron por el Jugzado y ante una jueza sosa e impávida, sellaron su compromiso. Y luego, nos fuimos a comer para celebrarlo. Irremediablemente, en mi familia queremos celebrar hasta el aire que respiramos...

La fecha de la boda estaba fijada para el 25 de abril de 2020, tras dos años de ensueño y preparación. Por circunstancias que todas conocemos y que no quiero nombrar, se ha pospuesto casi cinco meses.

María, la pareja de mi hijo, es increíblemente creativa y había previsto hasta el más mínimo detalle. A ambos les gusta la Edad Media y su historia. Así es que decidieron que harían una fiesta medieval con todo lo que suponía.

Yo he asistido a muchas bodas y como diría alguien a quien conocí hace años, con buena picha bien se jode, y lamento que suene vulgar, pero la realidad es que cuando se dispone de dinero para pagar por un servicio, o se tiene unos padres ricos, no hay que preocuparse por nada. 

Este no era el caso de Pau y María. Con sus carreras terminadas hace años, con trabajos muy en precario, sin pedir ayuda económica a sus padres, han acarreado con los gastos y han hecho hasta donde han podido, cosa que, a mi sentir, les honra.

Como he dicho antes, han sido dos años de preparación y, en honor a la verdad, han contado con la inestimable y sincera colaboración de sus amigos, los frikis, como así mismos se definen. Amigas y amigos incondicionales, de esos que podemos llamar de toda la vida, de toda su corta vida…  Y es que sí, son frikis de verdad.  De los juegos de rol, algo que me asustaba cuando Pau era muy jovencito hasta que conocí, entendí, y por supuesto, acepté de qué se trataba.  Frikis de la historia. Frikis de los viajes. Frikis de la música. Frikis por aquello que les une, frikis por su amistad…


Reconozco que estaba expectante ante el evento pues solamente conocía algún detalle suelto de cómo se iba a desarrollar la ceremonia. Y, de algún modo, hicieron partícipes a sus seres queridos. Amigas y amigos, sobrinas y sobrinos, hermanas y hermanos… todas y todos colaboraron en algún detalle aportando, también, su emoción al momento. 

No puedo explicar cada minuto porque no sería capaz de describir cada detalle, en cambio sí puedo decir lo que se palpaba en el ambiente: amor, emoción… mucha emotividad.  De hecho, cuando mis mejores amigas se marcharon es lo que me dijeron: si algo ha caracterizado a esta boda ha sido la emoción que todas las personas asistentes hemos sentido. 

Quiero indicar que, condición sine qua non, era asistir vestidos al uso de la época y así, todas las personas invitadas acudieron ataviadas, con más o menos detalle, acorde a esta época de la Historia.

Cuatro damas que acompañaban a la novia.  Tres caballeros que acompañaban al novio. Y un desfile de damas, caballeros, espadas, peinados trenzados, flores y detalles que nos transportaban a esta Edad comprendida desde 476 con la caída del Imperio Romano de Occidente, hasta la caída de Imperio Bizantino en 1453.

Si digo que tanto Pau como María estaban guapísimos, seguramente pensaréis que claro, como todas las parejas en el día de su boda. Sin embargo y sin hacer de madre-suegra caldosa, los dos llevaban unas vestimentas espectaculares, personalizadas, únicas y hechas a mano para la ocasión.  Juzgad si queréis viendo estas fotografías que comparto con su permiso.

El acto comenzó caminando despacio, mi hijo y yo, hacia el ara, al ritmo de música de cámara.   A continuación, los sobrinos –mis nietos- participaron aportando un presente cada uno: la espada, las cintas para la novia, las cintas para el novio… mientras la pequeña Vera echaba florecillas de espliego cortadas en el camino por donde pasaría la querida tía María de la mano de su padre.

Conteniendo la emoción desde el primer paso. Henchido el corazón de felicidad al ver a mis hijos, radiantes, felices y, sobre todo, amorosos.

Uno lo mejores amigos de Pau, desde que iban a la guardería y con quien compartió colegio, instituto y mucho más, no pudo venir pues forma parte de un equipo de investigación en Nueva York, y si venía no podía volver (a consecuencia del bicho que nos invade) con lo que envió un audio que escuchamos todas las personas y que ya comenzó a ponerme los vellos de punta.  Y me hizo llorar recordando su amistad desde que eran pequeñitos… Y llorar por su ausencia. Emoción, más emoción.

La ceremonia fue conducida por una pareja de sus mejores amigos.  Xuso y Nita quienes lo hicieron genial, con calma, transmitiendo la emoción que ambos sentían también.

