Si hay algo totalmente
incontrolable es el pensamiento, o al menos, el mío es así de rebelde. A veces,
se me va alejando y comienza como las cerezas, a enredarse uno con otro hasta
que, desde la más absoluta toma de conciencia me digo ¡basta! volviendo al
momento presente, reubicándome.
Cuando veo la cantidad de
información -incluso contradictoria sobre una misma cuestión- que hoy nos llega
a las mujeres, por un lado, me alegra y, sin embargo, por otro me entristece
porque tengo la sensación de que somos absolutamente incapaces para hacer
cualquier cosa… si no nos la dicen, nos enseñan, nos dirigen, o nos acompañan…
y me asalta la sospecha de que vamos utilizándonos las unas a las otras…
Es cierto que Internet es un
medio que si se usa bien puede resultar muy interesante, tan cierto como que si
se sobre utiliza y acudimos a él a la mínima, cada vez nos alejamos más de
nuestra propia realidad, de nuestro propio… centro.
El otro día, mi profesora de
inglés me dictó esta frase en el contexto de lo que estábamos repasando “I think if you jus focus so mucho in what
you should feel, you don’t really know what its you do feel”, don’t you think?
(“Creo que, si te enfocas demasiado en lo que deberías sentir, no puedes saber
con exactitud lo que sientes”, ¿no crees?)
Y algo así siento cuando escribo
esto.
Ahora, en temas de maternidad y
crianza que es donde yo me muevo, qué pocas ocasiones no nos sentimos atraídas
por tal o cual persona, curso, libro… ¡yo la primera, confieso sin pudor!
Nada más conectarnos a las RRSS
encontramos a alguien que sabe más, que lo hace mejor, que ha escrito un libro,
que nos vende cómo ser la mejor madre, la mejor mujer, qué dar de comer a
nuestras criaturas, cómo dormirlas o si llevarlas al brazo, etc.etc… y partiendo del mea
culpa, me pregunto si realmente es necesario… porque algo que nos vuelve a conectar
con esa necesidad primal es sentir cómo nos gusta que nos traten a nosotras, o
mejor, cómo nos gustaría haber sido tratadas cuando éramos bebés, niñas,
adolescentes…
Me voy a muchos años atrás, cuando yo fui madre. Apenas tenía información sobre muchas cosas. Compré libros y leí. Nunca me cuestioné que no fuera una buena madre, no me cuestioné que haría las cosas mal. Mi deseo de ser madre era superior a todo y la conciencia que en ello puse, fue suficiente.
Mis referencias era mi madre, mi abuela, mi tía… en
ellas me fijaba para saber que NO quería hacer con mis hijos y cuál era la
actitud que más necesitaría tener integrada. Los espejos de estas mujeres, los de las amigas que
criaban al mismo tiempo que yo… fueron mis referentes. Observación,
integración, conciencia… y aun sabiendo que la posibilidad de error siempre iba
a estar presente, así fui creciendo mientras mis hijos crecían conmigo.
Siendo ellos bien adultos, ya
pude ver que SÍ, que me había equivocado con ellos, de la misma forma que
reconocí mis aciertos. No diré que me
sentí mal a pesar de ser una maternidad relativamente solitaria (mi marido trabajaba todo el
día) porque no es del todo verdad. Creo que la aceptación -que no resignación-
de lo que había, de lo que era la situación, fue el norte que me guio durante
muchos años.
Hace poco en uno de estos
Congresos on line que tan de moda están, escuché a una mujer íntegra, una Doula e IBCLC decir algo
con lo que estoy absolutamente de acuerdo y por lo que he escrito estas
palabras. Ella hablaba de la brutal desconexión que tenemos hoy las mujeres de nuestros propios cuerpos, de la Naturaleza, de los procesos, de los ciclos...
Tal vez las crianzas serían más
sencillas y placenteras si miráramos hacia dentro, si conectáramos con nuestra
propia necesidad, no la de otras mujeres, sino la propia e individual desde
nuestra situación y características.
Seguramente, cuando leas esto,
dirás muy en la línea de Concha, y es que va a ser difícil que, a estas alturas, yo cambie mi sentir y que me desprenda de mi sentido crítico, ese que tanta falta
nos hace a la hora de tomar decisiones…
“I think if you jus focus so mucho in what you should feel, you don’t really know what its you do feel”
Es la era de la información, y nos encontramos un equilibrio roto. Cuanta más de esta tenemos, más perdemos el sentido común.
ResponderEliminarNos volvemos cada vez menos únicos, cada vez más “insulsamente iguales”
"Inusualmente iguales" ¡qué triste me parece esto! Perder la personalidad a cambio de seguir al rebaño. Perder el sentir único y el sentido crítico a cambio de estar integradas en algo movido por otros hilos...
Eliminar¡Cuánto para reflexionar, mi querida Aida!