Experiencia versus juventud

 


 Mi padre decía con cierta frecuencia aquello de que “el diablo sabe más por viejo que por diablo”. Y cada vez que se lo escuchaba me removía por dentro.  A día de hoy, comprendo y asumo sus palabras con cierta añoranza…

Cumplir años no tiene por qué aportar sabiduría, aunque sí es cierto que la edad conlleva una serie de experiencias vitales que, si han sido entendidas e integradas, proporcionan ese SABER que solamente se consigue tras el transcurrir de la Vida… Si no se aprende de las experiencias, una se pasa la existencia sin pena ni gloria, que también está bien… Sin embargo,  te aseguro que, por "suerte",  ese no es mi caso.

Este es un tema, de alguna manera… recurrente. Quienes me seguís por las redes ya me conocéis un poco. No hablo de lo que no conozco sino todo lo contrario: pongo a disposición del público en lo que me he formado y dónde para confirmar que, si hablo de algo, es con criterio y conocimiento de causa. No me pongo flores porque sí, no pretendo convencer a nadie, no voy de tabla salvadora, no me las doy de “experta” … 

Por el contrario, hablo desde mi experiencia personal tanto como mujer de 68 años cumplidos,  desde mi aprendizaje en la maternidad tras 44 años de crianza, y también desde mi ejercicio como doula después de haber acompañado a casi un centenar de mujeres en sus maternidades.

Y esto no es cuestionable. Y esto no se me puede negar.

Si algo nos caracteriza cuando somos jóvenes es el creer que estamos en posesión de la verdad, que nadie sabe lo que nosotras sabemos, que lo que decimos va a misa… y nada más alejado de la realidad, tristemente.

Como he dicho, este es un tema recurrente. Hace años y en un espacio en el que participaba con cierta frecuencia, alguna mujer enrabietada ya me dijo que,  lo que yo decía, no tenía ningún valor porque era mío. Y sin quitarle parte de razón porque eso forma parte de la biografía de mi vida, es innegable que las experiencias compartidas desde el cariño y el respeto pueden servir para aprender algo, al menos en otras civilizaciones y culturas se ha tenido en cuenta la experiencia de sus mayores como transmisión de legados y conocimientos.

Hoy en día y con la facilidad de acceder a la información a través de las redes, se da valor a lo que las personas dicen independientemente de donde provengan sus palabras.

No es raro encontrar a expertas en maternidad… sin haber sido madres, o a expertas en lactancia… sin haber amamantado. Incluso a expertas en acompañar sin haber realizado ningún acompañamiento.

Sinceramente, es algo que me respiro cuando lo veo. Y no sé bien si creer aquello de que la ignorancia es muy atrevida o que la juventud es una descarada.

Al escribir esta entrada puede que pienses que alguien se ha metido conmigo, o que me ha pasado algo, y no, no es eso, estoy íntegra y sin ataques.  Simplemente es que esa alma rebelde que todavía me acompaña siente la necesidad de reconocer que yo he pasado por ahí y cuando mi padre me decía aquello de cuando tú vas yo he ido y vuelto, me asaltaban las ganas de decirle cuatro cosas. Sin embargo, a día de hoy y desde la perspectiva en que me hallo, lamento no haber prestado más atención a sus palabras, a las palabras de un hombre con una experiencia vital que tenía mucho que enseñar.

Este es mi personal homenaje a esas mujeres más mayores que yo, de las que he aprendido mucho, aquellas a las que en su momento apenas presté atención y en cambio, ahora, recuerdo sus palabras y sobre todo, sus hechos.

Porque sí, porque desde el privilegio que concede la juventud, no queremos escuchar ni ver a otras personas que están en el plano de la decadente madurez. 

Cuando nos damos cuenta de que han podido ser una fuente en la que podríamos haber saciado nuestra sed y no lo hemos hecho, no nos queda más que aceptar nuestro error y profundizar en el mismo, para transmitir a generaciones venideras nuestro aprendizaje.

Y éste es el mío.


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