Preciosas palabras de hermana, de amiga, de primo, de amigo, lectura de sobrinos sobre el amor… más momentos para contener la emoción acallando el corazón para que no se disparara.

Y el ritual de unir las manos al estilo celta, en el que con unas cintas trenzadas por las damas para Maria, y unas cintas trenzadas por los caballeros para Pau, se atan sus manos cogidas en forma de infinito y al son de música celta, el Maestro de Ceremonia dice unas palabras que los une para siempre. La música celta que sonaba de fondo hacía todavía más solemne la ceremonia

Y los votos-promesa de María hacia Pau, de Pau hacia María… El corazón desbocado en esos momentos, y no yo solamente por ser madre, sino también todas las personas que allí estábamos, porque les amamos…

Y el baile.  No cualquier baile ¡por favor que bonito!  Un baile también medieval cuya coreografía había preparado otra de sus parejas de amigos, ella y él, bailarines aficionados.

Y finalmente el catering. Y la comida. Y entre plato y plato, reconocimientos.  De Pau a mis hermanas, Carmen y Cristina, sendos ramos de flores.  Ninguna de las dos podía contener el llanto. Más emoción.  Y ramo de flores para la madre de María.  Y ramo de flores para mí ¡creí que no me quedaban lágrimas!

Y qué curioso es esto de llorar por alegría, por sentir la emoción tan a flor de piel, que es imposible contener el llanto porque, además, estas lágrimas dulces reconfortan, fortalecen, nutren…


Y reconocimiento íntimo y profundo personalizado de mi hijo, palabras de amor para su madre. Y agradecimiento infinito a su padre, por haberle transmitido valores y ser el hombre que hoy es… Y lo mismo de María para su madre y su padre.


Como os digo, he asistido a muchas bodas, pero la generosidad de los contrayentes hacia los asistentes, creo que es la primera vez en mi vida que la veo, o mejor, que la siento…

Y detalles personalizados hechos por María para todas y cada una de las personas presentes…

En fin, disfrutar de las viandas, bailar hasta no poder más, reírme de asombro con la representación que hicieron los frikis para darles su regalo: un arcón con un tesoro, que Sir Pau y Lady María, obtuvieron tras haber derrotado a un dragón que impedía el acceso al mismo ¡increíble imaginación y entrega, hasta este final!

Abrumada ante tanta generosidad, ante tanta felicidad ¡Como me gustaría ser capaz de transmitir todo lo que mi corazón atesora!

 Se me quedan muchas cosas en el tintero, como suele decirse, y lo bien cierto es que son cosas que solamente siente quien las vive. Sin embargo, he querido compartir pues estoy cansada de malas noticias, de negatividad, de miedo… Creo que si todas las personas compartiéramos todo lo bonito, todo lo bueno que nos pasa, la vida sería a su vez más bonita y más fácil de llevar, aunque no podamos con la miseria, con el dolor, con las guerra, con las enfermedades y con la ingente avaricia de quien nos mueve los hilos.

Este ha sido, simplificando, el relato de la boda del pequeño de mis hijos.  Hoy, comentando la familia, hemos llegado a la conclusión de que ha sido la fiesta más bonita que hemos visto nunca. Mi hija me decía lo feliz que había estado viendo a su hermano pequeño tan contento, tan enamorado.  Y Manuel, mi segundo hijo, decía que había sido la boda más bonita a cuántas había asistido… ¡¡y eso que él es anti-bodas!!

Al preguntarle al Ibai, el mayor de mis nietos qué le pareció el día de ayer, me ha respondido que ha sido el mejor día de todo el verano, a pesar de haber estado quince días en Pirineos, y otros tanto en la playa.  “Con mucho ha sido el mejor día de mi vida, yaya”.  Que diga eso un muchacho a punto de cumplir catorce años os dará una idea de lo que hemos vivido.

Cuando nació Pau, una de mis hermanas me dijo "este niño es un ser de Luz".  Y lo sigue siendo.  Y al lado de María, todavía se ilumina mas.


Amo a mis tres hijos con locura, y ayer viendo sus caras de felicidad, y la de todas las personas que allí estaban, me acosté rendida, super cansada y lanzando mil gracias a la Vida por darme tanto.

 




Nota. Lamentablemente y cumpliendo las “normas”,  el 90% del tiempo, hemos estado con las mascarillas puestas, a pesar de la disconformidad que muchas personas sentíamos.

 

Comentarios

  1. Sin ninguna duda, la boda más original, bonita y emotiva de todas a las que he asistido. Pero claro, no puedo ser objetiva tratándose de mi querido hermano. Se me siguen saltando las lágrimas al recordarlo. Gracias por narrarlo con tanto cariño.

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