En pocos años hemos pasado de transitar una supuesta maternidad edulcorada y sometida a unas vivencias de maternidad solitarias, agotadoras y llenas de culpas y sombras. O esa es la conclusión a la que llego yo después de andar leyendo experiencias compartidas por las redes.
Y sinceramente, ni una cosa era
verdad, ni la otra lo es ahora. Porque cada maternidad es única, de la misma
forma que lo es cada mujer y cada vástago, y la relación que se establece entre
ambos.
Acompaño a muchas mujeres en sus maternidades y no todas tienen esa sensación de soledad y agotamiento de la que tanto se habla. Es más, hay quien está feliz viviendo su maternidad casi en solitario sin sentir necesidad ni de más personas a su alrededor, ni siquiera de la tan comentada tribu.
Cierto es que antes las mujeres asumían
sus maternidades sin apenas cuestionamientos. Elegidas o no, las maternidades
llegaban a la vida de las mujeres y se aceptaban como algo irreversible e
incuestionable.
En muchas de las ocasiones, se
aceptaba ser madre a jornada completa renunciando a proyecciones laborares, a
aficiones y, en parte, a la vida propia. Aunque si bien es cierto que antes se
contaba con más tribu, ya que muchas de las madres recién paridas se iban a
casa de sus madres, o suegras, o de alguna otra mujer de la familia para ser
cuidadas. Con aceptación y agradecimiento por lo recibido.
Hoy, hay acceso fácil a teorías varias, muchísima información de toda índole e incluso, contradictoria. Demasiada para mi gusto.
Tanto mensaje, tantas voces ajenas, tanta filosofía en torno a la crianza, tanta experta que, lejos de reafirmar, en muchas ocasiones lo que se consigue es crear más dudas y, por tanto, más desconfianza en una misma.
Hoy hablamos mucho de la ausencia
de tribu, pero es que la diferencia generacional –que siempre ha existido-, la
mayor formación de las madres –y algunos padres- en cuanto a crianza, y otros
factores añadidos, nos lleva a que se rechace el apoyo de las mujeres mayores,
aduciendo que ellas no saben o que sus formas están desfasadas… y es cuando la
mujer recién parida se encuentra sola en casa y sin tribu, con un poco de
suerte, con una pareja medianamente implicada…
Como en todo, los extremos no son buenos y como he dicho al principio, ni antes éramos tan tontas y tan abnegadas, ni ahora todas las mujeres transitan sus maternidades sumidas en la penuria emocional.
Dejemos de machacar demonizando
la vivencia de la maternidad. Dejemos de opinar de lo que es o debe ser. Apoyemos sin reservas
lo que cada joven madre sienta que debe hacer durante este periodo tan efímero
que es la crianza temprana. Y estemos atentas en la escucha silenciosa por si
alguna madre necesita ayuda y la pide, para tender nuestra mano, ofrecer
nuestro apoyo, y si fuera necesario decirle que no está sola, que siempre va a
encontrar quien la va a comprender, reforzar y si es el caso, derivar a un
profesional cualificado en salud mental durante la maternidad.
Vive y deja vivir. Ese es mi lema.
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