Corría 1996 y al terminar nuestra
clase de yoga, la profesora, una mujer de cierta edad experta yogui y muy amorosa,
nos dijo que esperáramos un poco pues nos quería comentar algo. En unos días
vendría una amiga suya Maestra de Reiki para hablarnos de esta terapia de
sanación. Ninguna persona de las que estábamos allí sabíamos de qué se trataba
y al preguntarle nos respondió que ella no podía decir mucho, que la persona
que vendría era una mujer sabia con mucha experiencia de vida y en Reiki…
Me quedé intrigada, la verdad, y
al llegar a casa hablé con mi hermana Cristina para comentarle lo ocurrido. Ella
sí sabía qué era el Reiki y me dijo que le interesaba acudir para conocer a
esta señora.
El encuentro se produjo un día
tras terminar nuestra habitual clase,
acudiendo también personas de otros turnos, así como familiares y
amigos.
La Maestra de Reiki, una mujer
mayor, se presentó, nos contó un poco su trayectoria personal y como
practicante de esta disciplina y apenas dio información de qué se trataba,
añadiendo solo las fechas y los precios. Nos dijo que, quien tuviera que
hacerlo, lo haría pues su experiencia así se la hacía saber.
Lo cierto es que, con lo poco que contó a mí me cautivó. Recuerdo decirle algo así como que yo entendía que se
trataba de una terapia basada en el amor incondicional, a lo que me respondió “exactamente”.
Todavía no sé por qué en enero de
1997 mi hermana Cristina y yo, con ocho personas más, comenzamos a iniciarnos
en el primer grado de Reiki Usui Shiki Ryoho. Un fin de semana intensivo, de iniciación, de integración,
de cariño y amabilidad, pocas palabras y silencio interior. De sentir. De SER. De ESTAR.
Al finalizar la Maestra nos dijo
varias cosas que no se me olvidan:
- El Reiki se transmite persona a persona, no hay textos. Se trata de una tradición oral.
- Sus signos no se aprenden por escrito, se memorizan y se guardan en el corazón.
- No se puede hacer Reiki sin permiso de la persona a quien va dirigido.
- Es necesaria mucha práctica para integrarlo bien, para conocerlo y comprenderlo, para que quede instaurado más allá de la mente. Y ha de pasar cierto tiempo, al menos un año, antes de pasar al siguiente grado.
- En esta antigua escuela solamente hay dos niveles: primero y segundo. Posteriormente, la maestría para quien se dedique a transmitirlo, por lo que no tiene sentido obtenerla si una persona no va a ejercer como tal.
- No se tiene más capacidad de canalización, más Reiki, por tener más niveles. El Reiki es una energía universal y la diferencia entre un nivel y otro es tener la apertura para canalizarla hacia distintos lugares o personas.
Todo lo que dijo se me quedó como
grabado a fuego. Sentí las palabras que había escuchado y las hice mías.
Al día siguiente me sentía extraña, como si tuviera una llama encendida en mi corazón. Era tal la emoción que quería guardarlo en secreto, como un preciado tesoro. Y así comencé a practicar conmigo, y en casa con mis hijos ¡ellos me pedían que les pusiera las manos! Se lo ofrecí a mi madre, a mi padre, le hice Reiki a mi suegra…
Y pasó un año. Y dos. Y tres… yo
no tenía necesidad de pasar al nivel siguiente hasta que un día volví a sentir
una llamada. Al principio fue curiosidad ¿y si voy a por el segundo? Había pasado ya diez años...
Por entonces ya se comenzaba a
ver más por ahí, se “anunciaba” Reiki como si de una panacea milagrosa se
tratara…
Acudí a un espacio donde ofertaban
primero, segundo, tercer nivel y maestría. Éramos bastantes personas, mujeres y hombres,
había un ambiente de fiesta. Mantras, instrumentos de percusión, risas y algarabía.
La persona que supuestamente iba a hacer las iniciaciones nos pidió unos
minutos de silencio y se puso a hablar de Reiki como algo etéreo, algo muy vago…
Recuerdo que me hice un poco la tonta (como si no supiera de qué se tratara) y
le pedí un poco más de explicación, y me contestó que el Reiki era danza,
contacto, risas y abrazos, que me quedara con ellos y lo conocería. Puesto que
soy muy intuitiva, sentí que aquello no iba conmigo, al menos no era el Reiki
en el que yo me había iniciado y no tenía nada que ver con las enseñanzas que
mi Maestra me había transmitido.
Busqué por algunos sitios más y
en todos encontré algo parecido. Una mezcla de haceres, de “terapias” y
rituales que no me convencían. Además, por entonces ya se ofrecía un tercer nivel
que yo me preguntaba de dónde lo habrían sacado…
Y supe que la única manera de
sentirme bien si quería hacerlo, era buscar a mi Maestra, aquella que me
inició. Así es que me puse manos a la
obra con el único dato de que vivía en Barcelona, de donde había venido el año
en que Cristina y yo nos iniciamos.
Finalmente la localicé a
principios de 2008, y teniendo prevista
para el mes de marzo una iniciación al segundo grado, marché a Barcelona ese
fin de semana completo. Sábado y domingo intensos, practicando en las camillas
unas personas con otras, memorizando todos los signos. Los escribía en la pizarra, los llevábamos en nuestro interior y luego los borraba. Insistía mucho: "guardadlos en vuestro corazón, visualizadlos
en vuestra mente…"
Volví a Valencia exhausta y
contenta. Había decidido que no haría la maestría pues esto iba a quedar en
algo para mí y las personas cercanas que me permitieran una imposición de
manos.
Años después y solamente una vez,
hice un tratamiento completo de cinco días seguidos a una persona que me lo
pidió. Era alguien fuera de la familia, aunque próxima a mí. Ha sido la única
vez que he cobrado por ello ajustando un precio de manera que ella pudiera
asumirlo y yo, me sintiera en paz. A pesar
de que el maestro Usui dijo que había que cobrar los tratamientos, para ser
honesta, me cuesta cobrar por ser transmisora, o canal, de una energía que no
es mía.
Como cosa curiosa, a veces, mi
hermana me pedía que le pusiera las manos a mi sobrina Violeta siendo muy
pequeña y la nena se dejaba hacer confiada y atenta, aunque en un par de
minutos me miraba y me decía “tía, me quemas” y me apartaba las manos. También
mis nietos, si en alguna ocasión sus madres me lo han pedido “¡yaya, que me
quemas!” Y se las quitaba enseguida… ¡qué
puras e intuitivas son las criaturas pequeñas!
Soy consciente de que hoy en día del
Reiki que yo conocí no queda nada, que se han creado varias escuelas, que han
añadido y quitado cosas. Que hay una excesiva mercantilización de esta sanación
ancestral… y que yo sigo anclada en aquello que aprendí porque me cuesta mucho cambiar cuando he integrado
algo de una manera tan emotiva y profunda como fue mi caso.
Reiki es una práctica que se
queda en mi interior, de hecho, cuando acompaño como doula nunca cuento esta
faceta mía porque no quiero que haya confusión ni nadie interprete algo que no
es.
No sé por qué hoy he recordado
todo esto, tal vez porque me he subido a limpiar el polvo de los diplomas y me
ha venido esta evocación. Sé que son unos papeles que justifican un tiempo –y un
dinero- invertido. Sé que el verdadero valor es intangible e incalculable. Sé que,
si aquello llegó hasta mí y lo acogí, es porque tenía que ser, no busco más
allá ni pretendo ser más que una acompañante de vida y una escuchadora de
historias y experiencias…
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